Abrazarse , acurrucarse o darse mimos.
Si le preguntarán a Milo de Escorpio quién era él que llevaba los pantalones en la relación, él diría que es él, ya que siempre estaba detrás de Camus sin importar que, pero Shaka y Aioria dirían que él que los lleva es Camus porque es quien pone orden, pero si le preguntan a Mu él diría que ambos porque cada uno aporta algo a su relación y Aphrodite le dio la razón y Milo también se la dio a su amigo el borrego.
Milo era responsable de buscar a Camus porque el pelirrojo por voluntad propia no lo iba a buscar a él además él siempre orgulloso Milo disfrutaba mucho de la compañía de Camus y le gustaba recibir y llamar la atención de Camus, no porque tuviera baja autoestima o buscará atención en otros, sólo le importaba la opinión de Camus.
Por esa razón, Milo salía de su templo con destino a Acuario, en el camino pensó en muchas cosas una de ellas eran las manzanas y otra era Camus, al llegar al décimo primer templo sin problema alguno, se le hizo raro el silencio en el noveno y décimo templo pero le restó importancia.
Ya en Acuario no vio por ningún lado a Camus, no se le hizo extraño, sabía ya de memoria que seguramente el francés estaría leyendo un libro en la comodidad de su habitación.
Y tenía razón él rubio, él pelirrojo estaba leyendo un libro en francés porque no entendía lo que decían las letras, él pelirrojo no se había dado cuenta de la presencia del rubio que estaba detrás de él observando lo.
Él rubio se acercó al pelirrojo y se acercó por detrás de rodillas para después sentarse en forma de indio o flor de loto, asustando a Camus que como consecuencia pegó el brinco y un bufido salió de sus cuerdas vocales.
Milo, tomó con su mano izquierda uno de los mechones pelirrojos que tanto le gustaba y con su derecha puso su mano sobre la derecha de Camus y colocó su boca y nariz en el espacio del hombro y cuello de Camus y él pelirrojo le observó.
—Qué sucede Milo, porque estás aquí... —Preguntó Camus con frialdad.
—Si, quieres puedo irme sólo pasaba a saludar pero si no me quieres aquí no hay problema.
—Yo nunca dije eso, no pongas palabras que no eh dicho en mi boca —Regaño, Camus con frialdad al otro.
—N-no me regañes. —Al borde de las lágrimas y con un puchero que intentó disimular lo mejor posible sin éxito alguno, habló Milo.
Ninguno de los dos dijo palabra alguna después de eso, Camus dejó su libro a un lado y con golpecitos en la pierna de Milo que por reflejo las estiró.
Camus aprovechando se metió en ese espacio y recostó su espalda sobre el pecho de Milo y con cariño le empezó a hacer cariñitos al rubio en las manos, para después terminar ambos en el piso recostados mirándose a los ojos y jugando con sus largos cabellos, perfilando sus rostros o tocando con sutileza, cariño y delicadeza los labios y cuerpo del contrario con mucha devoción hasta el punto de caer dormidos gracias a las cálidas caricias y abrazos del otro.
La inconsciencia los llevo de su lado y abrazados y acurrucados tomaron una siesta después de caricias, abrazos y mimos cálidos sin pista alguna de libido o malicia, era amor y admiración convertida en suaves caricias, que terminó con ellos respirando pausadamente en los brazos del otro y con sus largas cabelleras juntas y dispersas creando una silueta parecida al amanecer o anochecer depende del que los viera y creyera en su amor.