Rubén paseaba distraído por los corredores de la mansión con la mente agobiada de pensamientos sin forma distraído por esa extraña opresión de su pecho mientras avanzaba sin rumbo por los largos pasillos iluminados con la escasa luz de la noche colándose por los grandes ventanales.
Él joven alfa luego de divagar un largo rato sin llegar a nada en concretó decidió dirigirse a consultar a Luzu y ver sí el más leal de sus sirvientes conseguía darle una noción de que podría ser ese sentimiento molesto en su pecho.
Rubén se encontraba al final del pasillo deteniéndose apreciar un cuadro, se llevó una mano a su rostro y la restregó sintiéndose repentinamente demasiado viejo como para su edad, ¿era algo normal sentir su lobo interior inquieto por culpa de un estúpido sirviente? No, no lo era y lo frustraba demasiado el hecho de ser rechazado por un beta, en particular ese beta.
—¡Luzu!
Él gritó desgarrador de Mangel alertó a su lobo interior de una manera que lo hizo sentirse aterrado paralizado en su sitio con
él corazón saltando frenéticamente de su pecho mientras veía de reojo, a Mangel acercarse hacía él y Luzu seguido de él.Pero, su atención recayó en la mirada llorosa y irritada del beta que cubría su boca con su mano viéndolo sorprendido dando un par de pasos hacia atrás como si hubiese visto un fantasma en él además su ropas se veían desarregladas, algunas manchas de sangre salpicaba la camisa abierta y la corbata suelta sobre su cuello acercándose un poco consiguió vislumbrar una marca de posesión recién hecha.
Rubén desvío su mirada de Mangel y se enfoco en Luzu, su leal y más querido sirviente quién para sus ojos era el responsable del estado descompuesto del Miguel Ángel mismo que pareció leer el significado de la mirada furiosa de Rubén y el aroma pesado a menta sobre el aire.
—J-j-joven, Rubén...— Miguel Ángel alzó su voz tragándose el bocado de sangre con dificultad.
"Es un imbécil, lo sé, pero no por eso merece morir." Pensó Miguel Ángel recargandose en la pared disimuladamente para evitar más malentendidos.
Miguel Ángel aclaró su garganta sintiendo las lágrimas escoser sus ojos mientras se inclinaba ligeramente hacía adelante con sus manos presionando su vientre, la sangre picaba en lo más profundo de su garganta y la bilis de deslizaba en contra de su voluntad por sus labios.
"Necesitó un médico." Quería gritarle más eso solo lograría comprometerlo más con él.
Rubén se giro, la rabia que nublaba su vista se disipó al ver a Mangel buscar apoyó en él cayendo arrodillado del dolor que nublaba su razón y solo en ese momento Rubén reconoció el sentimiento de opresión en su pecho mientras se arrodillaba junto a él.
"¿Qué demonios está pasando?" Rubén exclamó silenciosamente su duda a Luzu.
—Lolito...— Susurró en voz baja apenas en un hilo de voz.
Luzu se arrodilló con el miedo carcomiendo su rostro serio tomando entre sus dedos el pedazo de tela de su camiseta desnudándo su hombro antes de clavar de nueva cuenta su dentadura sobre la piel soportando la mirada asesina del alfa posesivo frente a sus ojos.
"Mi niño."
~°~
"Un omega defectuoso tiene una esperanza de vida de un año después de la pérdida de su alma predestinada, y solo sí, usted continuará con el tratamiento lograría alargar su calidad de vida, pero a un máximo de tres años... Es necesario que busque en ese lapso de tiempo a un nuevo alfa y imprima su marca porque sí usted alarga por más tiempo el tratamiento podría volverse contra usted."
Miguel Ángel observo el frasco de pastillas detenidamente antes de botarlo en la papelera de su escritorio junto con su libreta de bocetos, y tomando entre sus manos el marcó con la fotografía de su familia estrelló la parte de cristal contra la madera de su escritorio arrancando la gofotrafia para romperla mientras las lágrimas nublaba su vista.
—¡Miguel!
Él omega se detuvo en seco al escuchar el llamado desesperado de su pequeño cachorro golpear la puesta, su niño y la su única razón para mantener alejado esa vocecita tentando la necesidad de volver con su alfa.
"Es importante que consuma su medicamento durante la etapa del duelo. Muchos omegas en su condición se rehúsan hacerlo, y son impulsados por su propio instinto a seguir a su alfa, en su caso es preferible acatar las instrucciones de su receta y acudir a un chequeo rutinario."
—¡No me dejes solo! — Suplicó él cachorro de alfa.
"Piense en su familia, señor Rogel."
—Alejandro. — Miguel Ángel abrió la puerta siendo atrapado por los brazos de su pequeño cachorro.
Él joven cachorro que solo tenía a Miguel Ángel como una figura paternal, un amigo y confidente posiblemente su única familia no era capaz de desamparar al cachorro de la misma manera que él aunque deseara acabar con su vida, primero, cuidaría del joven cachorro y de aferraria a él como Alejandro de él.
—¿Es cierto qué me abandonarás? — Preguntó él adolecente al borde del llanto.
—No, no haría eso. — Miguel Ángel consoló al cachorro sintiendo su angustia como suya. —¿Quién te dijo eso?
Alejandro oculto su rostro contra su pecho cerrando sus brazos sobre su cintura podía sentir la tela de su suéter humedecerse con las lágrimas del cachorro.
Esa noche Miguel Ángel se prometió así mismo reprimir ese impulso, esa vocecita en su cabeza que lo incitaba a irse, por ese cachorro y ofrecerle el amor que nunca pudo darle al suyo, imprimir su aroma sobre él de forma protectora acogiendolo cómo un hijo de su propia sangre.
—Jamás te abandonaría, Alejandro.
"No hasta que te olvides de mí."