Capítulo 8 | Mediometro

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''Un día cualquiera no sabes que hora es 
te acuestas a mi lado sin saber por qué 
las calles mojadas te han visto crecer
y tú en tu corazón estas llorando otra vez.''
Chica de ayer. Nacha Pop.    

Después de llevarnos abrazados como una eternidad, Pit y yo decidimos ir a comer a una pizzería nueva que han abierto en Menlo Park

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Después de llevarnos abrazados como una eternidad, Pit y yo decidimos ir a comer a una pizzería nueva que han abierto en Menlo Park. Me siento un poco mal por no haber avisado a Sarah, pero mi enfado con ella supera con creces mi sentimiento de culpa.

Paso con Peter el resto del día, y me río tanto que casi logro sacar a Liam Ackerman de mis pensamientos. Y digo casi, porque ni siquiera reírme con mi mejor amigo es suficiente para olvidarme de él.

Nos paramos ante una heladería y mientras Pit pide dos tarrinas pequeñas, una chica de pelo azul chillón me saluda con la mano desde el otro lado de la calle.

—¡Hola guapa! —grita Ashley desde la otra acera, levantando la mano en mi dirección—. ¿Dónde os metisteis Liam y tú anoche? —pregunta cruzando la calle sin mirar y acercándose a mí.

Un coche que estuvo a punto de atropellarla unos segundos antes, toca varias veces el claxon a la vez que ella le hace un corte de mangas y le saca la lengua. Mientras se voltea hacia aquel conductor furioso, puedo fijarme en todos los tatuajes que posee; una marea de vivos colores le envuelve el brazo derecho como si se tratase de una obra de arte. Cuando Ashley consigue llegar hasta mí, Peter se gira ofreciéndome el helado con una ancha sonrisa perfecta.

—Vaya, ¿quién es ese bombón? —me susurra Ashley al oído.

—Pit, esta es Ashley, mi nueva amiga —la presento mientras ella le hace un profundo repaso con la mirada.

—Ash para los amigos —me corrige con una amplia sonrisa y sin despegar los ojos de Pit.

—Encantado, Ash —la saluda Peter, observando a aquella chica como si se tratase de un personaje recién salido de un cómic, pero sin dejar de sonreír.

—Bueno chicos, tengo que irme ya o llegaré tarde a clase de dibujo —asegura mirando su reloj de pulsera—.Hasta luego, Pit —se despide y le guiña un ojo.

Al momento desaparece por una de las animadas calles de Menlo Park. Yo no puedo evitar soltar una risita y Pit me mira confundido.

—¿Qué pasa? —enarca una ceja.

—Está claro que le gustas, Pit, y mucho —afirmo llevándome a la boca una cucharada de limón y chocolate de mi tarrina que está empezando a derretirse.

—¿Estás de broma, verdad? —pregunta mientras se pasa la mano por el pelo, contrariado.

—Por supuesto que no. Es más, me ha dicho al oído que eres un bombón —confieso ahogando una risita.

Necesito que me creasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora