Capítulo 4 | Primer día

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"Estoy vivo, 
porque a final de cuentas,
la vida siempre se abre camino."
Habrá que vivir. Ruben Pozo.     

A la mañana siguiente, me despierta una molesta vibración bajo mi almohada

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A la mañana siguiente, me despierta una molesta vibración bajo mi almohada. Con los ojos entreabiertos y todavía somnolienta, miro la pantalla del móvil y descubro que tengo cinco llamadas perdidas de mi padre. Mierda. Por un momento pienso que todo ha sido fruto de un mal sueño, pero la realidad cae sobre mí como un jarro de agua fría. 

Al despertarme necesito un momento para recordar los acontecimientos de la noche anterior, ya que todo se torna borroso en mi mente. Un fuerte dolor de cabeza se apodera de mí en cuanto me incorporo para contestar la docena de mensajes que tengo en WhatsApp. Casi todos son de Sarah, excepto por el mensaje de un número que no tengo registrado. Pienso que alguien se ha equivocado, pero al abrirlo sé que no es así:

Hola Emma, soy Erik ¿te acuerdas de mí? Espero que sí. Sarah me ha dado tu número y quería saber si te interesaría tomar algo conmigo esta noche. Espero tu respuesta. Hasta pronto, borrachina.

Me quedo a cuadros, ni siquiera sé quién es ese tipo. Opto por apagar el móvil e intentar olvidar el mensaje. La verdad es que solo recuerdo haberme bebido una copa de champán, haberle tirado otra encima a aquella chica rubia ligera de ropa, y de como Liam estalló en una carcajada. Joder. Liam.

Como si fuera un acto reflejo, mi mirada desciende hasta la camiseta negra que llevo puesta. ¿De dónde ha salido? Flash backs vienen a mi mente al instante, y recuerdo como me he desmayado delante de él. Mierda. Mis mejillas se colorean de un rojo intenso cuando me doy cuenta de que ni siquiera llevo sujetador. Dios mío, ¿me habrá quitado Liam mi vestido y puesto esta camiseta? ¿Me habrá visto desnuda? Noto como mi cabeza se inunda en un sin fin de preguntas sin respuestas y siento que me voy a explotar.

No puedo quedarme con la duda, así que me levanto de la cama y me abalanzo hacia la puerta. Bajo las escaleras a toda prisa y un mareo repentino me invade. Cuando consigo llegar hasta el recibidor, noto como mis tripas rugen con intensidad. Necesito comer algo si no quiero volver a desmayarme, por lo que me encamino hacia la cocina.

Al abrir las puertas con toda la energía que me queda, entro a una gran habitación decorada con muebles blancos y negros. Ando unos pasos y le veo. Allí está Liam, preparándose lo que parece un bol de cereales. Lleva un pantalón de chándal gris y una camiseta negra de manga corta que se le pega a los músculos y realza su masculina figura.

—Buenos días —musito y me apoyo de espaldas en una de las frías encimeras de la cocina.

Liam me ignora por completo mientras su mirada barre el lugar hasta posarse encima de mí. Comienza a andar por la cocina hasta llegar a donde yo estoy, se para frente a mí y, cuando pienso que voy a obtener una respuesta por su parte, eleva su mano hacia el estante que está justo arriba de mi cabeza y coge un cartón de leche todavía sin abrir.

Necesito que me creasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora