DULCES PALABRAS
Harry terminó de mandar su tan preciado y sugerente correo electrónico a Luci. Para él, ella era la persona más importante en su vida, era por quien él vivía día a día. Los ojos grises de Luci lo cautivaban con sólo mirarlo unos segundos, esa chica verdaderamente lo traía loco, y además despertaba sentimientos que nunca había sentido con otra mujer, además de que en realidad no había sentido absolutamente nada con otra mujer, ni siquiera con Anastasia.
Black sabía que Luci era el amor de su vida, lo tenía en claro desde que la vio en aquella discoteca, desde que sintió su roce por primera vez. Sin embargo, la actitud independiente y guerrera de la chica lo cautivo aún más, porque aunque Luci era una chica dulce, tímida y tranquila, cuando se trataba de su familia, o incluso de él, dejaba atrás toda timidez y salía a cortar cabezas por ellos, si era necesario claro.
Harry conducía en su motocicleta negra hacia WestWells, a salvar a la tonta de Annie Jones, que se había metido en problemas otra vez. Él sabía que Luci no estaba contenta con la idea de que él estuviera pendiente de la rubia oxigenada el día entero, y a él tampoco le contentaba la idea de hacerlo, pero sabía que debía cumplirlo, pues si no, tenía que alejarse de Luci para siempre, y volver a ese horrible lugar otra vez.
Los Arcángeles lo observaban desde el cielo sin perderle una sola pisada, un solo detalle, y hasta ahora, solo hasta ahora, no habían llamado para advertencia de nada, a pesar que el día de ayer había salido a buscar a Luci y había estado junto a ella en un lugar público, puede que no lo hayan visto justo en ese momento, pero la verdad era que no estaba seguro. El único lugar donde los Arcángeles no llegaban a ver era dentro de su casa, ese era límite plantado, pero la casa de Luci si era vigilada constantemente por ellos, Harry le mintió. Pero sólo fue porque él no toleraba verla preocupada todo el tiempo, él quería, y creía que Luci se merecía a alguien mejor, alguien con quien pueda vivir una vida normal, sin embargo Black no podía dejarla ir aunque pusiera toda la voluntad del mundo. Sabía que estaba en peligro, él no podía merodear junto a su novia por cualquier lugar, sólo en su casa, pero eso era molesto, y como era digno de Harry Black, él no cumplía las reglas.
La cabeza de Harry daba una y mil vueltas acerca de aquel asunto, le había mentido a Luci, le había dicho que él no estaba en peligro, que todo estaba bien, pero era una simple mentira, todo no estaba bien, el riesgo de que los Arcángeles lo hayan visto era de un cien por ciento, y él lo sabía, temía por las consecuencias de sus actos, pero no podía evitarlo, la noche anterior había peleado con Luci, y eso era lo que más le molestaba, no podía verla triste o enojada por su culpa, entonces había decidido ir a sus sueños, y usar su más encantador truco, pero luego todo se complicó cuando Luci le pidió que fuera a su casa, que se quedase con ella, que lo necesitaba, Harry no dudó un segundo, y allí fue cuando las cosas empeoraron, al poner un pie en la puerta de Luci, supo que corría el riesgo de estar siendo observado por ellos, pero sin duda no iba a dejar que los Arcángeles le impidieran ver a su novia en donde a él se le diera la gana.
Así que tan solo debía esperar a que esos estúpidos ángeles se contactaran con él, y así, saber la verdad, allí se daría cuenta de si su escapada amorosa la noche anterior había llegado a sus ojos, o si había ocurrido el milagro de que su huída nocturno no callera en sus ojos.
Pero el temor más grande que Harry tenía era que Luci se cansara, que se cansara de él, de sus problemas, de las reglas que lo rodeaban. Él quería ser alguien irremplazable para ella, pero sentía que no podía hacerlo si no podía entregarse libremente a ella, constantemente las palabras “No podemos ir allí”; “Van a vernos”;“Es peligroso”; “No podemos”, aparecían en sus conversaciones, y veía los dulces y hermosos ojos de Luci desilusionarse con cada prohibición. Eso era lo que temía, que ella se enamorara de otra persona quien pueda decirle todo que sí, que pueda llevarla a cenar, a ver películas, que no tenga sólo que hacerle el amor en su casa y con las ventanas y puertas cerradas, que pudiera hacérselo en donde ella quisiera, y tomarla de la mano frente a todos, y gritarle al mundo que amaba a esa mujer, y que era suya.
La aparición de Noa había puesto la cabeza de Black patas arriba, porque antes, no había habido ningún hombre que se le acercara a Luci de la forma en que él lo había hecho. Harry sabía que aquel, o cualquier hombre sería mucho mejor que él, que le daría mucho más, que le daría lo que ella se merecía, una vida normal y tranquila, no más Arcángeles, Vampiros, Demonios, Profecías, o reglas, sólo la vida. Pero la sola idea de que alguien que no sea él pudiera tocar y querer a Luci lo volvía loco y no lo permitiría, ella era suya, sólo suya.
En cuanto llegó a la dirección que Barton, su compañero, otro Ángel Guardián, le había pasado por mensaje de texto, bajó de la motocicleta y entró a un bar, muy parecido a Ángel´Soul, pero su nombre era “Dark Hole”, nunca se había metido allí, así que entró con paso decidido a buscar Annie, que seguramente estaba junto a algún muchacho que se quería aprovechar de ella. No entendía por qué rayos le habían pedido que la cuidase si ella misma quería estar allí y hacer esas cosas, de todos modos debía hacerlo.
Buscó con sus ojos a Annie y la encontró al final de la sala, sobre las piernas de un muchacho, Harry rodó los ojos y se encaminó a buscarla, para sacarla de allí, llevarla a su casa y volver a la suya para preparar el almuerzo que él y Luci comerían juntos.
Annie levantó su vista hacia Harry y abrió los ojos en sorpresa, claramente no esperaba que él se presentase allí. Ella se paró y caminó a él, llevaba una falda corta, una remera de las que Luci llamaría “Invisible” y unas botas negras de tacón, claramente ella estaba ebria.
– Vamos Annie, te llevaré a casa ¿Qué es lo que haces aquí? – Preguntó Harry al verla ebria, él no quería a la pobre chica, pero sabía qué hacía sólo unas semanas que había perdido a sus padres, víctimas de Vampiros.
Así que de cierto modo, sabía que la chica se sentía mal, porque a Luci le había pasado lo mismo, de alguna manera Annie descargaba su tristeza en salir con muchachos a cualquier hora, y en cualquier momento, él no podía dejarla allí, ellos no la respetaban, y ella no se respetaba así misma, pero al final, seguía siendo una mujer, y él no permitiría que una mujer llegase tan bajo y que se dejara tratar como juguete por esos infelices que se la pasaban ahogados en drogas y alcohol.
– No debiste preocuparte, no sé por qué me cuidas tanto Harry, no me conoces… – Murmuró la alcoholizada chica cargada en sus brazos.
– Ya te dije, tengo que hacerlo por tu padre, le debía un favor es todo Annie – Soltó Harry pacientemente, ella frunció el ceño y se tambaleó un poco.
– Mi bolso, no sé dónde está….
– ¿Estuviste todo la noche bebiendo aquí Annie? – Le preguntó Harry buscando su bolso bajo la mesa, ella asintió.
– Es que no quiero estar en casa, mi tía no deja de decirme que soy culpable de la muerte de mis padres, no es justo ¿Sabes?, yo amo a mis padres, nunca haría nada para lastimarlos, fue un accidente… – El llorisqueo ebrió de la chica ya estaba comenzando, así que Harry tomó su bolso y ella se sostuvo de su brazo, así caminaron juntos hasta la motocicleta.
– Bueno, ahora sube, vamos, y sostente, no quiero perderte en medio de la carretera – Comentó Harry sonriendo, ella se sostuvo de su cintura y su cabeza se pegó tras su espalda, luego de unos minutos de tomar la carretera, volteó a verla y la encontró completamente dormida.
Al llegar a una casa bastante sucia y grotesca, Harry estacionó y despertó a Annie, quien bajó tambaleándose y con la ayuda de Harry. Él llamó a la puerta dos o tres veces, y luego la chica le tendió una llave que recordó que traía en el bolso. Harry entró junto a ella y la llevó escaleras arriba, para evitar que Annie se cayera y rodara por las escaleras. Cuando caminaban por el pasillo, la chica corrió rápidamente hacia una de las puertas, Harry la siguió y notó que la pobre Annie vomitaba sin para en el retrete. Suspiró frustradamente, eso llevaría tiempo, pero como él era alguien más o menos, buena persona, o al menos, debía serlo, se acercó a la chica y le sostuvo el cabello mientras miraba hacia otro costado y arrugaba la nariz. Una vez que Annie terminó de despedir todo el alcohol que había tomado, se quedó apoyada en el retrete por unos minutos, y comenzó a llorar.
– Annie… – Soltó Harry en un suspiro.
– Estoy bien, vete, yo puedo sola – Comentó la niña frente a él, sus ojos azules se llenaban de lágrimas al correr los minutos y la culpa por dejarla sola azotó en Harry una vez más, no podía.
– Ven, te llevaré a la cama y luego me iré, no puedes caminar – Dijo tendiéndole una mano, ella le sonrió dulcemente y se encaminaron hacia su habitación, donde ella se dejó caer sobre su edredón casi desmayada, Harry se pasó las manos por el cabello un par de veces y cuando estaba por cerrar la puerta y salir de la habitación, sintió su voz diciendo un simple “Gracias”. Él sonrió y salió de la casa.
Harry se encaminó a la suya, pensando en todo lo que besaría a Luci en cuanto ella llegara, con todo esto de Annie, él se había dado cuanta, en el camino, que Luci nunca le había hablado acerca de la pérdida de sus padres, tal vez él tenía que preguntárselo, lo haría en cuanto la viese.
Cuando llegó a su puerta, vió un papel doblado a un costado en el suelo, lo levantó luego de mirar hacia los costados y frunció el ceño, nadie sabía que él vivía allí. Sólo los Arcángeles, Louis y Luci, y si hubieran sido esos estúpidos ángeles seguramente no le hubieran mandado un papelito en la puerta. Abrió la hoja blanca doblada en cuatro y leyó detenidamente.“Sé lo que escondes Black, y no dudaré en abrir la boca si sigues con esto, tú y tu novia se irán al infierno, créeme”
N.C