Capitulo. 15

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Las escaleras se hacían eternas. Solos dos plantas tenía su casa, y nunca se sentía tan cansado, tan triste. El pan dulce se quedó en el horno. No tenía, en ese momento, apetito para nada. El gran pasadizo parecía más largo y oscuro de lo normal. Camino en este, hasta llegar hasta su habitación. 

Vacía. 

Aquella noche fue única. Duro poco, pero recordar que tubo nuevamente a su pequeño ahí, con él, ponía un poco de felicidad en su alma. Un alma rota desde hace algunos años. En la habitación había botellas y latas de cerveza regadas por todas partes. Sabía que beber no serviría de nada, que no traería a Niall de vuelta, pero ¿qué hace un alma vacía, llena de amor y esperanza en un cuerpo tan frío que solo añora la esperanza de volver a los brazos de un chico que, probamente, ya no lo quiere? Beber, esa es la solución. Su cabeza pide agritos olvidarse de aquel niño, pero, por más golpes que se de en la pared, por más que prohíba a su mente recordarlo, su corazón aún late por él. Por el pequeño Niall.

Sus nodillos aún le arden, ya no están rojos, están morados. El dolor no es lo que lo hace sonreír, sino recordar que le rompió la cara a Daniel. Ese hijo de puta, pronto se haría cargo de él. Jura hacerlo.  Nadie podía tratar así a su pequeño, nadie podía amenazarlo ni tomarlo bruscamente. Eso hacía que él demonio interior de Ashton saliera al exterior, apoderándose de su conciencia. 

Se dirige a su ventana, con un porro en manos. No quiere sentir más tristeza, solo quiere ser feliz por unos segundos, y si eso implica olvidarse del rubio con un poco de droga, pues lo haría.

En las afueras de la casa, un auto muy elegante negro, está estacionado frente a la calle. Un hombre está sentado en el lado del copiloto. Puede ver sus manos en el volante, pero no su rostro. El día de ayer también lo pudo ver, pero al estar muy ebrio, lo dejo pasar. Pero esta vez, era un día más que aquel auto aguardaba ahí, como esperando algo. Como esperando a alguien.

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No quiso recurrir al teléfono ni a las redes sociales de las que podía disponer. Sabía que podía encontrar su apellido en alguna de esas páginas. Marcel hacía todo su esfuerzo por llegar lo más rápido posible a la casa de los Tomlinson. No podía evitar los semáforos en rojos, y a cada minuto Louis maldecía por las leyes de tránsito. Después de unos minutos más, el gran Audi de Louis se estaciono en las afueras de la casa de sus padres. Como se sabía, había recibido una llamada de su padre, y le pidió ir a su casa, para hablar de padre a hijo. 

Louis se encamina a la entrada, está nervioso y asustado ¿qué barbaridades podría decirle su padre? Ni pensarlo. Comenzaría por insultos, luego hasta podría llegar a golpearlo, y Louis no podría hacer nada, porque es su padre. No puede hacerle daño ¿no? 

Toca el timbre una vez. Al abrirse la puerta, una cara muy reconocida por él lo atiende. Rosaura, el ama de llaves, lo hace pasar, saludando educadamente. Lo dirige en silencio hasta la sala principal, donde dice que lo están esperando. ¿No era solo su padre? 

Al doblar una de las esquinas, Louis encuentra a sus pesadillas juntas; Daniel y su padre. Los dos con unas copas de ron en sus manos. Daniel se pone de pie, educadamente. En su rostro se puede ver múltiples moretones, una ceja rota al igual que su labio inferior. Una venda blanca tapa su tabique, y alrededor de ella se puede como el morado rodea parte de su nariz. Esta hecho mierda. 

Daniel le extiende su mano derecha. -Buen día Louis. 

Él castaño lo mira, extiende su mano y la aprieta, aún con la mirada en sus heridas.-No tan buenos para ti, Daniel. -Quita su mano y asiente en dirección a su padre. Como un saludo. Louis se sienta en el sofá frente al pelinegro. 

El amante perfecto. [Larry Stylinson] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora