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Tony y Steve cabalgaron con rapidez de regreso a Timely. No tenían otra opción, si Roxxon había querido eliminar a los mineros, no creían que tuvieran escrúpulos con el pueblo. Detrás de ellos, también redoblando esfuerzos, iba la carreta con los mineros, Lobo rojo y Bucky.

Como sólo tenían un caballo libre, Tony iba en las ancas del de Steve, sujetándose de la cintura de éste. Estaba tan cerca de él que una traza de su aroma alcanzaba sus fosas nasales, pero aquello no era suficiente para disminuir  el ceño fruncido de Tony, y es que había algo a lo que no le podía quitar la vista, a pesar de no verle directamente.

Veía el cuello de la camisa, apenas sobresaliendo del de la chaqueta de Steve, cuyo cabello rubio era lo suficientemente largo como para ocultar el resto de la piel. Así que Tony no podía ver el cuello de Steve, pero en su imaginación tenía muy clara la marca en él. Le molestaba especialmente, no sólo por el encuentro que habían compartido hacía no mucho, sino porque,  hasta ese momento,  se dio cuenta que sí tenía esos instintos posesivos con los que siempre calificaban a los alfas.

Cruzaron el cañón como un rayo para el anochecer. Aquello  significaba que Roxxon y sus secuaces, probablemente, estarían en el perímetro del pueblo, aunque aún estarían lejos del centro. Seguramente, acamparían, cosa que ellos no harían.

Sin embargo, su carrera se vio interrumpida por un sorpresivo motivo . Cuando se acercaban a la granja Parker notaron que algo no estaba bien. La casa estaba a oscuras y algunos de sus animales estaban afuera del establo.

Steve detuvo su marcha, algo no estaba bien. Tanto él, como Tony descabalgaron y antes de caminar hacia la granja, compartieron una mirada azorada. El inventor encendió la lámpara de aceite que llevaban en sus alforjas y comprendieron lo que había pasado: una tragedia.

En la entrada de la casa yacían los cuerpos de un hombre y una mujer. Habían recibido disparos en el pecho, directos en el corazón.

—Roxxon—murmuró Steve apretando los puños.

Tony desvió la vista, sintiendo verdaderas nauseas. Descubrió huellas de cascos que salían del establo y comprendió.

—Debieron venir a tomar a los caballos, se negaron y...

La frase de Tony fue interrumpida por el llanto de un bebé que provenía del interior de la casa.

—Dios...—murmuró Steve y avanzó al interior de la casa esquivando los cuerpos, Tony lo siguió.

En la sala, en su moisés, un pequeño lloraba con todo el poder de su garganta. Tony dejó la lámpara en la mesa de centro de la sala y tomó al niño en sus brazos.

—Calma, calma—le pidió mientras lo mecía, pero lejos de aminorar, el llanto se volvía más estridente—. Vamos, vas a quedarte ronco.

—Debe tener hambre—dijo Steve.

—¿Qué podemos darle? Su madre... —Tony sintió un nudo en la garganta y no pudo continuar—, quiero decir, necesita leche.

Steve asintió.

—Hay vacas en el establo—dijo y sin necesitar explicar nada, salió de la casa llevándose la lámpara con él.

A Tony no le importó quedarse en la oscuridad, encontró una silla y se sentó en ella con el pequeño contra su pecho, sólo deseaba calmarlo un poco. Steve volvió y Tony notó que encendía las lámparas de la casa, cosa que debieron hacer desde el principio.

Regresó y prendió la lámpara de la sala.

—¿Y la leche? —preguntó Tony.

—Necesita ser hervida antes, para que no le haga daño... bueno, es lo que sé.

1872Where stories live. Discover now