veintiseis

219 21 8
                                    

Macarena

Cajas y más cajas me rodean. Mi habitación es un caos. La casa, también. Estoy tratando de no impacientarme porque no me gusta ver todo tirado. Bueno, en realidad no lo está, pero yo siento que sí.

-¿Querés que te ayude?- Me preguntó Nati, viniendo del living.

-No, amiga. Ya tengo casi todo pronto.

-¿Estás nerviosa?

-Sabés que no.

-¿Cuando decís que te caiga la ficha de que te estás mudando con Gustavo?

Fue una decisión muy hablada desde hace tiempo. Yo no tuve que pensar tanto porque quiero hacerlo, Gus también. Si hubiese sido por él, estaríamos viviendo juntos desde que nos pusimos de novios. Le pedí ir despacio porque, como le dije antes a Natalie, nunca conviví con nadie que no sean ellas. Pensar en dejar nuestra casa me cuesta un poco más por costumbre y saber que tengo un lugar seguro que por otra cosa. Cada una tiene su espacio y sus horarios, que las demás conocemos. Es lindo vivir con amigas, y caótico también. Pero con él, las cosas van a cambiar un poco. Nos vamos a conocer más todavía y eso está buenísimo. Lo necesitamos si queremos seguir construyendo una vida juntos.

Mi amiga se sentó al lado mío y terminó de ayudarme a pasarle cinta a las cajas que me quedaban por cerrar. Insistí en que no hacía falta que lo hiciera, pero no hubo caso. Natalie es así.

-Me cuesta creer que te vas. -Confesó, mientras terminabámos de arreglar todo. -Pero esto también es parte de la vida. Eso sí, prometeme que los viernes vamos a seguir teniendo nuestras noches de películas, por favor. -Las dos amamos las comedias románticas, y cuando recién llegamos acá empezamos esa tradición que al menos una vez al mes cumplimos.

-Voy a venir a pesadearlas todo el tiempo. Y si no puedo venir, las voy a llamar. No se van a librar tan fácil de mí.-Respondí, divertida.

Con Natalie tenemos una relación que ha cambiado con el tiempo. Estos últimos dos años no fueron fáciles para ella. Ha sabido ser mi gran confidente y entenderme muchas veces cuando nadie más lo hacía. Más que una amiga, es una hermana de la vida.

-Voy a extrañar robarte la ropa cuando no estás. -Confesé. Todo este tiempo pensó que era Lucía la que hacía eso, pero no. Era yo.

-¡Lo sabía! Que guacha que sos.- Contestó, dándome un pequeño empujón.

Ella me ayudó a apilar cada caja en el living, la idea es dejarlas ahí para que sacar las demás cosas sea más fácil. El camión llega a las nueve de la mañana y yo tengo que estar en la redacción a la una de la tarde: en menos de cuatro horas todo tiene que estar en la casa de Gus.

Caminamos por las escaleras, directo a la terraza que muchas veces supimos usar. Como el día está lindo, Nati me propuso subir un rato, y de paso, tomarnos unos mates con unas facturas.
Llegamos y el sol nos pegó en la cara. Agradecí haber traído mis lentes de sol porque, si ya tenía la vista cansada, iba a ser peor después.
Nos sentamos una al lado de la otra, con la espalda apoyada en la pared.

-Quien diría que te iban a pasar todas estas cosas este año, eh. Ni yo la ví venir. -Me dijo, pasándome el primer mate cebado.

-Mucho menos yo. Siento que todo va muy rápido.

-Para vos, porque no lo ves desde afuera. Pero estás bien, Maca. No dudes de eso.

médium ; gustavo ceratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora