Tras la muerte del primogénito un silencio atronador se hizo en el reino, hubo luto riguroso durante una semana y misivas fueron enviadas a cada casa dando a conocer la trágica noticia. El rey muy apenado ante la pérdida no salió de su recamara ni probó bocado alguno durante tres días enteros. Los sirvientes tan preocupados como estaban rogaron por medio de cartas a los príncipes restantes que regresaran para aliviar el sufrimiento de su padre. Pero todos esos trozos de papel nunca recibieron respuesta, no sabemos si los príncipes decidieron continuar con su búsqueda sin preocuparse por su apenado padre o fue el mismo destino el cual planeó la desaparición tan misteriosa de esas notas.
Pero no le demos más vueltas a eso, de momento no es importante, o tal vez si, solo el tiempo lo dirá. Proseguiré entonces por otro lugar, muy alejado de las comodidades el palacio, cerrad los ojos ahora y adentrémonos en la más profunda selva que jamás hayas podido imaginar.
—¡Vamos! No hay tiempo que perder, entre más nos entretenemos más cerca se hayan mis hermanos de conseguir el trono.
—¡Moveos!
La selva se despertó entre gritos, la calma que siempre había poseído se veía enturbiada por voces estridentes. De pronto el silencio volvió, los habitantes de ese lugar respiraron profundamente, tal vez ya había pasado todo.
—¡Tengo que hacerlo todo yo! ¡O es que vosotros inútiles no sois capaces siquiera de seguirme el ritmo!
Pájaros salieron volando rápidamente perdiéndose en el cielo en busca de lugares más tranquilos, los animales se despertaron y se adentraron más profundo en la selva para intentar recuperar la tan ansiada calma. Un tigre rugió a la nada en medio del lugar y varios reptiles hicieron ruidos de advertencia. Por un camino de hojas rodeado de árboles tan altos que daban la sensación de estar acariciando el cielo un príncipe gritaba órdenes y mandatos ante unos estupefactos soldados. Aquí está por tanto el segundo hombre de nuestra historia.
Ryan, nombrado así por haber nacido con el primer rayo de sol de la mañana caminaba por la selva con aspecto irritado. Odiaba la selva, odiaba la humedad, pero sin duda alguna lo que más detestaba en este mundo eran los malditos insectos, los cuales desde su entrada en el bosque se habían propuesto martirizarlo. Por ello había cubierto hasta su cabeza con tela para alejarlos de él, aunque esto tal vez no fuera la mejor idea ya que la ropa se le pegaba al cuerpo por las altas temperaturas. Había decidido adentrarse allí, muy en contra de su buen juicio al pensar que ya que estaban buscando el problema de la naturaleza lo lógico sería ir hacia su lugar de origen, la selva. Por ello se había armado hasta los dientes consciente de los peligros posibles y recibiendo la noticia del fallecimiento de su hermano (no con tanta tristeza como debería haber poseído) se había rodeado de los mejores soldados de todo el reino. La ruta continuo varios días hasta que Ryan decidió que ya se habían adentrado lo suficiente, encontró una llanura para descansar y allí mismo hicieron el campamento.
El grupo se dividió en pequeños equipos para salir a investigar la profunda selva aunque ninguno llego con noticias útiles, decidieron entonces adentrarse cada vez más y fue en ese momento cuando lo encontraron.
Ese día había amanecido como cualquier otro, el sol iluminaba el cielo y los soldados comenzaron a prepararse para otro arduo día de trabajo. Entre risas comieron parte de las provisiones que quedaban y se armaron los grupos para continuar con la búsqueda. El príncipe mientras tanto seguía durmiendo plácidamente en una tienda en medio del campamento, el pabellón poseía un tamaño tal que en ella podrían haber dormido una veintena de soldados. De pronto un ruido le despertó de su letargo. Abrió un ojo con pereza y observó detenidamente al hombre que se hallaba ante él, así podría memorizar cuidadosamente los rasgos de la persona que ejecutaría ese mismo día por haberle despertado.
—¿Qué quieres?— preguntó con un tono de ira que cualquiera habría salido corriendo al oírlo.
—...Señor....— tartamudeo el muchacho.
—Lamento haberle despertado... pero... hay una emergencia que necesita de su atención.Ryan se le quedó mirando y dijo:
—Lárgate, ¿o pretendes que me cambie delante tuyo?
El pobre soldado tartamudeante huyó como alma que lleva el diablo susurrando numerosas disculpas. Entonces el príncipe sonrió, no había nada que más disfrutara que aterrorizar a sus inferiores. Se dispuso a vestirse lentamente, nadie le daba órdenes y por ello no tuvo ninguna prisa en llegar al lugar donde lo requerían.
Fuera de la tienda otro soldado esperaba, este era un hombre mayor, tenía una barba canosa, pelo corto y una cicatriz que le cruzaba media cara. El príncipe le recibió con más respeto al no ser un joven alocado sino el capitán del ejército de su padre. Ese hombre le había visto crecer y gracias a él era capaz de empuñar una espada además era el representante de su padre e informaría de todo el progreso que llevara a cabo. Por ello tendría que tragarse todo su mal genio a la hora de dirigirse a él.
—¿Ya estás aterrorizando chiquillos tan pronto en la mañana? Creo recordar que tus padres te educaron mejor que eso niño.
El príncipe castañeteó los dientes, no soportaba que el capitán lo tratara de jovencito en vez de lo que era, un soberano. Respiró tres veces profundamente y cuando notó que se hallaba lo suficientemente controlado respondió:
—Capitán, no sabía que era usted el que requería mi presencia, si me lo hubieran dicho no le habría hecho esperar.
El capitán hizo una mueca y pensó que ese chaval necesitaba unos buenos palos. Nunca había sido así recordó, de joven era animado y travieso pero nunca había perdido su bondad, incluso después de recibir innumerables castigos por meterse en líos siempre se echaba la culpa así mismo antes que a sus hermanos y después de la reprimenda regresaba siempre con una sonrisa. Poco quedaba ya de aquel niño en el hombre que ahora le observaba, el rostro del príncipe tenía una arruga perpetua en su frente de fruncir el ceño. Además poseía la estructura de alguien poderoso, a sus 22 años era alto, siempre erguido y con esa sonrisa socarrona perpetua. Así mismo era fuerte y muy inteligente, desde pequeño se había entrenado en el arte de la guerra y eso le había dado unas habilidades innatas a la hora de pelear. De todas formas a pesar de todas estas cualidades un halo de oscuridad rodeaba su persona. Se fijó entonces en sus ojos, parecían apagados, como si alguien les hubiera quitado el brillo. Recordó en ese momento el día de la catástrofe, el día en el que la reina murió y como fue aquella mañana antes de que supieran la horrible noticia, la ultima vez que vio aquellos ojos brillar.
—Dejemos eso por ahora, hay algo que requiere su atención inmediatamente alteza.
—Y eso ¿que podría ser capitán?
—Una de las patrullas que salió anoche ha regresado esta mañana con noticias. Han encontrado algo.
El príncipe sonrió entonces, al fin, ya era hora se dijo y siguiendo las instrucciones del capitán fue en busca de la patrulla para que le guiaran al descubrimiento. Sin tiempo para descansar los soldados acompañaron al extasiado rey hacia su destino.
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Cuentos de las estrellas [PAUSADA]
FantasyDicen que las estrellas poseen la sabiduría eterna y por ello es en la noche cuando inspirados por su luz surgen las más maravillosas historias. Así que venid, acomodaos bien y preparaos para descubrir conmigo lo que este relato nos deparará. Todo c...