cap. 36

1.5K 112 3
                                    

;maite;

Camino hasta mi departamento, cabe recalcar que tengo que tomarme un bondi y caminar cinco cuadras para ir hasta mi departamento y todo eso lo hago por una garchada, eso si es estar desesparada.

Tomas es una de las mejores personas que conocí en cuanto a amistad, está siempre presente y para tirar consejos es el mejor, pero yo no me veo en una relación seria, no después de toda la mierda de mi pasado. No quiero estar con alguien, no me siento suficiente y no tengo la intención de lastimar a nadie con mis actos, fue suficiente con ver a Mateo rogarme llorando que me quedara en mi país, Argentina.

Suspiré pesadamente al recordar eso, pasaron cuatro años pero sigo acordándome como la primera vez, parece qué pasó ayer, cuando en realidad fue hace una eternidad.

Extraño tanto las cosas de allá, extraño ver a Manuel rapear en vivo, y también extraño verlo todos los días, a mis amigos, y aunque suene raro, a mamá y a papá.

Pasaron los años, me di cuenta qué tal vez tuve los instintos de una pendeja, aunque en mi cabeza los justifico; 19 años viviendo una mentira, pero también tengo que admitir que Diana y Mauro no tuvieron la culpa, así que con el tiempo suficiente pude perdonarlos y sacarle el rencor que llevaba adentro.

Hoy en día tenemos relación normal, no la misma que hace diez años, pero si hablamos por videollamada y me cuentan cosas del trabajo, me llaman todos los domingos y en navidad, año nuevo, mi cumpleaños e inclusive en pascuas.

Que difícil fue vivir en otro país, alejada de todo lo que me hizo feliz en su tiempo, pero ahora es tan normal para mí que me siento feliz de estar acá, porque por más de tener un trabajo de mierda, la economía me da para comprarme de vez en cuando lo que quiero.

Puedo afirmar que a pesar de tener la guita que puedo darme el gusto de tener, los abrazos de los que quiero no se comparan en nada, es eso lo que más extraño, definitivamente.

Las puertas del hotel se abrieron apenas me paré en frente, vi parado a Osbaldo, el guardia de todo el edificio. Se sacó la gorra y me saludó, como si fuera una reina entrando en el palacio, me hizo reír y yo moví la mano como una princesa en su auto, esta vez haciéndolo reír a él.

Osbaldo es un señor de 60 y pico de años, no puede pasar las navidades con su familia por estar cuidando el edificio, pero si festeja el año nuevo con ellos. Así que cada navidad, desde que estoy acá, bajo y me uno a su cena. Comemos entre conversaciones y desde el primer año que me mudé a España nos hicimos muy buenos amigos, hasta de vez en cuando me invita a cenar a su casa los año nuevo.

Camino hasta el ascensor, marcando el piso cinco. Cuando llegué le agradecí a un dios existente por no haber parado el ascensor, como últimamente está pasando. Revisé en mi mochila buscando las llaves, las encontré y sonreí. Me acerqué a la puerta dispuesta a abrir, entré encontrándome con todo tirado y olvidándome del desastre que armé ayer buscando mi documento de identidad para poder ir a la joda.

A veces soy un desastre.

Corrí hasta mi cuarto, al llegar me tiré en la cama y prendí la laptop, buscando el skype para poder llamar a Manuel.

Sí, seguimos usando skype. Somos unos ridículos, ya sé.

Sonó dos veces, tres y atendió.

-¡Manu!- Saludé con una gran sonrisa, él se tiró en el sillón y me sonrió.

-Te extraño, Maite- Hizo puchero.

Sentí mi corazón ablandarse al escuchar eso. Me morí de ternura al ver sus ojos aguarse, y pude notar que está medio fumado.

-No sabes lo que es sentirte tan triste en año nuevo y en navidad por tener tantos recuerdos. Maite por dios, ¿podes simplemente volver, sacar un pasaje y hacerlo igual de fácil como lo hiciste cuando te fuiste de acá?

Lloriqueó, haciéndome poner triste a mí. Si él supiera lo difícil que es sacar documentos nuevos cuando sos extranjera.

-Manu sabes que no puedo irme de acá, no hasta que tenga los papeles correspondientes. Sabes el embole que es. Esos chorros de mierda se llevaron todo, y hace mucho estoy intentando sacar los documentos e irme

Suspiré, mirándolo. Él miró al techo, limpiándose las lágrimas y cerrando sus ojos.

Una vez, hace mucho tiempo, en el edificio lograron entrar a robar, eran muchos chorros y pudieron copar todos los pisos, así que por desgracia de los tantos 5 departamentos no robados, el mío no fue uno de esos.

Entraron a robar y se llevaron todo, mi laptop de ese momento, se llevaron ropa mía, la plata que tenía abajo del colchón y los papeles, riéndose de que era argentina y como una especie de "broma", se los llevaron, por más que les pidiese que no lo hicieran, que no podría irme después, sólo me pegaron y se fueron.

Creo que jamás quedé más traumada que aquella vez.

-Mira, mañana una amiga me va a acompañar a la empresa que está ayudándome con todo este quilombo, cuando tenga noticias de que puedo sacar el boleto, te voy a llamar, va a ser lo primero que haga- Hablé intentando sacarle la tristeza de encima.

-Bueno- Dijo triste.

-Feliz año nuevo, Manu, y te amo- Le dije, sonriéndole a la pantalla.

Él sonrió también.

Nunca pensé que todo esto fuera tan difícil y tan complicado, y que justo a mí, Maite Vainstein, alías la desgraciada, le pasara una situación tan subrealista como la de los chorros.

Y si, le hago orgullo a mi alías, era de esperarse.

Difícil; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora