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-Yo lo serviré –me ofrecí

-No, no –me detuvo mostrándome la palma de su mano –está bien, yo lo hago ¿Quieres uno?

-...Sí, gracias

Sirvió dos tazas y dejó la mía a mi lado.

-Gracias –le di un trago y disfrute el líquido cayendo por mi garganta

-Si quieres puedes irte a casa ya

-¿m?

-Esto es por mi culpa, por no tenerlo a tiempo, no tienes que desvelarte por mi irresponsabilidad

-Claro que no, es mi trabajo ayudarte. De todos modos, ya casi terminamos

Me miró con una sonrisa de agradecimiento y regresó sus ojos y su atención a los papeles mientras le daba un trago a su café.

Oh dios, el corazón de Ligeia, es horrible tenerlo junto al mío, no pude decirle que no a Víctor cuando me dijo que podía irme a casa a dormir. Pero ahora tenía que quedarme aquí a terminar no importa cuantas sean mis ganas de ir a casa, darme un baño, ponerme mi pijama y dormir.

No sé en qué momento me quede dormida. Me había quedado dormida encima de algunos papeles y mi cuerpo se sentía incómodo por la posición que había tomeado, pero lo bueno de cuando abrí los ojos fue que no había babeado los papeles.

Me levanté con la esperanza de que no se me hubiera quedado el brazo marcado en la frente. Soy un desastre cuando duermo, no soy nada sexy como muestran en las películas a las chicas que se quedan dormidas.

-Te dije que fueras a dormir –dijo Víctor con una voz dulce y con una sonrisa sin despegar sus ojos de los papeles

-¿Cuánto tiempo...?

-Una hora

-¡¿Una hora?!

-¿Qué tiene de malo? –me miró sonriendo supongo que divertido de mi reacción

-Solo... dime que no ronque o dije algo -me cubrí la cara con mis manos y bastante vergüenza 

-No lo hiciste

-¿En serio?

-En serio

-Que alivio -sonreí aliviada

Hasta ahora no me había dado cuenta, pero después de dejar la vergüenza, sentí algo caliente sobre mis hombros. Era el saco de Víctor.

Por un momento no supe qué hacer, si regresárselo o quedármelo y creo que él se dio cuenta del debate que había en mi cabeza.

-Puedes quedártelo

-¿ah?

-Hace algo de frió aquí, úsalo hasta que terminemos

-Puedo encender la calefacción

-De todos modos... -firmo un papel –terminamos –juntó todas las hojas y las acomodo para dejarlas en una carpeta

-¿En serio?

-Sí, todo está listo para mañana y... -miró el reloj de su muñeca –apenas son las 3 de la mañana

-Temprano, pensé que nos tomaría más tiempo 

-También yo

Acomodamos los papeles y guardamos nuestras cosas, durante todo ese tiempo, el saco de Víctor estuvo sobre mis hombros, hasta que lo quité y me puse mi abrigo.

Bajamos al estacionamiento después de haber cerrado el edificio.

-Buenas noches –dije

-Que descanses

Di unos cuantos pasos hasta mi auto, saque las llaves de mi bolsa y presione el botón para quitar el seguro, pero antes de abrir la puerta, un fuerte dolor en mi clavícula izquierda me detuvo.

Era como si me arrancaran la piel con un cuchillo sin filo. Ardía, dolía y quemaba. Jamás en toda mi vida había sentido algo parecido.

-¿Alice? –escuché a mis espaldas

Llevé mi mano al dolor y no pude evitar sostenerme con mi otra mano del auto para no caer de lado o estrellarme de frente con la ventana.

No hacia ningún ruido, simplemente me mordía el interior de la mejilla para estar en silencio y cerraba los ojos con fuerza esperando a que el dolor pasará.

-Alice ¿Estás bien? –sentí sus manos sostenerme con fuerza de mis brazos

El dolor pasó a tiempo, mi pecho subía y bajaba un poco acelerado y mi visión volvió a aclararse.

-¿Qué paso? -preguntó él 

-N-Nada

-¿Estás bien? ¿Quieres que te lleve a casa?

-No -lo miré mientras trataba de que mi sonrisa quitará un poco de tensión que el momento había adquidirdo -estoy bien, solo... no fue nada

-Pero...

-Estaré bien –le sonreí –nos vemos mañana –abrí la puerta de mi auto y arrojé mi bolsa al asiento del copiloto, pero antes de cerrarla, él puso la mano

-Llámame si te sientes mal de nuevo, puedes tomarte el día mañana

-¿Cómo me tomare el día si acabo de comenzar?

-Prefiero que lo hagas que a que enfermes mas

-No estoy enferma, pero, gracias

-Ve con cuidado, por favor

-Igual tu

-Avisame cuando llegues a casa

-Claro

-Adiós

-Adiós

Cerró mi puerta con cuidado y esperó de pie a que yo saliera del estacionamiento.

No sé porque la otra secretaria y el CEO hablan de él como si fuera un tirano del trabajo, es exigente, no lo niego, pero para que sea un buen trabajo hay que ser exigente y, además, es una excelente persona, siempre procurando que yo esté bien... o ¿Es solo porque soy yo? ¿Será amable solo conmigo?

Por un momento, sentí como mi corazón se alegraba.

No empieces, Ligeia.

Llegué a casa y dejé mis cosas en la mesita que tenía a un lado de la puerta, donde dejaba mis llaves siempre que llegaba. Le mandé el mensaje a Victor de había llegado recibiendo una respuesta inmediata de que descansa y de que sí seguía sintiéndome mal por la mañana, podía faltar.

Caminé a uno de los enormes espejos que había pegados en la pared de mis casa y me miré en él, tomé la orilla de mi blusa y la bajé para mirar la flor en mi piel.

Claramente le faltaba un pétalo, pero no esperaba que cada pétalo doliera de ese modo. Fue demasiado doloroso y me imaginé todo el dolor que debería de pasar de ahora en adelante cada que uno cayera.

Maldita sea, maldito Diácon. No voy a perder ante ti.

Pétalos (JungHoSeok)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora