Capítulo XXXII. La felicidad no dura para siempre

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Capítulo XXXII. La felicidad no dura para siempre
¿En serio creíste que la historia había acabado? ¿Pensaste que nuestros protagonistas realmente serían felices? Pues… estás muy equivocado…
***
—amor, ya he llegado—exclamó un hermoso chico de oscuros cabellos y ojos avellanados, de nombre Takano Masamune.
Nadie le respondió, es más, no había nadie en el departamento.
O…¿si lo había?
Caminó hacia la habitación que compartía con su ahora esposo y la abrió lentamente. Ahí estaba el castaño, besándose con…
—¡Takafumi!—ambos chicos se separaron casi enseguida y miraron al azabache.
—¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ?—exclamó completamente lleno de rabia y odio hacia ambos.
—M-Masamune, amor, déjame explicarte—suplicó el castaño acercándose al mayor.
—¡no me toques! ¿Qué se supone que me vas a explicar? ¿Que te encontré besándote con mi «amigo»?—miró a su pronto ex amigo con odio puro.
—no es lo que estás pensando. ¿Podrías dejar que te explique?—intervino el peli azul.
—tú cierra la boca, no vuelvas a dirigirme la palabra. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Se supone que somos amigos. Yo, que siempre te apoyé en los momentos más difíciles, ¿y así me pagas? ¿Metiéndote con mi esposo?—le reclamó al peli azul—. Y tú, ¿qué vas a decirme? ¿Que fue sólo una vez? ¿Crees que soy estúpido? Vete, Yokozawa. No quiero volver a ver tu maldita cara. Onodera y yo tenemos que hablar—el peli azul solamente asintió, avergonzado, y salió del departamento en completo silencio.
Cuando Takafumi se vio fuera del departamento, tanto Masamune como Ritsu se sentaron en el sillón y el primero en hablar fue Ritsu.
—ya no te amo, Masamune—dijo esas palabras con tanta frialdad, que sorprendieron al propio Masamune.
—¿c-cómo?—preguntó esperanzando, tratando de encontrar un indicio, algo que le dijera que el castaño estaba mintiendo.
—estoy enamorado de alguien más—confesó, sintiendo sus mejillas arder, pero con la mirada seria y fija sobre el azabache.
—de Takafumi, ¿verdad?—preguntó temeroso.
—así es. Lo siento, pero lo amo a él.
—¿cómo pasó? ¿Desde cuándo?
—hace algunos meses. Lo siento, él me cautivó desde la primera vez que lo vi, sus ojos, su sonrisa. Todo de él me enamoró por completo—confesó con ojos de amor.
—¿él te corresponde?
—claro que lo hace. Es más, me prometió que se divorciaría para que estuviéramos juntos.
—¿eso quiere decir que…?
—así es, quiero el divorcio—volvió a poner un semblante serio y poco después comenzó a sacar sus cosas del departamento.
—fue muy hermoso mientras duró, pero ya no quiero nada contigo, así que, hasta nunca—se despidió el castaño y se fue cerrando la puerta.
—¿por qué nadie me ama…?

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