Miguel Ángel se despertó en medio de la noche por culpa de una pesadilla.
“No, no otra vez...” Murmuró para sí. Él permaneció acostado en el incómodo colchón mirando la bombilla del cuarto tratando de regular su respiración agitada.
Cerró sus ojos.
El silencio en la habitación provocaba algo de ansiedad en él.
“Respira, respira no olvides que eres fuerte, Miguel.” Se limitó a escuchar su propio mantra. Respiró hondo, y exhaló despacio.
Miguel Ángel vagamente escuchó a alguien llamarle pero fue sólo un sonido perdido en medio de una ola de pensamientos violentos golpeando contra sus sienes de una manera dolorosa que lo hizo acurrucarse en posición fetal y abrazar su cabeza con sus manos temblorosas sintiendo las lágrimas picar en sus ojos queriendo salir.
Él sollozó silenciosamente sumido en su propia angustia que empezaba a asfixiarlo.
“No pienses en eso, no lo hagas.” Suplicó para sí, a esa pequeña parte de su conciencia tratando de arrastrarlo a una marea de la que no quería ahogarse.
Abrió sus ojos, poco tiempo después sintiéndose desorientado en la habitación temporal y con dificultad consiguió sentarse en la orilla de la cama viendo sus pies descalzos rozar el suelo de madera. Miguel Ángel apoyó en sus piernas sus codos acunando su rostro con sus manos permitiéndose llorar esa noche, eso y librarse del peso del anillo en su mano solo por una noche.
“Eres fuerte, Miguel. " Murmuró clavando con frustración sus uñas en su nuca. “ Eres fuerte, Miguel.” Se repitió, una y otra vez, sin descanso esa noche hasta que sus lágrimas se secaron, y sus fuerzas disminuyeron.
“Eres fuerte, Rogel.”
Él soltó una risa seca de alegría y energía simplemente dejó ir un poco del dolor resentido en su ser.
