cap. 21

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;maite; 

-Mateo, soltame- Supliqué cuando su mano todavía no dejó de agarrar mi brazo, haciéndome sentir cada vez más indefensa. 

Siento que todos mis sentimientos ocultos por él, los que intenté reprimir por tantos meses, casi dos años y cientos de días, vuelven a surgir y en cualquier momento van a ser incontrolables. 

Él acotó a mi petición, me soltó y por fin pude sentir la sangre correr por mi brazo. Lo empujo para devolver la violencia que él aplicó en mí. Estoy tan cansada de que él asuma tener el poder conmigo, pero también, como puede ponerme nerviosa, indefensa y débil, yo puedo fingir no estarlo.

-Sos un agresivo de mierda, ¿sabes? En la primera de cambio ya queres tener el poder sobre mí, y no nene, no lo tenes, no lo tuviste nunca- Intenté atacar. 

Su cara sigue intacta, serio y con una mirada que intimidaría a todos. Yo en cambio, intento concentrarme en otra cosa, para no dejarme vencer por el miedo. 

Él se apoya en una de las paredes del edificio viejo, uno de los dos que nos están encerrando a los en un callejón. No acota nada, eso me desespera, quiero irme pero cada vez que lo intento, él me agarra del brazo y tira de mí para volver a tenerme en el lugar de antes. 

Resignada lo hago una vez más, teniendo la esperanza de escapar de este callejón horrible, volver a casa y llorar entre las sábanas, con el aire acondicionado prendido para no morir de calor. 

Cuando mi cara se ilumina al ver las calles vacías del barrio pero con todos los locales abiertos, mi brazo vuelve a sentirse encerrado en unas manos grandes, que no me sorprende al ver a Mateo atrás, tirando de mí. 

-La concha de tu hermana, ¿no me vas a dejar ir?- Pregunté, él negó. -¿Para qué? Para tenerme acá, sentirte seguro de que no me vas a perder, y ahí me volves a dejar. La típica Palacios. 

Expresé, él se alejó un toque, mirándome con una mueca en la cara y los ojos brillando. Un brillo raro, como si tuviera las lágrimas a punto de salir, pero también se podría describir como el brillo que mamá decía verlo en sus ojos cuando éramos pendejos.

Estoy dando más vueltas que una media, me está dejando completamente loca.

Aparece cuando intento olvidarlo y lo estoy logrando, me vuelve a dejar y vuelve a aparecer. Es como si no estuviera decidido en su vida. Yo ya soy grande, tengo 19 años, quiero vivir y no pegada a un tipo que me lastima cada vez que tiene oportunidad. 

Si algo alguna vez tuviera con Mateo, sería cuando él madurara, y por ende, yo también. Cuando tengamos los pensamientos resuelto, y no seamos unos pendejos con las hormonas al cien, dispuestos a cualquier cosa por chaparnos y hacer cosas no categorizadas para menores.

-Perdoname, perdoname por todas las giladas que te hice, por dejarte sola y no poner las cartas sobre la mesa cuando tuve que hacerlo. Tenía miedo y culpa- Pausa, suspira y vuelve a hablar. -Sos la hermana de mi mejor amigo, ¿cómo querías que me sintiera? Tenía todo a mi contra, él, todo lo que pudiera hacer, te iba a afectar a vos, y también a mí. Todo lo que te afecte a vos, me afecta a mí. 

Lo miro entrecerrando los ojos, buscando en su cara un toque de diversión, que me advirtiera de su broma perversa. ¿Él está diciendo todas esas pelotudeces?

Cuando paso segundos analizándolo, llego a la conclusión que no; Él no está mintiendo, él está hablando en serio y eso es lo que más me jode. 

-¿Vos sentías culpa? ¿Vos? No intentes chamuyarme, Palacios. ¿Cómo pensabas que me sentía yo? Vos tenías 15, yo 17, eras el mejor amigo de mi hermano- recalqué. -Yo tenía más cosas a mi contra, no está bien visto lo que hicimos por nadie, pero me la jugué por vos, puse todo lo que tenía por vos, ¿y ahora vos intentas decir que todo lo que me afecta, también te afecta a vos? Te va a crecer la nariz, Mateo. Porque cuando yo lloraba mares por lo que me hiciste, la disfrutabas muy bien a tu novia. Así que no, no sufriste como yo, no te afectó como a mí.

Intento irme para cerrar mi discurso, él no me detiene ahora y me deja irme como si nada. Las lágrimas corren por mis cachetes, sin poder controlarlas. Tengo tantas ganas de llorar, encerrarme, llorar, ver netflix y comer hasta que tenga un ataque al corazón. 

No puedo más y encima, como si fuera arte de magia, el clima se pone de mi parte y comienza a llorar, acompañándome en el triste sentimiento de sentirte abandonada, utilizada y totalmente reemplazable. 

Sigo caminando, unas cuadras antes de llegar a mi casa, otra vez una mano rodea mi brazo, esta vez dándome una vuelta. Sin poder evitarlo, los labios de alguien tapan los míos, sacándome de órbita, completamente. 

El sabor lo conozco, los movimientos lentos y como si fueran hechos para mis labios, lo conozco. Abro mis ojos para comprobarlo, y si, los ojos cerrados con largas pestañas de Mateo me lo confirma. 

Sigo su beso, sin darme cuenta pero al separarnos, mi mano choca contra su cachete. No podía creer que hiciera esto, que me tratara de esta manera. Primero me abandona, después de dos años aparece, me habla como si nada, vuelve a chaparme, después otra vez se va, vuelve a aparecer y recién pide perdón, para después ser rechazado por mí y besarme abajo de la lluvia. 

Me encantaría este beso antes, cuando estábamos bien y me podría sentir como una persona en una película ridícula de amor, pero no, ahora sucedió, cuando me siento en una película triste, de amor, pero de amor fracasado.

Me da vueltas, me hace doler la cabeza. Sus indecisiones, sus idas y venidas, me habían cansado. Ya no quiero saber de él, ya no quiero nada más con él. 

Cuando su cabeza dio una vuelta, yo huí. Corriendo hasta mi casa, sin mirar atrás, sin mirar al chico que me robó todo, el corazón y las ganas de volver a pasar por algo así. 

;Fuiste, Mateo, gracias por todo; 


Difícil; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora