Capítulo 34: Arrinconando a la princesa

25 7 2
                                    


Prólogo

Hoy por la que hemos armado, nos han castigado y hemos tenido que limpiar el gimnasio.

Al menos el conserje nos ha ayudado y nos ha dado las gracias por nuestro trabajo.

Pero no quita el hecho de que hemos sido castigados...

—Voy al servicio, Tomas...

—Voy contigo, Erika —dijo feliz Nina.

—Ok, os espero fuera. Voy a recoger nuestras mochilas.

Son más de las tres de la tarde, no hay ni un alma en el instituto.

Tengo hambre. Mamá, mi hermana e Irina estarán esperándonos para comer.

Frente a mí, la puerta de nuestra clase.

Tengo ganas de largarme ya, el instituto no es lugar donde estar una vez han finalizado las clases... a menos que seas miembro de algún club.

Con las llaves que me ha dado Antón, abro la puerta y entro en la clase. El maestro que toca a última siempre cierra con llave, para que así los que están en los clubs no se metan en las clases por la tarde.

Ya se dieron casos de listillos que entraron por la tarde en clase, encendieron el ordenador y lo hackearon para hacer de las suyas: saber preguntas de futuros exámenes, cambiar notas, o incluso obtener información personal de los profesores para chantajearlos.

Cuando me acerco al escritorio de Nina, me percato que hay algo sobre mi mesa. Se trata de un sobre de color rosado, cerrado con un sello rojo en forma de corazón. Justamente igual que esa carta de amor que recibí hace ya un tiempo.

Pero...

Hay algo más.

—...

Pensé que estaba alucinando, así que lo toqué para comprobar qué tan real era.

No es un espejismo, este tacto de seda es real.

Y aún podía notar algo de calor residual y humedad al tenerla entre mis dedos.

Todo mi cuerpo entero se volvió rojo tomate.

Sobre mi pupitre se hallaban unas braguitas blancas de rayas azules.

—¡¡¿Pero esto qué es?!!

Parte 1

—A eso llamo yo ir en serio. Ni a mí se me habría ocurrido semejante jugada.

Nina caminaba dando vueltas, jugando lanzando su mochila a los cielos y cogiéndola al vuelo con piruetas, saltos, giros entre otros trucos. Chica, que llevas falda.

—Aaah... —Erika seguía en shock; no eres la única—. ¿Puedo olerlas?

—¡¿Qué?!

—Si las huelo, puedo decirte de quién es por su sudor.

—Oye, bien pensando...

—¡NO!

Ese grito de parte de la muñeca diabólica casi nos deja sordo como tapias.

—Tomas, te está desafiando. Es un reto para ver si puedes encontrarla por tus propios medios. Nada de trampas o ayudas, tienes que descubrir quién es. Esas bragas son un incentivo, algo que te motiva a seguirla buscando. Ah, y no me llames "muñeca diabólica", que te he oído.

—¡No he hablado, lo he pensado! ¡¿Qué cojones?! Deja de hacer eso, da muy mal rollo, tía.

Agaché la cabeza y recapacité. Ella tiene razón.

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora