trece

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Macarena

Hacía un buen rato que estaba sentada viendo como el sol -cercano pero tan distante a la vez- empezaba a esconderse, tiñiendo el cielo de un anaranjado vivaz, casi eléctrico. Eché mi peso hacia atrás permitiéndome estar acostada sobre el pasto y mi vista se fue hacia los árboles que estaban rodeándome: eran altos con ramas alargadas y elegantemente finas. Al ver el verde intenso de sus hojas tuve la sensación de que ya había visitado o estado alguna vez en este lugar. Casi estaba segura de que así era, pero no tenía ningún recuerdo que lo confirmara.

Un roce particularmente rápido en mi mano derecha me llevó a buscar con la vista qué era lo que me había tocado.

Mejor dicho, quién era.

-Valentín, ¿sos vos?. -Pude llegar a preguntar con un hilo de voz.

Su mano se encontraba posada sobre la mía mientras una mediana sonrisa con cierto aire infantil se dibujaba en su rostro. No podía creer que esto estuviera pasando. Hacía tanto que no lo veía, y por más de que el pasaje del tiempo es innegable, todo me hizo sentir como la nena de 11 años que estaba viendo a su hermano después de que pasara lo que pasó. Sentí que volvía a ser esa niña que tenía la idea de que él no se había muerto y creía que todo se trataba de una broma de esas que de vez en cuando le solía hacer.

-¿Me extrañaste?-me preguntó pícaro.

-Obvio que sí. Tendrías que visitarme más seguido.-Le reclamé, lo que hizo que me abrazara por los hombros mientras se reía.

-Siempre estoy con vos. Incluso cuando creés que no, yo estoy ahí. Solo tenés que hablarme.- Contestó con tono tranquilo y amoroso, para después tocar mi nariz haciendo que achinara los ojos.

Me recosté sobre sus piernas como cuando era chica. Él empezó a acariciar mi pelo lo que hizo que automáticamente cerrara los ojos.

-Nunca entendí por qué te gustaba que hiciera esto.

-Me relaja. No sé, ni yo lo entiendo.

Así estuvimos por un rato, él preguntándome cosas que no pude retener muy bien, hasta que me dijo algo que me sorprendió bastante:

-Gustavo te quiere. Y sé que vos también lo querés. Solo tenés que dejarte fluir.

-Creeme que en eso estoy.-Contesté para después dejar escapar un suspiro largo, algo cansado-. No es nada fácil, pero al menos lo intento.

Su expresión pasó de ser alegre a una más seria, lo que hizo que le prestara más atención.

-Te lo estoy diciendo en serio. Tenés que mantenerte tranquila y estar ahí para él, por qué lo va a necesitar. Vas a ver que va a estar bien, no va a ser nada más que un susto. Cuidalo y cuidate vos también. -dijo mientras se paraba.

Intenté pedirle que no se fuera sin decirme que era lo que estaba pasando, pero fue en vano. Su voz cada vez se volvía más lejana.

-Acordate de que siempre que quieras hablar, solo tenés que hacerlo. Yo voy a estar ahí, hermanita. Siempre voy a estar ahí.

Una sucesión de imágenes pasaron por mi mente hasta que me encontré en un lugar físicamente reconocible, totalmente distinto al anterior. La sensación de querer salir corriendo me invadió, pero mis piernas no respondieron como me esperaba. Casi no podía caminar.

Empecé a llorar de la impotencia que me generaba la situación cuando vi a Gustavo correr hacia mí. Con su ayuda pude pararme y sostenerme en pie.

médium ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora