...no ves que voy dando tumbos, persiguiendo tu calor...
Es entre raro e incómodo que una ausencia te pueda revolcar la vida hasta el punto de que las canciones se vuelvan cañones apuntándote cerquita y sin miedo. Lo único a lo que podía agarrarse en ese momento, y lo único a lo que intentaba agarrarse ahora, se volvía en su contra. Si las canciones de los demás se le hacían bola, no vamos a hablar de las que ella escribía.
¿Que no quería verla ni en pintura? ¿Que la cancelaba en las redes sociales? Pues ella le pagaría con la misma moneda.
Pero no podía, y en el fondo tampoco quería.
"Qué guapa está, delante de tanta gente y tan pequeñita" Pensaba cuando los mil y un vídeos de las actuaciones de la rubia asaltaban sus redes sociales, para acabar siempre en el mismo pozo, en la misma conclusión, "ojalá estar ahí".
Echaba de menos a Alba en todos los aspectos que una persona puede echar de menos. Su tacto, escucharla trastear en casa, olerla mientras se escondía en su cuello, mirarla hasta que la otra se sonrojaba y la obligaba a apartar la vista, besarla. Temía olvidar su sabor.
...sabes, que yo sé que nunca supe lo que sabes...
Le ahogaban los recuerdos.
– Estás... estás guapísima. - Balbuceó después de que Alba pasase por el salón enseñando el modelo que utilizaría para una cena con sus amigas de Valencia.
— ¿Te gusta, nena? Gracias. - Sonrió, dándole un rápido beso en la mejilla, ajena al revuelo en el organismo de Natalia.
— Ven que te vea bien. - Pidió Natalia mientras se incorporaba un poco en el sofá, pues aunque era sábado por la noche, su único plan era verterse en una libreta.
La rubia se acercó obedientemente, mientras guardaba en el bolso algunos chismes de última hora, levantando el bolso más de lo normal al hacerlo para que Natalia pudiera ver bien el traje que llevaba.
— No, no.- Negó la morena tirando de su brazo hasta que la tuvo casi encima. - Lo más bonito siempre viene de aquí. - Susurró la morena mientras ponía ambas manos sobre las mejillas de Alba para mirarla directamente a los ojos. Los de la rubia, ensalzados en maquillajes, tintinearon en respuesta.
— Jo, amor. - No pudo evitar besarle los labios. Lento. Suave. - ¿Estás blandita? Puedo intentar venir tempranito, pero ya sabes que con mis amigas nunca se sabe.
Natalia sonrió. Se sentía tan plena.
— Disfruta, baila mucho, y echa el freno con los cubatas. - Rió. - ¿Lo llevas todo? - Sonrió pícara.
— Creo que sí, dejo las llaves del coche porque vamos a ir todas en taxi.
Natalia se levató de pronto, recolocándose la enorme sudadera en la que estaba escondida, y sin previo aviso atacó por la espalda a un indefensa Alba que estaba dejando las llaves en el recibidor, lista para salir ya de casa.
— Mmm... Nat, nat... - Decía muy bajito mientras la otra estaba pegada a su espalda, con las manos en su cintura e intercalando besos y mordiscos en los laterales de su cuello.
— Te quiero, estás impresionante. - Dijo separándose. - Ahora sí que lo llevas todo. - Rió mientras dejaba las manos sobre el culo de la rubia, apretando levemente para comprobar la esponjosidad.
— No cambiarás nunca. - Se carcajeó Alba, dejando un pico rápido sobre los labios de la otra y escapándose rápidamente para que no la pudiese liar más.
Esa noche la morena también se quedó sola en casa, sin Alba, pero no sintió el frío que ahora sentía. Esa noche tenía la certeza de que la rubia llegaría, más tarde que temprano, y puede que algo borracha, y se desplomaría a su lado en la cama. Podría asegurar incluso, que por más copas que llevase encima, dejaría algún que otro beso torpe, sobre sus mejillas, sus brazos, o incluso sus labios. La morena terminaría por percatarse de sus toscos gestos y esbozaría una sonrisa para luego acunarla entre sus brazos.