nueve

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Esta noche nos vamos con Gus por una semana entera a Uruguay. Una semana para desconectarme de todo es un montón, pero me entusiasma la idea de conocer un lugar que está tan cerca pero al que nunca fui. Pareciera ser tranquilo y las playas... ah, son hermosísimas. Al menos eso me pareció en las fotos que encontré, buscando exactamente dónde quedaba José Ignacio. Realmente es un pueblito (pensé que era joda cuando Gus me lo dijo) que está en medio de dos departamentos (así le dicen allá a las provincias), casi que escondido, donde varios famosos han elegido vacacionar justamente porque no hay nadie. Quién diría que ahora yo iría a estar ahí unos días, y eso que ni siquiera soy famosa: mucho menos me interesa serlo. Pero el hecho de que a la prensa se le haga tan difícil entrar por el tramado de las rutas y la ubicación del lugar, me tranquiliza. No es como Punta del Este que en esta época del año (sobre todo en enero) se llena literalmente de fotógrafos que lo único que hacen es perseguirte y no dejarte en paz. Lo último que me falta es que me saquen una foto con Gustavo y terminemos siendo tapa de alguna de esas revistas baratas cuando todavía no somos nada, y no sé si llegaremos a serlo. Venimos bien, pero estoy tratando de ser lo más cautelosa posible y de no repetir los mismos errores de otras veces. Hay una parte de mí que todavía no se acostumbra a esto, supongo que por miedo. Pero tengo que estar tranquila: no sé que pasará, y disfrutar de lo que se está dando sin pensar en un futuro es la única opción que me queda.

También me entusiasma la idea de viajar con él. Obviamente, éste no es el mismo tipo de viaje que haría con las pibas. Estos días van a permitir que nos conozcamos más, así que espero que todo resulte bien. Creo que va a ayudar a que pueda empezar a descubrir cómo es él realmente. Siempre me dijo que la ciudad lo alteraba un poco, y que en la tranquilidad era donde estaba su verdadera esencia.

Mientras empacaba noté que la ropa ya no me quedaba como antes. Se ve que en estos meses bajé esos kilitos que no molestaban pero que estaban demás, e inclusive, el bikinni rojo que amo y uso siempre en verano ya no me sirve."¿Será posible que los senos se achiquen?", pensé mientras me veía en el espejo. Mi cuerpo no puede haber cambiado tanto en este tiempo para que me queden grandes varias de las cosas que me probé, pero no hay vuelta.

Tengo que hacer algo ya, y eso significa una sola cosa: hay que ir al shopping urgente.

Le pedí a las chicas que me acompañen por qué soy un desastre eligiendo y por qué tengo poca paciencia para estas cosas, pero ninguna de las dos podía, así que terminé viniendo sola. Siendo las cinco de la tarde, tengo dos horas aproximadamente para elegir algo decente, y por sobre todo, que me guste.

Tengo suerte de que me hayan dado los días libres en la redacción, ésta es la época de más laburo. No tengo ganas de ir a cubrir fiestas, ni recitales, ni desfiles, mucho menos de hacer notas, sólo de estar tirada en una playa tomando sol. Fue un año movido también en la facu, así que me merezco un buen descanso.

Pasé por delante de una tienda de ropa interior, y me colgué viendo la vidriera. Un conjunto de encaje color rosado me llamó mucho la atención. Desde la última vez que estuve de novia (y de eso hace tres años) no me compraba lencería, total no tenía nadie que la viera más que yo misma. Extrañaba usar ese tipo de ropa, sentirme sexy, y comprármelo solo para mí era más que una buena idea. Pero tenía que volver a pensar en mi objetivo principal, y los bikinnis que había en la tienda no me parecían muy lindos que digamos.

En eso que estaba mirando que otras opciones había, sentí como el bolsillo de mi campera de jean empezó a vibrar. Cuando vi que era su número no pude evitar sonreír.

-Gus, hola.

-¿En qué andás?

-Vine al shopping a comprarme algo de ropa para el viaje. ¿Vos?

médium ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora