||CAPÍTULO 3||

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Una buena impresión para el suegro

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Ellos la tienen.

Yo parpadeo un par de veces seguidas, lo miro ceñuda, y le pregunto:

¿Cómo que la tienen?

Nick tensa su mandíbula.

Recientemente cumplió con éxito su misión, dijo que llegaría en dos o tres días, pero hace unas horas... mi padre recibió una llamada. Ellos la secuestraron. Eran... eran muchos, no soportaría que le hicieran d-daño... —lo abrazo fuertemente, y acaricio su ancha y musculosa espalda.

Se siente tan... bien.

¡Alex, concéntrate! ¿A caso no ves que le acaban de secuestrar a la hermana? Madre de las guayabas, ruega por mis pecados y pensamientos, amén.

No te preocupes, la recuperaremos —aseguro sin titubeos—. Pero necesitamos un buen plan.

Nick se aparta lentamente de mi, y seca sus lágrimas.

Se ve tan dulce cuando llora...

¡Joder! Tengo que casarme con este hombre.

Mi padre dijo que no quiere involucrarnos en el asunto... pero es mi hermana, Alex. No puedo quedarme de brazos cruzados.

Yo pongo una diabólica expresión en mi rostro.

Pero... ¿Quién dice que se va a enterar?

Nick arquea una de sus cejas, y juntos compartimos una cómplice mirada.

¿A qué que te refieres, enana?

Me cruzo de brazos, para luego preguntar en un tono más bajo.

¿Tienes contactos en la agencia? No lo sé... alguien de confianza.

«No si, Alex Drew»

Los conozco a todos. —contesta, sin siquiera haber analizado mi oración.

¡Hoy los astros están de nuestro lado!

coño... tengo que dejar de ver Telemundo por las mañanas con mamá.

Piensa... eso es ventaja, podemos intentar recuperarla. Luego de la reunión con los jefes, armaremos un plan. —propongo animada.

No, no pienso ponerte en riesgo, Alex. Puedes ayudar, y aportar ideas al plan, pero tú... tú no irás.

Y mi emoción se va por completo al carajo.

P-pero yo...

Inmediatamente me interrumpe.

—¡Dije que no, Alex! —resopla furioso.

Decidí callar, guardar silencio. No quería enojarme, o seguir mis impulsos, y vaya que soy buena para eso. Si escuchaba que no iba a ser parte del plan otra vez, juro que le aplico la ley del hielo, luego de darle su putazo por maricón y pendejo.

El silencio reinó entre nosotros en todo el camino, por un segundo pensé que me asesinaría, ya que tenemos rato conduciendo sin rumbo alguno.

—¿Aquí llevas a tus víctimas? —bromeo, tratando de aliviar el pesado ambiente.

Espía Adolescente©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora