VISITA AL PUERTO

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-Andrew...¿Su padre?
- Eso dijo.
Omar caminaba nervioso de una punta del salón a otra.
-¿Y qué más?
-No mucho.
- Su padre... su padre...
-Por supuesto que no se refería a usted.
Las manos de Omar lo tomaron por las solapas del saco antes de que pudiera reaccionar.
-¡Claro que No! ¡No vi a mi hija durante veinticinco años! ¿¡Quien es ese hombre!? ¿¡Quien me robó a mi hija!?
-Tranquilicese, por favor...
Alejandro empujó suavemente a Omar para no tirarlo al piso, pero con la suficiente fuerza como para sacarselo de encima. Al tomar conciencia de lo que había hecho, Omar se retiró avergonzado a la otra punta del salón.
-Perdon... yo soy su padre... ¡Yo! ¿Quien es? Tengo que saberlo...
-Y lo vamos a saber.
En la calle cada día había más banderas. A medida de que el 25 de mayo se acercaba, un patriotismo embriagado invadía el animo de los porteños. Alejandro caminaba entre banderas blancas y celestes con la cabeza en otra parte. Reacia en su mente la sesión de la hipnosis de Amira. Máximo le había aconsejado que encontrará el sentido del relato y, desde aquella noche,lo intentaba.
Una y otra vez evocaba las voz de Amira que hablaba de la habitación blanca, de la playa, del caminar sobre el agua, del cangrejo gigante, de su papá,y, poco a poco, el asombro ante lo extraño de la historia fue despejandose para dejar al desnudo algunos datos concretos.
Separando cada uno de los elementos del relato, Alejandro pudo distinguir lo que era de utilidad para su investigación. Tenía un lugar, una especie de celda blanca que mediante un túnel comunicaba a una playa. Tenía a un personaje, el cangrejo gigante, y ahí la cosa se ponía más interesante pues amenos sabía el nombre -Joseph- y su profesión: "El cangrejo gigante es marinero", más algunas señales particulares, como los escupitajos constantes. Si tomaba en cuenta estos datos, llegaba a un resultado con apariencia, al menos, de pista: un marinero llamado Joseph. Pero ¿Por qué un cangrejo? Luego de pensarlo mucho recordó que los marineros solían tatuarse símbolos de su oficio; quizás, en la confusión mental de Amira, un marinero con un cangrejo tatuado se había convertido en un cangrejo gigante.
Decidió que ya era momento de pasar a una etapa más activa de la investigación. Si había un marinero involucrado, el sabía donde encontrarlo. Espero a que se hiciera de noche y salió. Hacia frío para esa época del año. Dejo atrás el centro, luego el Bajo y encontró en el puerto . Las calles del puerto eran de las más sucias; ni siquiera los preparativos para los festejos de centenario, verdadera lavada de cara para la ciudad entera , evitaba que las ratas anduviesen a su antojo por el lugar.
Alejandro había tenido la preocupación de vestirse humildemente para quien lo cruzase lo tomará por un vecino del lugar sabía bien donde tenía que ir para encontrar lo que estaba buscando y pronto el sonido de las risas y la música proveniente de los pirigundines le indicó que había llegado. Encontró a uno de los tantos tugurios que cruzó. El lugar estaba bastante lleno y el animo festivo.
Entre los parroquianos, busco al más apropiado para sus fines. Encontró candidato en un viejo de boina, barba blanca y pocos dientes que en una mesa roñosa tomaba una caña. Lo encaró.
-Buenas noches- saludo mientras se arrimaba a la mesa
El viejo lo miro con curiosidad.
-Buonasera- respondió con desgano.
-¿Le invito otra copa?
-Grazie.
La aceptación del viejo le daba derecho a sentarse en la mesa.
-Estoy buscando a alguien- dijo Alejandro.
El viejo se limitó a realizar un gesto difuso con los hombros, como diciendo "Mucha gente busca a mucha gente".
-Un marinero de nombre Joseph, extranjero seguramente, con un tatuaje de cangrejo en alguna parte del cuerpo...
El viejo daba vueltas y no respondía; se distraía con el barullo de las mesas circundantes, se reía con chistes que nadie hacia. Obviamente estaba esperando una recompensa mayor por su respuesta que un vaso de caña. Alejandro ya tenía listo el billete entre el dedo índice y el mayor, y con sólo mostrarlo fugazmente recuperó la atención del viejo.
-Yo no de nada... Se que hay gente que se esconde. El puerto es un buen lugar. Muchos hicieron cosas malas. Hay que tener cuidado...
El viejo se calló y miro ansioso la mano que tenía el billete.
-No me ha dicho nada que no supiera- contestó Alejandro con frialdad.
El viejo volvió hacer unos gestos difusos mientras se rascaba
la cabeza.
-Pero es que yo no se nada . Conozco gente que sabe, pero yo no se nada...
-Entonces,¿Por qué no me lleva con alguien que sepa? Me haría un buen favor.
Refunfuñando en italiano, el viejo le indicó que lo siguiera. Salieron a la calle. Casi se llevan por delante a una pareja que se divertía en la puerta del boliche.
El hombre los insulto pero ni el viejo ni Alejandro le hicieron caso. Caminando en la oscuridad, se apartaron un par de calles hasta llegara otro local tan pestilente como el anterior. Entraron. En la mitad del salon, el viejo le indico con un gesto que lo esperar ahi mientras el se acercaba a una mesa del fondo en la que un hombre corpulento besaba el cuello de una muchacha sentada en su regazo. El hombre oyo lo que el viejo le decia y, a traves de la capa de humo que los separaba, clavo la vista en Alejandro. Despidio a la muchacha, que dejo los arrumacos fastidiada. La mirada adusta del hombre le indico que se acercara. Mientras se sentaba en la mesa, el billete que llevaba en la mano izquierda paso a la derecha del viejo, y al instante desaparecio. El hombretón liquido de un trago su bebida y observo a Alejandro mientras se rascaba el menton.

La Oscuridad De Los ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora