Día 21

424 24 1
                                    

Haciendo repostería / cocinar.

Camus tenía muy consentido a Milo y es que no podía negarle nada, su parte racional le decía que no lo hiciera, que fuera y tuviera mano dura con el y siempre estaba dispuesto a cumplirlo de no ser porque su parte enamorada, que amaba infinitamente a Milo y que quería complacer en todo a el rubio le ganaba y aquí entre nos, no le molestaba hacerlo, le gustaba hacerlo porque Milo hacía su vida más divertida y cálida.

Y es exactamente por eso que estaba en un supermercado con Milo comprando todo tipo de dulces o azúcar para hacer repostería y es que a Milo le dio por comer y preparar postres de todos los sabores, colores y olores.

Cuando ambos volvieron al santuario con el montón de bolsas, llenas de comida dulce, decidieron ir está vez al templo de escorpio porque era el que más cerca les quedaba y está vez si necesitaban que fuera cerca, por los lácteos y porque estaban algo cansados de caminar de aquí para allá, subir millones de escaleras hasta el octavo templo con pesadas bolsas en las manos.

Camus insistió en descansar unos minutos pero Milo no lo dejó, le dijo hasta el cansancio que la repostería no podía esperar, Camus pensó en complacer lo pero también se recordó a sí mismo que Milo necesitaba límites, así que le negó ayudarle por unos minutos mientras descansaba.

Milo aceptó con un puchero en sus labios, pero el no se quedo quieto, él rubio guardó todo lo que había en las bolsas y con guardar me refiero a ponerlo todo en la cocina, las bolsas las metió en un cajón que tenía exclusivamente para ellas.

El de mirada azulada, subió hasta el décimo primer templo del santuario, entre las cosas de Camus, más específicos su biblioteca, buscó no uno sino tres libros de cocina y volvió a su templo, los puso en una mesa y se sentó mirando fijamente a Camus a los ojos.

Aquella mirada tan fija y tan brillante, causó incomodidad en Camus, pero este último bien seguro de si mismo, puso una mirada fría, segura y retadora, cuando vio a Milo tener un escalofrío, ni lento ni perezoso le dio un beso en los labios que minutos después fue correspondido.

Ninguno de los dos supo como terminaron uno encima del otro sobre el sofá del templo de Milo, cuando el aire les fue necesario para vivir y respirar se separaron, ambos con una gran sonrisa en el rostro.

Camus con sus fuerzas renovadas, acompañó a Milo a la cocina y allí entre risas y juegos comenzaron a cocinar esos postres que Milo quería probar y es que todo comenzó porque Milo leyó los libros de cocina de Camus y se encontró con cuatro deliciosos postres que quería comer y Camus no se pudo negar y horas después hay estaban en la cocina preparando esos postres.

Cuando dieron por terminado sus actividades como pasteleros, la cocina y ellos mismos quedaron hechos un caos, por lo que Camus le sugirió a Milo que se diera una ducha, por mientras el limpiaba, Milo aceptó pero antes de irse le mencionó que lo esperaba en la ducha, aquello sonrojo a Camus, pero asintió con la cabeza.

Camus termino la limpieza y salió corriendo al baño en donde tuvo una deliciosa y muy caliente ducha con Milo, ambos al salir de la ducha y con unos sacos, buzos o sweaters y su ropa interior salieron a comer los deliciosos postres que habían cocinado.

Ya sentados sobre la mesa con los cuatro postres sobre la mesa, Camus en dulce acto se encargó de darle a probar el mismo todos los postres a Milo y así fue hasta que la mitad de todos los cuatro postres quedó.

Cuando la mitad de los postres quedó, fue el turno de Camus para comer, Milo aprovechó y fue él quien alimentó a Camus hasta dejar los platos vacíos, ambos se levantaron de la mesa y juntos lavaron los platos.

Su día termino en la cama del rubio, dándose besos con sabor a dulce que ambos disfrutaban y que al llegar el sueño a ambos, un último beso, bastó para que quedarán dormidos, abrazados y seguros en los brazos del otro, después de un día muy dulce y de cumplir caprichos.

30 días con Camus y Milo. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora