Beatríz.Ese nombre siempre salía de sus labios de forma agridulce igual su aroma a dulce de limón que desprendía la Omega pura. Es un milagro que fuese capaz de soportar respirar el mismo aire que esa mujer y aún mas el hecho de tener una extraña amistad en la cual cualquiera de los dos podría terminar con un viaje directo al hospital. De igual manera, uno contaría con el otro y viceversa, es por esa razón que Miguel Ángel se vio incapaz de rechazar su invitación.
Aún sí solo fuese para jactarse en su rostro de haber vivido el sueño que el omega defectuoso solo podía soñar, claro. Si tan solo pudiera hacerlo sin tener pesadillas y vivir una vida sencilla como Beatríz.
Bueno, ni tan sencilla.
—No te veo tan afectada por la muerte de tu esposo, Beatríz. ¿Debería darte el pésame o las felicitaciones? — Comentó aún sin comprender el motivo de porque acabó tomando el té en el jardín trasero de la casa de campo de esa mujer.
Beatríz sonrió deslumbrante con un brillo que dejaba ciego al mismísimo sol. — Mi esposo murió, yo no. Ahora finalmente soy libre de gastar mí fortuna con algunos modelos de la agencia y comprar unas cuántas propiedades. — Habló sin ocultar para nada la emoción de su dulce voz importándole muy poco ser un omega sin alfa.
Miguel Ángel miró con el cejó fruncido a esa omega incapaz de comprender esa alegría desbordante pero no comentaría nada. Lo último que quería terminar discutiendo y acabar perdiendo, Beatríz tenía una gran habilidad para usar las palabras para herir y una belleza para seducir. Él solo compadecía al hombre que haya desposado y al hijo, un hijo... Miguel Ángel acarició el anillo de plata sobre su dedo con una mueca que no pasó por desapercibida por Beatríz.
De pronto esa alegría desbordante pareció estancarse cómo ese intentó de conversación entre ambos omegas.
Beatríz chasqueo la lengua con un gesto despectivo al ver uno de sus sirvientes beta servirles un poco de te y poner un plato de dulces aperitivos. Miguel Ángel sólo se concentró en sostener la pequeña taza de té entre sus manos y admirar un poco el jardín, nada había cambiado desde su última visita.
—Bien. Mikey no quiero extenderme más de lo que debería pero, requiero tu ayuda. — Dijo Beatríz de una vez que la servidumbre beta se retiró viéndole con súplica importándole muy poco su imagen prepotente y arrogante.
Miguel Ángel se vio preocupado por ese cambio después de todo si Beatríz recurría a la súplica debía ser algo importante pero seguía sin entender porque acudía a él. Eso lo inquietaba más que nada. No se sentía preparado para hacer algo más que dormir debajo de un puente y vivir una vida tranquila cómo un vagabundo sin hogar que era una gran oferta después de todo lo que ha vivido. Por otra lado, una parte de él sabía que aceptar su invitación era también aceptar esta súplica de ayuda y darle la espalda no sería tan fácil estando frente a ese par de ojos claros fijos en él.
—¿Qué clase de ayuda? —Preguntó Miguel Ángel con la cabeza apunto de explotar.
Beatríz soltó un largo suspiró de alivio volviendo a su postura de siempre mientras daba un pequeño trago a su té para el gusto de Miguel Ángel quién rascó nervioso su nuca ignorando la punzada de dolor en la piel sensible.
—Se trata de mi hijastro. — Dijo cómo si fuese la respuesta a todas sus preguntas.
Miguel Ángel frunció su ceño sin comprender.
Beatríz jugó un poco con un mechón suelto de su cabellera castaña pensando en la mejor manera de explicarse luego de una agradable pausa donde Miguel Ángel se permitió saborear ese dulce pero frío té de hierba buena dijo: