Casándose.
Milo quería dar ese gran paso, quería casarse con Camus.
Le pidió ayuda al patriarca Shion, al maestro Dohko, a su diosa Athena y le oro incansablemente a Hera la diosa del matrimonio que le ayudará, para la buena suerte de Milo, todos a los que les pidió ayuda aceptaron, pero Milo les dio una pequeña advertencia que todo se hiciera a la manera que Camus quería y aceptaron.
Esa misma tarde Milo, citó a Camus en el templo de libra, que siempre estaba solo, a la llegada del anochecer, a la entrada de ese templo Milo esperó pacientemente a Camus y cuando este llegó no dudó en abrazarlo y pedirle que por favor no fuera tan cruel con él, Camus se preguntó el porque.
El francés supo que algo pasaba, cuando vio pétalos de rosa caer del cielo y a Milo arrodillarse frente a el con una cajita en donde un anillo lo estaba esperando.
Milo pidió la mano de Camus y éste último se la dio sin dudarlo y con un hermoso sonrojo en sus pálidas mejillas, el viento jugaba con sus capas y cabello, con el anillo puesto en el dedo de Camus, Milo puso el otro anillo en su dedo y Camus lo abrazo diciéndole mil veces que sí, sí quería casarse con él.
Ese abrazo pasó a un beso y después de ese beso, Milo le comentó a Milo, que el patriarca, el gran maestro, Athena y Hera, harían todo a su manera excepto la apariencia del rubio; Camus amó eso, Milo lo conocía demasiado bien.
Después de ese anochecer, se entregaron al otro como prometidos y la mañana siguiente a esa un ya casado Aphrodite les prohibió verse todo lo que durará la preparación de la boda.
Milo y Camus duraron dos semanas sin verse y es que las dos diosas notaban lo incómodos que estaban esos dos al no verse ni un segundo, por lo que se apuraron a arreglar todo rápido.
Cuando el maravilloso día llegó, desde muy temprano ya estaba todo listo, comida, bebida, decoración, música, todo estaba listo, sólo faltaban los novios.
Camus, el siempre frío y tranquilo Camus estaba llorando y es que no podía creer que se casaría con el amor de su vida en contados minutos, las dos diosas intentaban calmarlo, sobre todo Athena porque Hera no olvidaba lo que la constelación de Acuario significaba.
Aun así Hera era feliz, ser tomada en cuenta por esos jóvenes era gratificante para ella, al parecer no era odiada por todos.
Con Milo la cosa era muy diferente, no podía quedarse quieto, se movía de un lado a otro, muy nervioso.
De no ser porque Aldebarán lo sostuvo no se hubiera quedado quieto nunca, entre el fornido y enorme cuerpo del caballero de Tauro, Milo fue peinado, vestido y arreglado para su boda.
Cuando ya todo estaba listo y escucharon la chillona voz de su diosa, ocultaron a Milo y dejaron pasar a Camus, no hicieron esperar a Camus y a los minutos llegó Milo con un hermoso ramo de rosas rojas y amarillas, cortesía de Dite.
Ambos, Milo y Camus quedaron totalmente enamorados de como se habían vestido para su gran día.
Milo tenía un hermoso traje negro con detalles blancos, su cabello estaba peinado y sus manos temblorosas.
Camus un traje blanco negro también portaba, pensó en el blanco pero se arrepintió porque se veía muy pálido.
Ambos quedaron aún más enamorados del otro al verse de esa manera, solo porque ellos se iban a casar.
Athena, Hera y Shion se encargaron de casar de la forma más hermosa y tranquila posible, los votos fueron hermosos y las promesas ni hablar, todo había sido totalmente dignos de ambos caballeros y constelaciones.
Al terminar la boda, la fiesta empezó y Milo le agradeció a Camus por haber organizado y pensando todo el solo, el rubio estaba orgulloso de su esposo; que bien se sentía decirle así. Pensó Milo.
Por otro lado fue Camus quien le agradeció a Milo, le dejó hacer todo a su manera y amaba eso de su esposo, Milo, su esposo siempre estaba para el y a pesar de sus defectos siempre intentaba hacer lo feliz.
Los años pasaron y sus días como caballeros terminaron, Milo le sugirió a Camus su esposo vivir en Francia, cosa que el pelirrojo no puso resistencia.
Ambos pasaron juntos hasta los últimos días de su vida, a veces reían y otras peleaban pero hacían las pases.
Siempre se completaban el uno al otro y cada día amaban llamarse esposos, amaban verse todos los días, amaban cuidarse todos los días, en ningún momento se separaban del otro.
En sus mejores y peores momentos, estaban juntos, reían juntos, bailaban juntos, lloraban juntos, vivían juntos y se amaban juntos.
En todo el tiempo que vivieron juntos y como esposos, comenzaron a compartir sus diarios de campos todos los días y leer juntos ese libro que una vez Milo escribió para el y que terminaron escribiendo juntos. Esa fue su actividad favorita hasta el final de sus días en este mundo terrenal.
Los últimos días de su vida, también los vivieron juntos y ambos murieron juntos mirando esos ojos tan únicos que amaban observar, ambos fueron encontrados en su cama, tomados de la mano y a petición de una nota que ambos escribieron, fueron enterrados juntos.
Sus almas ascendieron al cielo y fueron las estrellas más brillantes del firmamento.
Hera la diosa del espacio sideral, a veces juntaba sus almas en el cielo y brillaban como nunca antes y la diosa sonreía como nunca y las almas de Milo y Camus también lo hacían, porque siempre sin importar que se iban a complementar, en la vida que vivieron y en la vida después de la muerte e incluso más allá.
Milo y Camus, esas almas gemelas, siempre se buscarían y se volverían a encontrar siempre, ese era su destino y lo cumplían con gusto, todos los días de su vida y después de ella.