SU CAIDA
|Londres, Inglaterra, 1° De Febrero de 1870|
La luna iluminaba las calles de Londres. Sólo la luna, ya que en la parte baja de la ciudad, las luces que alumbraban las calles estaban en falta, también como la recolección de basura, y el mantenimiento público. Así era que en Bloodreaver, donde la oscuridad dominaba sus calles, estaba completamente deshabitado, o eso se daba a parecer si mirabas al pasar vagamente, si es que te atrevías a mirar a ese sector oscuro de la ciudad.
Una lluvia de chapoteo empezó a caer de los cielos. Pero poco a poco, se transformó en un increíble torrente, que te impedía ver a más de siete metros. Como si eso no bastara, el viento comenzó a soplar ferozmente.
La calle se veía casi inundada, toda Blooddreaver tenía casi quince centímetros de agua, mezclada con desperdicios. El olor que se expulsaba de las alcantarillas era asqueroso, repugnante y casi imposible de aguantar. Aun cuando eso no era suficiente las ratas se agregaban cordialmente al paisaje fantasmal de aquella noche.
No había sonidos, sólo el de la lluvia pegando contra la empedrada. Cuando se dieron las doce un carruaje dio la vuelta, dirigiéndose hacia Blooddreaver. El sonido de las ruedas y los caballos tirando de ellas retumbaron en el lugar, siendo el único ruido allí presente.
Un hombre, vestido de traje, con capa y galera salió del carruaje, acompañado de un bastón en donde apoyaba su cuerpo del lado izquierdo al caminar. Aquel hombre llevaba barba bastante crecida, oscura, como su cabello negro azabache. El bastón le daba un aire de grandeza, pero sin duda alguna, aquel sombrío hombre no necesitaba de algún complemento para aumentar su grandeza, con sólo pronunciar su apellido bastaba. "Cassville"
Su paso firme y duro iba encaminado hacia "Goes to´Hell", una de las cavernas más peligrosas de Blooddreaver, como su nombre lo dice. Las personas se giraron a verlo, e inmediatamente el silencio se hizo presente en la oscura y olorienta caverna.
Cassville se dirigió hacia la barra de bebidas, donde un asustado cantinero escondía su mirada. Cassville hubiera dado su vida por no estar allí esa noche, pero su vida corría peligro de muerte, y también la de su hijo pequeño. Su mayor temor lo estaba esperando detrás de alguna puerta de este ratonioso lugar, y tal vez sería su fin. Con libro y pluma en mano se acercó pretendiendo estar de lo más tranquilo.
-Necesito hablar con Dimitri - Su voz sonó dura y firme, contrastando el sentimiento de duda y nerviosismo que lo invadía por dentro. El cantinero incapaz de hablarle a Cassville, señaló la puerta de roble macizo que se encontraba al final de la caverna, en el sector más oscuro. Cassville hizo un gesto de agradecimiento con su galera y caminó no muy decidido a la puerta que le cantinero asustado de había marcado. Tocó tres veces, y a la tercera la puerta se abrió sin ayuda.
El lugar también estaba oscuro, iluminado sólo por una tétrica luz amarillenta, que amenazaba con apagarse en cualquier momento. El olor rancio y a viejo se coló en su anatomía, impidiéndole respirar profundamente. Buscó a Dimitri por la gran habitación en ruinas y se encontró con una figura alta, formada y fuerte, mirando hacia la ventana sin ningún punto fijo. Cassville se aclaró la garganta para informar que había llegado, sin embargo Dimitri lo había sentido desde que paró afuera en su carruaje. Nadie lo engañaba.