Capítulo VIII. Una oportunidad

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1 mes después...
Un mes ha pasado desde que Kirishima no ha ido a la casa de Yokozawa. Es un tiempo relativamente corto, pero para Kirishima ha sido eterno. El no poder ver a su hijo ni hablar con Takafumi. No lo hará directamente, pero habrá otras maneras.
***
—¿Yokozawa Takafumi?—preguntó un hombre, quien estaba parado frente a la puerta de la casa con una caja en sus manos.
—sí, soy yo—respondió confundido.
—¿podría poner su nombre y firma, por favor?—le entregó una hoja. Yokozawa firmó aún sin saber de qué podía tratarse.
Cuando firmó, el hombre le entregó el paquete y se marchó. Yokozawa lo tomó con sus manos y comenzó a inspeccionarlo. Era una caja de tamaño mediano, no tenía ninguna envoltura o algún adorno, sólo era la caja. Lo colocó sobre la mesita de centro y comenzó a abrirla.
Al terminar de hacerlo, encontró un peluche de oso, muy bonito. Tenía el ceño fruncido y además, un mandil de color rojo con bolitas blancas. Lo miró durante unos minutos y se percató de que aún había un sobre blanco dentro de la caja. Hizo el oso a un lado y tomo el sobre. No tenía nombre ni nada, pero lo abrió.
«Sé que me dijiste que no volviera entrometerme en tu vida ni en la de Saeki. Pero no puedo evitar luchar por tu amor. No soy una persona que se rinda con facilidad y voy a luchar por recuperarte aun si no me quieres ver. Voy a reconquistarte.
Atte: Kirishima Zen. Tu único y verdadero amor.»
Takafumi al terminar de leer, se sonrojó hasta las orejas y arrugo la hoja.
—eres un idiota. No voy a caer tan fácilmente. No voy a permitir que me vuelvas a manipular—rompió la carta, pero el peluche se lo quedó, no tenía el valor como para deshacerse de el.
Al día siguiente...
Nuevamente tocaban a su puerta, era otro paquete. Firmó y entro a su casa.
Era de nuevo un peluche, con las mismas características, sólo que ahora el color del mandil era distinto, ahora era rosa. Igualmente había una carta hasta abajo y la leyó.
«¿Te gustó mi regalo? Espero que con esto entiendas que lo que siento por ti es sincero. No planeo para nada lastimarte, ni a ti ni a nuestro hijo. Solamente quiero demostrarte cuánto te amo y poder volver a ser felices los tres juntos.»
—¿planea hacer esto todos los días? Es un idiota—repitió la operación y rompió la carta, pero el oso se lo quedó.
Así sucedió durante 15 días. Junto en total 15 peluches, todos de diferentes colores: rojo, rosa, amarillo, café, azul, lila, púrpura, naranja, verde, negro, etc.
—mamá, ¿de dónde sacaste tantos peluches?—preguntó el pequeño.
—los compré. ¿No son hermosos?
—son muy lindos. ¿Me regalas uno?—cuestionó tímido.
—claro que sí, toma el que tú quieras—el pequeño sonrió emocionado y se acercó a tomar uno, fue así que se decidió por el azul.
Takafumi decidió entonces ponerlos en una repisa, para que se vieran más bonitos y nadie más los tocara. Los ordenó por el orden en el que llegaron y a cada uno le puso un nombre.
Al siguiente día, Takafumi esperaba impaciente a que alguien tocara a su puerta, para recibir un nuevo peluche, pero nada. Tenía su lugar apartado en aquella repisa y su nombre, sin embargo, nadie toco la puerta. Eso lo hizo enfurecer y llamó al responsable de todo.
—Kirishima habla—respondió una voz grave y seria.
—¿por qué no me has mandado mi décimo sexto oso? ¿Se te olvidó o qué?—preguntó enojado.
—así es, lo olvidé. Dejaré de hacerlo.
—¿p-por qué?—cuestionó sorprendido.
—me doy cuenta de que todo lo que he hecho durante estos 15 días ha sido en vano. No he recibido ninguna respuesta tuya, ni siquiera sé si realmente los recibes. Prometí que no me rendiría tan fácil para tratar de conseguir tu amor, pero no he sabido nada y ya no sé qué más hacer para que me tomes en serio. Quiero que sepas que yo te amo y mi amor por ti es sincero, pero lo mejor será que me dé por vencido—estuvo a punto de colgar, pero un grito de parte de Takafumi se lo impidió.
—¡espera!—exclamó el peli azul—, no cuelgues. ¿Podemos hablar?
—no tienes por qué sentirte presionado. Me alejaré de ti y te dejaré tranquilo.
—¡cállate un momento y escúchame! Te veré en el lugar de siempre. No mejor no, dame tu dirección y yo iré personalmente a tu casa—dicho esto, Kirishima le pasó su dirección y Takafumi se fue, no sin antes pasar a dejar al pequeño con sus abuelos.
Fue directamente hasta el departamento del castaño y toco el timbre. Este salió casi de inmediato.
—pasa, Takafumi—murmuró con nerviosismo, algo muy raro en él. El mencionado asintió y se adentró en el lugar.
—veo que tu casa es muy linda—opinó el peli azul.
—gracias—respondió sin mucho interés.
Takafumi miró a Zen con los nervios de punta y suspiró.
—¿por qué mandaste todos esos peluches? Son muy lindos, pero no voy a dejar que me manipules como se te dé la gana.
