La cabaña

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Dioses y humanos.

Se dice que los humanos crearon a los dioses a su imagen y semejanza; sin embargo en los escritos claramente se indica que los humanos fueron creados por los dioses. ¿No parece esto la serpiente que se muerde su propia cola, el uróboros?

La religión es un elemento de control muy, muy importante en las sociedades: permite que la sociedad tenga sentido, un motivo, un orden. Que la jerarquía no se tambalee, se respeten las reglas y la gente no caiga en la desesperación; tener algo en lo que creer y por lo que vivir, sentirse realizado.

Sin embargo, los humanos somos seres complejos: somos envidiosos, orgullosos y avaros. Siempre queremos más; y es normal, está en nuestra naturaleza. Un animal siempre quiere más para poder seguir viviendo y pasar el relevo a la siguiente generación. Por mucho que nos sintamos superiores al resto de criaturas del reino animal, no dejamos de ser animales; racionales, pero animales al fin y al cabo.

Hay veces en las que somos tan despreocupados e irresponsables que cometemos pecados; esto es ir en contra de las reglas establecidas por el sistema. Sin embargo, no queremos ser castigados, por lo que vamos pasando nuestras responsabilidades a los demás; echamos las culpas a los demás. Llegando a punto en el que no podemos saber a ciencia cierta quién ha sido el causante.

Como nadie quiere ser castigado, entonces surge una figura que ocupará el rol de sufrir todos los castigos, una criatura imaginaria que indudablemente no existe, pero que cumple muy bien su rol como excusa: un dios.

De esta manera, las culpas de todo lo malo que ocurre pasan de pertenecer a cierta o cierto grupo de personas, a una entidad que causa el mal en el mundo. Bien un demonio, o un dios enojado por nuestro mal comportamiento. Y con ello, para apaciguar su furia, un sacrificio... pero nadie quería ser ese sacrificio humano; una vida humana que se perdía para aplacar el fuego de la ira de la población.

Aunque ese ser se lleve las culpas, los pecados siguen acumulándose, y con ello el malestar en la población. Asesinar a gente no iba a servir, pues el derramamiento de sangre llama a un derramamiento de sangre aún mayor.

Hasta que este sistema fue creado no éramos más que demonios que se echaban las culpas los unos a los otros por lo que ocurría. Una manera en la que calmar a la población era derramando la sangre de un generoso inocente.

Un sistema de purificación en el que no se pierden vidas humanas.

Un sistema que perdona a la gente por sus pecados.

Ese es el origen de la fe y las religiones, un sistema donde no se culpa a la gente de sus errores, sino a una persona extra que no existe (dios). Así, la conciencia queda tranquila y nadie tiene que afrontar sus responsabilidades.

Echarle la culpa de todo a una maldición; dejarse engullir por un mundo de fantasía y evadir la cruda, oscura realidad.

Pongámoslo de manera que sea más sencilla de entender: un juego.

Cuatro personas están atrapadas en una cabaña en las montañas. Y juegan a un juego donde estos se sientan cada uno en una esquina de la cabaña. Sí, es una historia muy famosa.

Es en mitad del invierno. Se están quedando dormidos.

Si se quedan dormidos, morirán.

Así que a uno de ellos se le ocurre una idea.

Se sientan en los cuatro rincones, y uno de ellos caminará en sentido de las agujas del reloj hasta el la esquina más cercana, y despertará al que se sienta en dicha esquina.

El que se levantó se sentará en esa esquina, y el chico que se acaba de levantar caminará hasta la que tiene al lado y despertará al chico que está sentado en esa esquina.

Si siguen haciendo eso, no se quedarán dormidos.

La gente que sabe de esta historia no necesita ninguna explicación, pero esta clase de juegos no funciona con cuatro personas.

Cuando el primer chico se levanta, su esquina queda completamente vacía.

Así que una vez todo el mundo ha completado su turno, el cuarto chico va a la siguiente esquina, la cual está vacía. Así que el chico se sienta y se duerme, terminando el juego justo en este momento, y todos mueren congelados.

En otras palabras, para jugar a este juego necesitas más de cuatro personas. Necesitan a una persona más a la que salvar.

La gente cuenta esta historia como una de terror.

Suelen decir que todo comenzó con cinco personas, pero que uno estaba realmente muerto y que gracias a su fantasma... fueron capaces de continuar el juego hasta la mañana siguiente.

Los dioses completan un círculo que no puede ser completado por solo las personas.

NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora