SENTIR
– ¡Diana, no te alejes! – Sentí a Harry gritar desde el jardín. Asomé mi cabeza por la pequeña ventana de la cocina y ví que él había salido a buscarla a nuestra pequeña, quien como siempre, en compañía de su pequeño perro Blacky, se perdía entre los arbustos y flores.
Nos encontrábamos en las afueras de Wells. Viviendo tranquilamente alejados de todo el mundo. Hacía más de un año y medio que nos habíamos instalado en esta casa. Luego de que Harry se convirtiera en humano, las cosas fueron fáciles y sencillas. Harry volvió a asesinar a Dimitri, y con él, todos los demonios que están de su lado volvieron a donde pertenecían. Los Vampiros aliados a los Caídos se quedaron tal y como estaban. El ejército "The Fallen" ahora tenía más de cien miembros, y los vampiros, inclusive Niall estaban dentro. Los demás Vampiros y Caídos en contra de todo lo bueno cayeron en una profunda distorcion en cuanto Diana nació, y supimos que los efectos de la "Profecía del Humano" habían hecho efecto. El mundo parecía aún más calmado.
– Dile a mamá que tenemos hambre – Sentí a Harry susurrar desde la entrada de la casa, me voltee a verlo y negué con la cabeza. Diana entró a la cocina con una flor en su mano, hacía pocos meses que caminaba, y apenas podía decir algunas palabras, como "mamá" o "papá". Diana estiró su pequeña manita frente a mí, entregándome una Margarita pequeña que se escurría en sus manos. Su ojos verdes capturaron los míos y me esbozó una sonrisa.
– Gracias mi amor – Murmuré tomándola en mis brazos, ella me rodeó con sus brazos y ví a Harry detrás de nosotras, quien nos observaba atentamente – Creo que papá está celoso... – Solté mirando a Harry, fingiendo una mueca, él emitió una carcajada y se acercó a nosotras. Como siempre lo hacía nos rodeó a ambas con sus brazos y nos besó en la mejilla a cada una. Diana rió dulcemente y tiró de mí para bajarse de mis brazos, ya que había visto pasar a Blacky por debajo de nosotras, pobre perro, ella le hacía la vida imposible, siguiéndolo por la casa entera.
– ¿Tienes hambre? – Le pregunté a Harry a medida en que tiraba del cuello de su camisa hacia mí para atrapar sus labios en un profundo beso, él gruñó bajo mi efecto y sonrió al separarnos.
– Todavía no me acostumbro a sentir hambre – Dijo robando un pedazo de tortita de la mesada, le pegué en la mano y él soltó un quejido frunciendo el ceño.
– Y parece que tampoco sabes controlar muy bien el clima Harry, por que hacen quince grados afuera y estás solo en camisa – Dije señalándolo.
– Seguramente preferirías que no trajera nada puesto cielo... – Susurró en mi oído, sentí sus manos en mi cintura y su cuerpo pegado suavemente detrás de mí.
– Sí que me conoces bien – Musité mirándolo a los ojos, él asintió.
– ¿Esos son Niall y Annie? – Preguntó sorpresivamente mirando por la ventana de al cocina, asentí con una sonrisa y corrí a la puerta. Sentí a Diana llorar y cuando me giré a verla estaba sentada a mitad del pasillo, siendo lengueteada por Blacky.
– Perro bobo – Farfulló Harry levantando a Diana del suelo – ¿Estás bien amor? – Dijo dirigiéndose a la pequeña castaña quien asintió con mala cara, mirando al pobre Blacky salir de casa.
Niall y Annie llegaron a comer ese día, como en los dos últimos años, pasábamos Víspera de Navidad junto a ellos, Anastasia y Damon. Nunca más supimos que había pasado con Carol, Bastian o los demás, y preferíamos no saber de ellos, y aunque Niall si lo sabía no preguntábamos en lo absoluto. Esa vida ya había sido dejada atrás. En cuanto la cena se terminó cada uno partió a su hogar y me encargué de los platos sucios mientras Harry hacía dormir a Diana en su cuna.
Al terminar de guardar y acomodar todo, subí a la habitación. Harry estaba justo en aquel instante cerrando la puerta de la habitación de Diana y colocó los dedos en sus labios chistando para que no haga ruido. Él se acercó rápidamente en la oscuridad, atrapándome contra una de las paredes y comenzó con sus besos pasionales y asfixiantes. Le seguí el ritmo a la perfección, mientras enredaba mis piernas en su cintura y me dejaba llevar a la cama sobre él. En cuanto caí en el colchón nos escabullimos rápidamente y estiré la mano hacia mi mesa de noche para encender el interruptor que nos transmitía los ruidos desde la habitación de Diana, por si acaso ella despertaba y comenzaba a lloriquear.
– ¿Vas a darme mi regalo de Navidad? – Le pregunté respirando entrecortadamente mientras él infiltraba sus tibias manos bajo mi ropa.
– Te lo daría todos los días cielo, te amo – Jadeó sobre mis labios, y fuimos consumidos una vez más por la pasión.
– También te amo Harry, como a nadie en el mundo – Solté acariciando su mejilla.