—ya te lo dije. No estoy tratando de manipularte ni de hacerte daño. Lo único que quiero es que me aceptes nuevamente y que me permitas ser tu novio. Pero ya entendí que eso no es suficiente para que me tomes en serio. No sé qué más debería hacer para poder ganarme tu confianza y tu amor. Me considero una persona bastante fuerte, pero cuando se trata de ti, me desmorono, me debilito. Lo que más deseo es poder tenerte entre mis brazos, abrazarte y llenarte de besos. No sé qué más debo hacer y por eso he decidido alejarme y volver a donde pertenezco: con mis padres, a la empresa de mi papá—sin querer dejó escapar una lágrima y agacho la mirada para que el menor no la viera.
—bueno... Creo que mejor me voy. Solamente te estoy interrumpiendo en lo que sea que estabas haciendo—se reincorporó de su lugar y caminó hacia la puerta. Se sorprendió mucho al no haberse visto seguido o acorralado contra algo. ¿Kirishima realmente se había rendido?
Miró hacia atrás y vio al hombre sentado en el sillón, recargando su espalda en el respaldo y dejando su cabeza un poco hacia adelante. Se tapaba la cara con las manos o tiraba de sus cabellos. Sus sollozos se dejaban escuchar y unas cuantas maldiciones.
—eres un idiota, un idiota, un idiota—se maldecía a sí mismo mientras se golpeaba en la frente con la palma de su mano.
Yokozawa estaba realmente muy sorprendido de verlo así. Jamás lo había visto tan vulnerable, tan frágil. ¿En verdad estaba arrepentido? ¿Podría darle una oportunidad? ¿Ambos podrían ser felices de nuevo?
Se acercó al castaño nuevamente y se arrodilló frente a él. Puso su mano delicadamente sobre su rodilla y el mayor se sobresaltó.
—c-creí que ya te habías ido—balbuceó, con los ojos rojos y húmedos.
—no, aún no me voy. Pero lo haré dentro de poco. Solamente quiero decirte que... Puedo darte una oportunidad—murmuró con los ojos desviados y las mejillas rojas.
Kirishima olvidó todo por un momento y miró al peli azul.
—repítelo—se agachó a la altura del menor y se puso de rodillas frente a él.
—dije que puedo darte una oportunidad—se sentía avergonzado de tener que repetir esas palabras tan vergonzosas.
Kirishima quedó boquiabierto al escucharlo, pero aun así se sintió feliz y se acercó a abrazarlo. Yokozawa se sonrojó todavía más, pero solamente correspondió el gesto.
—¿por qué cambiaste de opinión, así de la nada?—cuestionó Kirishima.
—porque quiero ser feliz. Tú dijiste que querías ganarte mi corazón. Además, también dijiste que querías que fuéramos una familia. Podemos intentarlo, bueno, si quieres—respondió con las mejillas rojas.
—¡gracias, gracias!—estrechó al peli azul aún más fuerte entre sus brazos y después lo miró a los ojos—te aseguro que no vas a arrepentirte de esto—se limpió las lágrimas de los ojos y esbozó una sonrisa. Yokozawa sólo lo miró.
—oye, ¿por qué mandaste un oso con mandil? Es muy lindo y todo, pero no entiendo por qué mandaste un oso específicamente, pudo haber sido cualquier otro animal.
—pues mande al oso porque sé que a ti te gustan los osos, y lo del mandil fue porque ese día que fui a tu casa por primera vez te vi con ese mandil mientras cocinabas y por eso se me ocurrió mandártelo. Son bonitos, ¿no?
—sí. De hecho, a Saeki también le gustaron y me pidió que le regalara uno, le di el azul y ahora sólo tengo 14.
—¿en serio los guardaste?—preguntó incrédulo.
—claro que los guarde, tonto. No tuve el valor como para tirarlos. Eran demasiado hermosos. Hasta los tengo en una repisa y cada uno tiene un nombre—respondió con una muy ligera sonrisa.
—no puedo creerlo. Jamás creí que los guardarías. Me siento halagado. ¿Vas a querer que te los siga mandando?
—pues claro. De hecho, esperaba el de hoy, pero no lo mandaste, ya tengo su lugar en mi repisa y su nombre.
—bien. Entonces déjame ir por el, lo tengo guardado, pero ya no pensaba mandártelo, espérame—dicho esto, Zen se levantó del piso y caminó hasta un pequeño closet, donde había unas cuantas cajas apiladas. Tomo la de hasta arriba y volvió a hincarse frente al peli azul.
—toma—le entregó la caja y el menor la recibió con alegría. ¿De qué color sería ese oso? Abrió la caja y encontró un lindo peluche con un mandil gris.
—es muy lindo, gracias—miró al peluche y después lo abrazó.
—me alegra que te haya gustado. Mañana recibirás uno más. Tengo los que faltan hasta que se acabe el mes.
—¿en serio? Entonces esperaré hasta mañana para recibir otro. Por cierto, le di tu peluche a Saeki, obvio no le dije que se lo habías mandado tú porque si no, no lo hubiera querido recibir. Le dije que yo lo había comprado. ¿Está bien?
—sí, está bien. Y, ¿cómo tomo la noticia? ¿Pudiste hablar con él?
—sí. Después de que te fuiste, bajó. Estaba llorando y me pidió disculpas por haber gritado de esa manera. Le dije que no se preocupara, le explique todo lo que había sucedido entre tú y yo. Me dijo que ya no eras su amigo y que no quería volver a verte en la casa. Fue por eso que no te llamé ni nada, lo hice por nuestro hijo.
—está bien si él no quiere verme, pero haré todo lo posible por que me acepte y todos podamos ser una familia.
—sé que así será—respondió el peli azul abrazándose al castaño.

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