Capítulo 8: Los extraños libros del Señor Jeon Jungkook

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Sus palabras rebotaron en mi mente, la palabra "Asesinato" y "Poppy" en una misma oración, me parecía lo más absurdo del mundo.

¿Asesinar a la señora Eames? ¿Es Jungkook un cruel y sádico homicida? ¿Por qué llegar a tal punto con ella?

¿Por qué me importaba que una homicida muriera?

Supongo que lo que me tenía perplejo era que Poppy realizaría ese acto. Para mi ella es simplemente una niña respondona y nada más. ¿Esa niña ya había asesinado a alguien antes? ¿Es capaz de hacer tal cosa?

— Pero Jungkook, ella solo es una niña inocente— digo desconcertado ante tal anuncio y él pinta una sonrisa en su rostro.

— ¿Inocente?— Jungkook sonrió y observó al perico que me había enseñado al principio. "Detrás de tanta belleza se esconde tanta letalidad" había dicho hace un rato.

— ¿Tardas tan poco tiempo en decidir matar a tus huéspedes, Jungkook?— la sonrisa permanece en sus labios mientras empiezo a tocar mis rodillas en clara señal de ansiedad. Me levanto con toda disposición a irme de la casa, no puedo seguir escuchando tal salvajismo— eso es monstruoso.

— Matar a dos personas inocentes es monstruoso, pequeño. Yo solo soy práctico. Verás, yo la traje hasta acá, desde la mañana que despertó, desde el agua que tomó hasta encontrarse "casualmente" con la señora Haylam. Yo orquesté todo. Puede que ella piense que vino por su cuenta pero la verdad eso no es del todo cierto— se pone de pie y observa una pintura de un perro mastín, se parece a Bartolomé, quizás sea él o algún ancestro— no hay duda alguna, que algo te llevó a tocar el libro, según dices, ¿no? Ni siquiera la lógica, o la razón, evitaron que tocaras el libro, ¿Me equivoco?— asentí tratando de entender sus palabras. No pensaba en otra cosa más que irme de la casa, no pertenecía a tal lugar— así como una rata atraídas por el queso, la señora Eames ha venido llamada por la mansión y no hay fuerza en este mundo que sea más poderosa.

— Ellos no saben que vienen a morir— digo, intentando debatir ante su lógica retorcida.

— Tienes razón, no lo saben, de todas formas lo hacen y una vez que pasan por la puerta su destino está sellado— colocó sus manos sobre el escritorio, se levantó y me tomo por la barbilla— vienen aquí por su maldad, vienen aquí a morir.

Intentó besarme, por más que hubiera deseado eso, mi decencia no me permitía ser besado por un asesino.

Miro a sus ojos, mi mirada es brillante, vidriosa, las lágrimas brotan de mis ojos, lágrimas de irá, lágrimas de miedo.

— Por favor, quiero irme— él me sonríe, herido. Rechacé su beso y eso, probablemente, nunca le ha pasado. No pude evitar sentir pena por ello. Cuando le veo siento deseo, pero este se ve opacado por el sentimiento de pánico, pánico ardiente bajando en mi garganta, cada palabra era dicha antes de llegar a mi cerebro.

Miró hacia abajo, se veía frío, las palabras que diría ahora mismo no eran ni de su agrado, ni del mío, podía sentirlo.

— Me temo que... eso no es posible, pequeño— se sentó cruzando sus manos, poniéndolas enfrente de sus labios. No sabía si el encuentro era para recibir un castigo, o recibir una sentencia de muerte. ¿Acaso yo también había sido atraído por él para morir?

— Se lo suplico. No le diré a nadie lo que hacen aquí, sólo quiero marcharme, estoy asustado— inclino mi cabeza hacia abajo, empiezo a llorar, una lagrima cae en mi pantalón y otra en el piso.

— Me duele decírtelo, en verdad no te imaginas cuánto. Tú no estás aquí para ser castigado, solo quería traerte por... bueno no importa, por ahora. Pero, lastimosamente, tocaste el libro, pequeño— a su favor, de verdad, lucía triste, incluso una parte de su ojo izquierdo lucía brillante.

Mansión de las Furias (Adaptación) (En Edición) | KookV/KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora