REALIDAD

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Muchos años atrás, en una de las pocas visitas a un cabaret que había hecho en su vida, Alejandro había tenido una especie de revelación. Observando a una señora algo mayor para su oficio y bastante gorda. Mientras la mujer sonría y posaba provocativamente con su Corcel blanco, Alejandro comprendió una importante verdad sobre la imaginación humana. La mujer jugaba a ser sensual, creaba un personaje y se entregaba dando su mejor esfuerzo. El corsé blanco era su disfraz, la entrada a una versión distinta de ella misma. Pero el atuendo le quedaba chico. Los pliegues de carne escapaban al control del pedazo de tela; se salían por arriba, por abajo, pequeños y grandes rollos que se asoman curiosos en completa Rebeldía a la figura impuesta. El corsé dibujaba en el cuerpo una cintura fina, un busto prominente, una cadera armónica. Pero ni la cintura, ni el busto, ni la cadera eran reales: la verdad estaban en los rollos. El vestuario elegido era la ficción; el cuerpo, la realidad.
La ficción, la Fantasía, la imaginación, como el corsé, pretendían imponer una orden a la realidad: "Este es el comienzo", "Este es el final", "Esta historia trata de esto", "este es bueno, aquel es malo". Pero la realidad siempre era más grande, siempre mas compleja. Como el desbordante cuerpo de aquella mujer, la realidad no permitía ser encorsentada.
Ahora Amira Annuar caminaba junto a él y no había corsé posible que abarcará, su historia parecía escapar a cualquier orden lógico qué Alejandro intentar a imponerle. Lo que más le molestaba era saber que esta historia se desarrollaba sin su participación, sin que pudiera tomar ninguna decisión para cambiar el rumbo de los acontecimientos. La maquinaria infernal que se habían puesto en funcionamiento de la noche en que los niños desaparecieron, aún ahora, 25 años después, seguía su marcha inexorable hacia un final que lo que no comprendía. ¿Qué podía hacer el ante Amira y su mundo de sueños? ¿que hacer antes Demíen y su silencio? ¿Qué hacer ante Dimitri y su actitud perruna? ¿cómo luchar contra un cangrejo gigante llamado Joseph? Sólo podía dejar que todo siguiera su curso y sorprenderse ante cada nueva pieza del rompecabezas. ¿Y si el rompecabezas no formada ninguna imagen? ¿y si las piezas se sucedían unas a otras agregando más y más confusión?
Al salir de lo Landore, Amira le había pedido que volvieran caminando. No cruzaron palabra en todo el camino mientras la miraba andar, Alejandro se pregunto Hasta qué punto ella sería consciente de lo que había dicho en la habitación del hipnotizador. Había cruzado algunas palabras con Máximo antes de abandonar su despacho, mientras Amira lo esperaba en la habitación contigua. Landore estaba tan confundido como él en cuanto a los resultados de la sesión.
-¿Y? ¿ Cual es su opinión?- le había preguntado Alejandro.
- No sé que pensar. No parece estar mintiendo. Por otro lado, lo que dijo no tiene el menor sentido, al menos para mi. ? Usted entendio algo?
- No... pensé que usted si...
- No. Yo sólo puedo hipnotizarla, de ahí a entender lo que dice...
Mientras pensaba, máximo recorría con la mano su barba rojiza. Alejandro descubrió que se gesto era habitual en él, pues ya lo había notado en el encuentro anterior. Pasa el pulgar y el índice lentamente por su barba, de una punta a la otra, en una especie de reconocimiento del terreno cada tanto se tenían algún pelo en particular para luego de amasar lo durante unos segundos entre las dos yemas arrancarlo y un tirón. Cuáles eran los pelos que debía ser arrancados sólo sus dedos parecían saberlo. - - Era como si se relatara un sueño... - dijo Máximo después de una larga pausa reflexiva durante la cual tres pelos fueron forzados a abandonar su barba-.
Puede que haya expresado sus recuerdos a través de símbolos... Es muy extraño, nunca ví nada igual...
- ¿Y por que no recuerda las cosas tal y como fueron?
– No sabría decirle. Ya le explique varias veces que la hipnosis es uns ciencia con sonas oscuras. El csso de Amira es complejo. Esto, por supuesto, si es que no esta mintiendo.
- Crei que esa opción había quedado descartada. Acababa de decir que no parecia estar mintiendo.
- Dije que no parecia, pero pudo engañarme. ¿Por que no? Mi verecdicto no prueba nada, una mujer tan hermosa como Amira puede engañarme facilmente, se lo aseguro. Pero si no mintio, lo unico que podemos hacer por ahora es meditar sobre lo que oimos y tratar de buscarle sentido.
Alejandro se preguntaba si ese sentido  existiría, si realmente habría alguna forma lógica de interpretar el relato de Amira bajo hipnosis. Mientras la acompañaba a su casa, lo invadió una pena infinita. No pena por ella, si no más bien por el. Por su incapacidad para ayudarla . El dinero ya no importaba. Pensó en sus compañeros y amigos de estudios dedicados a la política, comprometidos con causas nobles que involucraban el futuro, el progreso,  la Nación. Pensó en los festejos del Centenario inflamando los discursos, en los corazones encendidos por la búsqueda del cambio. Pensó en la democracia, en la justicia, la libertad en sus mil formas, muchas veces opuestas. El tenía una causa más humilde: ayudar a esa niña grande a salir de su mundo de  fantasía.  Y estaba fracansando.  Por simple que fuera su meta, no lograba correr el velo que se cernía sobre el pasado de Amira.
Cuando llegaron a la casa de los Annuar, se despidieron con un gesto confuso a mitad de camino entre el saludo formal y la confianza  de dos amigos. Ella lo miro directo a los ojos y sonrió. Era su forma de decirle que no se preocupara demasiado,  que todo iba a estar bien. Una sonrisa que también era agradecimiento, que indicaba que, a pesar de lo desconectada del mundo que parecía estar, entendía los esfuerzos que el estaba haciendo por ayudarla. Y el sintió esa sonrisa como si fuera el mejor de los abrazos.
Alejandro siempre había disfrutado especialmente del momento previo a dormirse. El estado de conciencia adormecida, intermedio entre la vigía y el sueño, en el que las imágenes del día comienzan a mezclarse con el barro acumulado de años de experiencias, y juntos gestan la materia  de los sueños. Ese momento había sido siempre de los más felices  de su vida. Una felicidad íntima, secreta,  cercana a lo religioso mística.
Cerró los ojos. En la oscuridad de su cuarto, en la oscuridad de sus ojos cerrados , en la oscuridad de su mente confusa, comenzó a dormirse y el mundo fue desapareciendo junto a la vigilia. Desapareció su cuarto de prolija austeridad, desapareció Buenos Aires y los hombres que recorrían sus calles dándole forma,  desaparecieron el centenario, la redaccion del diario, las discusiones,  las voces y las opiniones, desaparecieron las mujeres y el deseo, desapareció el mundo y todo lo que hay en el. Y cuando ya estaba sumergido en la zona donde la vigilia y sueño se hacen y no, apareció un rostro. Líneas que se cruzaban.  Rectas, curvas,  daban firmas, dibujaban con luz en la oscuridad. Dibujaban labios finos, ojos  negros brillantes; un rostro que Alejandro conocía. El rostro de Amira Annuar brillando en todo su esplendor . El mundo no competía con ella, había desaparecído para dejarle el lugar que merecía. Alejandro la contemplaba en un tiempo sin tiempo y mientras lo hacía descubrió que la amaba, que desde el primer día en que se encontraron no había dejado de pensar en ella. Y aunque ya estaba dormido, el descubrimiento le dolió.


La Oscuridad De Los ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora