diez

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Macarena

Eran las diez de la noche cuando recién salimos para la bendita fiesta. Bendita irónicamente, por qué lo último que quería hacer era ir. El plan de quedarnos tomando un vinito y hablar de cualquier boludez con Gus toda la noche me gustaba mucho más, pero él estaba muy entusiasmado por ir.

Así que decidí hacerle caso a esa parte mía que me decía que me dejara de pensar en hacer cosas de viejos, y me puse lo más lindo que había llevado de mi placard: un enterito que en la parte de arriba deja algo descubierto mi pecho, un cinto muy lindo y unos zapatos con taco que no son tan altos. Toda de negro, eso sí. Si Natalie supiera que es lo que me puse, seguramente me hubiese dicho lo mismo de siempre: "Vivís de negro, nena. Justo vos qué sos tan linda, todo lo que te ponés te queda bien, pero hay que darle más color a la vida ..." y toda esa sarta de pavadas, pero ya lo dije: NO ME IMPORTA.

El camino a la fiesta se me estaba haciendo bastante largo. En lo único que podía pensar era en que quería volver a la playa para saber qué corno es lo que ví cuando fui con Gus. La idea de que había alucinado era la que más fija estaba en mi mente, y después de que el efecto de las pastillas ya no estaba presente en mi, tuve la necesidad de comprobar lo antes posible que la hipótesis de que lo que tuve fue una alucinación era cierta. Por el momento lo único que podía hacer era despejarme: al menos salimos y nos divertimos.

Para eso estamos acá.

Apreté el botón que estaba a mi derecha para abrir la ventana. Estaba segura de que sentir el aire de la noche me iba ayudar con eso, pero no pude. A la quinta vez que lo presioné, la ventana hizo un ruido fuerte y no me animé a seguir insistiendo. Tampoco quería romperle la ventana y quedar como loca. Murmuré algo parecido a "que mierda esto", quedándome de brazos cruzados. Mi vista seguía al frente, tratando de lograr lo que me había propuesto cuando noté que me estaba mirando.

-¿Qué pasa que rezongás tanto?-preguntó con voz suave, un tanto cariñosa.

-Esta cosa no abre.-Contesté, señalando la ventana.

-Pero amor, estás tocando donde no es.-Aprovechó que estábamos en un semáforo, y extendió su mano hacia el picaporte que sí abría la ventana.

-Definitivamente, los autos no son para mí.-Me tenté tanto, no podía creer como había sido tan tonta de no darme cuenta que ese era el botón para asegurarla.

Me quedé mirándolo bastante (digamos que por un buen rato) después de que volviera a poner su vista hacia delante, hasta que reaccioné.

¿Me dijo amor ?

No parecía nervioso ni tampoco noté que estuviera esperando alguna respuesta de mi parte después de que lo dijo, lo que me pareció algo raro.
Al menos yo no le digo así a cualquiera y sigo con lo que estaba haciendo como si nada hubiese pasado... ¿O sí?

Él siempre es la excepción a la regla, no importa cual sea.

-¿Me... dijiste... amor?-pregunté, unos segundos después.

-¿No te gusta que te diga así?-contestó, girando su vista hacia mí. Quise mirarlo a los ojos, pero el sombrero que tenía puesto generaba una sombra que no me lo permitía.

A veces siento que es más claro con sus miradas que con lo que me quiere decir.

-No me esperaba que me dijeras "amor". -Expliqué, pasando un mechón de pelo detrás de mi oreja. Mis manos se fueron sobre mis piernas, empezando a moverse rápido sin que lo pudiera controlar.

Él no me dijo nada, sólo se limitó a esbozar una media sonrisa después de que le dijera eso. Lo que menos quería era que me viera toda roja, así que giré mi vista hacia afuera, sin dejar de sonreír también.

médium ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora