JEFAS Y FUSTAS

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CAPÍTULO 5

"ICEBERG" JONES

—Y dame uno, dos... tres.

—¡Julliane, grítame como si me odiaras! Ya te he dicho que no puedo hacer todo por ti.

Charlotte Jones estaba bajo un equipo de pesas que cargaba más de lo que ella misma podía. Había entrado al gimnasio de su edificio hacía una hora y, con ayuda de su asistente, intentaba encontrar la motivación necesaria para sacar la rutina.

—¿Pero...? Está bien, lo intentaré. ¡Mueve esas gordas piernas celulíticas, horrenda bruja!

—¡MAS!

Exclamó apretando los dientes al intentar impulsar la pesa.

—¡Desde aquí puedo ver cómo te crece una papada!

—¡SIGUE, DURO!

—¡No importa cuánto trates, siempre serás la chica que el Rey botó!

Dijo Julliane, ya bien metida en su papel. Para ser honesta, lo disfrutaba, pero no tanto como debería.

Charlotte por fin pudo alzar la pesa. Sentía la espalda tensa como un violín y eso le fascinaba; llevaría al límite para intentar ir por más.

—Golpe bajo, eso fue... muy bueno. —La pelirroja tomó un trago de agua cuando por fin bajó la pesa y se relajó—. Te diera cinco si a mi sudor no le diera asco tocar tu mano. Creo que ya terminamos por hoy. De tarea te dejaré darle vuelo a la creatividad y traer una lista para la próxima, porque la improvisación no es lo tuyo.

Charlotte se levantó de la máquina e hizo algunos estiramientos musculares antes de emprender camino.

—¿Ya vamos a la oficina, jefa?

—Nueva Julliane, fuera de la oficina no me digas así. Llámame amiga, jefa Charlotte. Recuerda que ahora tenemos un vínculo personal; ambas odiamos a Raymond Reed.

Laurie intentó negar ante la afirmación, pero mejor seguirle la corriente; bien decía su madre que eso es lo que funciona con los locos.

—Yo no lo... sí, como diga, amiga jefa Charlotte.

Ambas mujeres entraron al área de las duchas. De inmediato, Charlotte empezó a sacarse la ropa sudada delante de la incómoda Laurie.

—Cualquiera pensaría que, siendo mujer, habrías visto pechos antes. Solo pásame esa toalla. —Señaló la que estaba a espaldas de Julliane—. No quiero robarte la inocencia; espera aquí. Ya regreso y cierra los ojos. No soy la única a la que le falta pudor aquí.

Charlotte entró a una de las varias duchas libres. De inmediato, se derritió ante la sensación del agua caliente y el vapor. Una sonrisa se posó en sus labios al visualizar su plan del día; el universo retomaría su curso después de ese día.

—¡Mi traje!

Exclamó la pelirroja cuando dejó atrás sus cinco minutos de ducha y salió.

—Aquí está, amiga Charlotte.

—Jefa.

Le corrigió el faltante.

—Amiga, jefa Charlotte.

—¿Conseguiste lo que te pedí?

—Sí.

—¿Y dónde está?

Charlotte dejó de ponerse extracto de manteca de coco para ver la pequeña botella marrón en el bolso de Julliane; al menos eso le había salido bien a la rubia.

Contra él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora