Es la hora

101 29 90
                                    

Caminando Shyla llegó a su habitación en donde un animal dormitaba tranquilamente, cogió el bolso de cuero que la habían dado y se dispuso a recoger lo indispensable. Viajaba ligera como es de entender, solo poseía el conjunto que Morgan la había entregado y la ropa que en esos momentos llevaba encima. Guardó en el interior de aquella bolsa la cantimplora con agua y se dispuso a descender por las escaleras, la madera chirrió bajo sus pies y una vez que llegó a la cocina pidió a la mujer que allí trabajaba algo de alimento para el viaje. La mujer indicó que volviera más tarde a por ello y Shyla contenta decidió salir a investigar. Sabía que no podía quedarse más tiempo abusando de la hospitalidad de aquella gente, ella tenía un propósito personal y no iba a parar hasta llevarlo a cabo. Había decidido quedarse cinco noches para renovar fuerzas y ayudar todo lo posible a la tribu pero tras el extraño sueño de la tina sentía que tenía que avanzar. Este era el momento se dijo, la tribu estaría en buenas manos y se quedarían en el pueblo hasta el final de las nieves, de esta forma Morgan estaría a tiempo de regresar a su hogar. No había recibido noticias suyas pensó, habían pasado tres días desde el horrible incidente y ni un solo mensaje había aparecido, Shyla pensó que su amiga probablemente seguía conmocionada y necesitaba tiempo a solas, pero eso no eliminaba la preocupación de su corazón. No, se dijo, no era el momento de pensar en esas cosas, hacía un día hermoso y ya que sería su última estancia en aquel lugar quería conocerlo. En tres días no había salido de la casa y estaba deseando caminar por las calles. En un principio estuvo preocupada por si las autoridades la reconocían pero luego recordó que Rocked estaba al otro lado de las montañas, en el territorio del reino y con las nieves era imposible que un mensajero pudiera haber traído la información. Además seguramente todos los de su antigua ciudad pensarían que estaba muerta debido a los desprendimiento o a las horribles heladas que atacaban a las montañas, para ellos sería imposible que una doncella en vestido pudiera sobrevivir. Shyla sonrió, como se notaba que no la conocían, sería muchas cosas pero si había algo que había aprendido a lo largo de los años era a no rendirse. Ocultando su rostro con una capa que había cogido la chica serpenteó entre las distintas calles admirando los alrededores, Rocked era un pueblo muy luminoso, con flores adornando las calles y pequeñas casitas por doquier. No era una localidad muy rica eso sí, pero al ser un pueblo pequeño la comunidad trataba de salir todos juntos a flote, el gobernador era ya un hombre anciano que al llevar toda su vida en aquel lugar era considerado uno más. No había tenido oportunidad de conocerlo, y mejor que así fuera, pero según había oído era uno de los pocos que continuaba fiel a la anterior monarquía y a la bondad que esta quería implantar. Shyla no recordaba el reinado anterior, ni siquiera había nacido cuando este tuvo lugar, pero por lo que sabía el rey había sido amado por todos y sus cinco hijos muy queridos y respetados. No se sabía muy bien que había pasado con ellos, ni era algo que la interesara, eso se lo dejaba a los eruditos que fanfarroneaban de su sabiduría en la corte, ella tenía suficiente con lo suyo como para preocuparse por la línea sucesoria. La chica continuó avanzando mirando a su alrededor, las fiestas pronto tendrían lugar pensó. El invierno estaba allí y el final de un ciclo se aproximaba, por tanto justo nueve días antes de que el ciclo concluyera Yuletide tendría lugar. Esta era la celebración invernal por excelencia y duraba diez días, finalizando con el primer rayo de sol del nuevo ciclo y con una peregrinación al cruce de los ríos. Esta era una fiesta ancestral que recordaba la reunión que millones de siglos atrás las ninfas tenían una vez por ciclo. Tanto tiempo después personas de todos los rincones del reino se aproximaban al cruce y miraban juntos las estrellas. Antiguamente esta reunión había sido muy valorada por todos, pero en aquel momento era una tradición como muchas otras. Shyla nunca había estado en el cruce y demasiadas veces había soñado con ir, manteniendo esa inocencia de la juventud al pensar en aquella reunión como algo casi mágico. La muchacha meditó detenidamente barajado la posibilidades, faltaban ocho noches para Yuletide, y ya se notaba el ambiente en todo el pueblo, pero... ¿Sería buena idea asistir? En estos momentos era una proscrita, tenía la esperanza de al no haberse podido enviar mensaje más allá de la montaña en la capital no se supiera nada, pero ¿y si no era así? Tras darle vueltas decidió pensar en ello más tarde, faltaba bastante tiempo y la capital estaba en la dirección que ella tomaría, por tanto tenía aún tiempo para decidir antes de que los caminos se dividieran.

Cuentos de las estrellas [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora