Capítulo 7 | Pólvora

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''Y nos dieron las diez y las once
Las doce y la una, y las dos y las tres
Y desnudos al anochecer nos encontró la luna.''
Y nos dieron las diez. Sabina.

En cuanto cierro la puerta de mi habitación, me siento una completa extraña

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En cuanto cierro la puerta de mi habitación, me siento una completa extraña. ¿Desde cuando soy una alcohólica empedernida que se besa en un cuarto apartado con tipos como Liam Ackerman? El recuerdo me vino a la mente como un huracán en plena tormenta y mis mejillas se colorearon de un rojo intenso. Ese beso lo ha cambiado todo, y lo peor es que también me ha cambiado a mí. Nunca me he sentido de esta forma, como si Liam fuese una droga que necesitara para seguir viviendo. En el fondo creo que realmente es así, una droga tóxica pero adictiva.

Me desmaquillo en el espejo de mi cuarto, me pongo un moño deshilachado y mi pijama de seda negro. Por un momento echo en falta aquella camisa negra con olor a limón que me puse el día anterior. Muy a mi pesar tuve que echarla a lavar, ya que si no corría el riesgo de que viniese a quitármela él mismo. Mis labios se humedecen al pensarlo, creo que no me importaría demasiado si lo hiciese.

Aparto de mi mente ese pensamiento y me tumbo en la cama acompañada de un blog y un bolígrafo. Me fijo en aquel cuaderno color verde y marrón avellana que me regaló mi madre cuando yo tenía ocho años y empecé a escribir poesía.

Es el mejor regalo que me han hecho nunca.

Paso mis finos dedos por la cubierta donde unas líneas dibujadas sobresalen de ella; se trata de un halcón envuelto en una estrella de seis puntas. Siempre me he preguntado qué significaría aquello. Abro el blog con sumo cuidado y me dejo llevar por la tinta recorriendo el viejo y desgastado papel:

"El aire se vuelve pólvora en mis pulmones
y tú eres la cerilla que me hará explotar
de una vez por todas."

************

Como tantas otras veces, me he quedado dormida con el cuaderno encima de mi cabeza. Miro el reloj despertador y observo que marca exactamente las cuatro de la mañana. Cuando me decido a levantarme y a caminar hasta el cuarto de baño, oigo unos gemidos procedentes de la habitación de Liam.

Sin pensarlo dos veces y con un millón de preguntas rondándome la mente, abro la puerta de donde provienen aquellos gemidos de un tirón. Liam está tumbado sobre la cama sin camiseta, y Elena está sobre él, moviéndose provocativamente mientras le besa. Solo lleva puesto un sujetador y unas bragas rosas minúsculas. Mierda. Mis ojos se abren desmesuradamente y mis pies me anclan al suelo, sin posibilidad de escapar de allí. Elena se percata de mi presencia y se gira esbozando una sonrisa malévola y cruel. Liam, por su parte, se limita a incorporarse.

—¿Qué cojones haces en mi cuarto? —bufa sin mostrar ninguna expresión en su rostro.

—Yo... —me callo al segundo, no sé qué decir.

Necesito que me creasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora