Capítulo 3: Irina

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Llegamos a un restaurante familiar cercano. Ella realmente debió de estar hambrienta, no tardó en pedir tres platos principales y llenarse la boca con ellos mientras lloraba de la felicidad, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Por otro lado, yo solo pedí una Coca Cola y miraba el contenido vacío de mi monedero. ¿En qué estaba pensando? Estaba siendo tal vez demasiado amable. Mi infinita bondad me hizo querer suspirar, pero fue ver esa linda cara de felicidad lo que borró todas mis desgracias.

—¿Quieres un poco?

—No, gracias. Estoy bien.

—Venga, toma.

Ofreciéndome un trozo de la hamburguesa, le quité el grano de arroz que estaba pegado en su mejilla. Santo cielo, es como una niña pequeña.

—Ahn.

Tuve una sensación cálida en mi dedo. Dejé que mi vista me llevara hacia mi brazo, y el dedo de la mano que había usado para retirar el grano de arroz ahora estaba dentro de la boca de la chica.

—Ey, eso está sucio.

—Nof ef fiefto. (No es cierto.)

—No hables con la boca llena.

Sus labios suaves y cálidos envolvían mi dedo, y su lengua lo estaba lamiendo.

Saqué mi dedo de su boca, lo cual pensé que fue algo erótico.

Después de lamer el grano de arroz, estiró la mano hacia el plato de patatas fritas y lo que quedaba de la fuente de espaguetis con tomate y carne. Verla comer tan felizmente tenía su encanto. Cuando finalmente estuvo satisfecha, me lo hizo saber con un "gracias por la comida".

—Por cierto, no te lo dije. Pagas tú.

—¡¿Eh?!

Ver su cara cambiar de la felicidad a la desesperación fue muy divertido.

—Nah, es broma. No pongas una cara tan sorprendida, yo invito.

—Uf, no me des esos sustos. Por un momento sentí que mi corazón dejó de latir, solo para entrar en modo taquicardia.

—Entonces, ¿cuál es tu nombre?

—No tengo.

Di un cabezazo a la mesa. ¡¿Cómo no vas a tener nombre?!

—Explícate.

—No tengo nombre. No me acuerdo. ¡Ah, ya sé! ¿Me puedes dar uno? ¿Cómo te llamas tú?

—Me llamo Tomás, pero mi sueño es que una chica linda me llame Tomas.

—De acuerdo, Tomas. ¿Cómo crees que nos ve la gente en estos momentos?

—¿Cómo diantres te llamas?

—¿Ignorada? ¡¿Me ignoraste?! ¡Y eso que cumplí tu sueño!

—Entonces, ¿tu nombre?

—¿Ignorada? ¡¿Fui ignorada de nuevo?!

—Dime quién eres.

—¿Qué tal si me pones tú mismo un nombre? Esto podría ser como en esas pelis románticas, en las que conoces a una chica con amnesia, la llevas a vivir a tu casa, nos enamoramos, yo recupero la memoria, nos casamos, abrimos una cafetería, tenemos dos hijos y vivimos felices para siempre...

—Creo que mejor llamo una ambulancia.

Awww... Ella es una chica muy pobre.

—Me puedes llamar Irina, ¿qué te parece?

—Irina. Es un bonito nombre, creo que va a acorde con tu apariencia extranjera.

—¿Extranjera? Nací aquí. ¿O es que para llamarme Irina tengo que ser rubia y rusa?

Creo que esta chica tiene un buen lío en su cabeza.

—¡No me mires con ojos llorosos! ¡Estoy bien, de verdad!

—No sé por qué, pero me recuerdas a un perro callejero.

—¡¿A quién llamas perro?!

—No sé, tú me dirás. Me seguiste porque te di de comer, y ahora quieres entrar en mi casa.

—¡¿Serías mi primer amigo?!

—¿Los idiotas tienen amigos?

—Venga, porfi... Porfi, porfi... ¡Seré tu novia! Tienes cara de no tener novia, ¿cierto? No eres muy popular con las chicas. ¡Puedes aprender conmigo!

—No, gracias.

—Jooo... Pero si te parezco linda. Mira tus mejillas, están encendidas.

—E-eso es porque hace calor...

—Mentira, estamos en otoño. Mientes fatal.

Entonces ella de la nada dio un aplauso. ¿Trataba de aplastar una mosca?

—¡Oh! ¡Ya sé! Mira, como has sido tan bueno conmigo, te ayudaré. Toma esto.

Metió la mano derecha en el bolsillo de la sudadera gris y sacó un anillo plateado decorado con un diamante. Parecía ser muy caro.

—¿Eh?

—Ten, es un amuleto de la suerte que yo misma hice. Te lo dejo por el módico precio de 1,000 €.

—¡¿Pero de qué vas?!

—Vale, venga. Por la mitad, unos 500.

—¡Ni de broma! ¡Tiene pinta de ser muy valioso! ¿Lo robaste?

—Claro que no. Lo hice yo misma con latas que reciclé y piedras del río. ¡Es un amuleto de la buena suerte! Con él seras ultrafeliz de aquí en adelante, ya verás. ¿Sabes qué? Te lo regalo, no te cobraré nada. Has hecho muchas cosas por mí, je, je.

Sé que lo que voy a decir es una chorrada, pero por probar que no quede.

—Oye, niña fugada de casa. ¿Tienes móvil?

—Claro.

Lo sacó del bolsillo de la sudadera. Un Nokia de allá por el 2000. ¿Eso todavía funciona?

—Intercambiemos números y tengamos una cita algún día. En la próxima quiero montar en la bici. Me gustaría que me llevaras atrás como tu novia, paseando bajo los cerezos en flor.

—Tonta, aquí no hay cerezos, estamos en la costa.

—¡Pues nos iremos a Córdoba de luna de miel!

No pude evitar reírme.

Continuará... 

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora