Capítulo 29: La Oveja Perdida

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Ningún demonólogo respetado puede pasar al menos uno o dos años en esta disciplina sin oír rumores sobre los Cancerberos, generalmente conocidos como Canis Infernalis, o Sabuesos del Infierno

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Ningún demonólogo respetado puede pasar al menos uno o dos años en esta disciplina sin oír rumores sobre los Cancerberos, generalmente conocidos como Canis Infernalis, o Sabuesos del Infierno. Se rumorea que son perros descendientes de hienas africanas carroñeras que se mezclaron con criaturas desconocidas y terribles de los lugares más recónditos y oscuros de la sabana, y estaba seguro de que no podía no ver una de estas criaturas por mi propia cuenta.

Fue en Marruecos que me encontré con un hombre que se jactaba de haber criado a estas bestias. La información que tenía no era muy buena, pero encontrarme con él aumentó mi apetito. Si un mero estafador de mercado sabía de la existencia de estos perros, entonces eran mucho más que solo un mito, después de todo. Estoy seguro de que más de un viajero fue engañado para comprar uno de esos animales de mentira pero, de todas formas, decidí permanecer en la ciudad, donde solo visitaba los lugares con peor fama.

Debo admitir, con algo de vergüenza, que frecuenté varios lugares donde se vendía opio y ocurrían gran cantidad de pecados, delitos y actos de maldad, y que, incluso, compartí el pan con algunos tipos de otras partes del mundo que visitaban esos laberínticos mercados para esconderse o nadar en la depravación hasta consumirse por completo.

Algunas veces, pasaba la noche en un lugar llamado «El genio giratorio», donde me quedaba hasta tarde fumando una pipa de agua y tratando de escuchar rumores, sin descartar el más mínimo balbuceo de los ebrios. Luego de un rato, un par de jóvenes mujeres aparecieron, eran demasiado jóvenes, pensé, como para estar solas en la oscuridad de Marruecos. Pero allí estaban, ordenando un té al mozo y sentándose sobre unos cojines púrpuras mientras hablaban en voz baja.

La más pequeña llevaba un bolso de cuero robusto que mantenía cerca con extremo cuidado. Llamaron mi atención porque la más alta llevaba un collar de dientes y tenía su brazo lastimado recientemente. Las heridas parecían muy graves, si bien estaba vendada, algo de la fresca sangre se filtraba por la tela.

A pesar de su tranquilidad y misterio, se les acercaban gran cantidad de viajeros aventureros que pasaban por los alrededores. Y justo antes de la medianoche, decidí acercarme a ellas ,ofreciéndoles un té. Aceptaron la oferta, aunque con cautela, y me preguntaron qué era lo que quería.

Esos dientes que llevas colgados— le dije, señalando el adorno de la muchacha más alta— Busco una bestia similar.

No, señor, claro que no— contestó la más baja. Sus ojos centellearon como dos zafiros detrás de su velo. No tenía idea de cuál era su origen, pero su acento, sorprendentemente, sonaba similar al de una persona que había conocido en Boston

Gracias por el té, pero ahora márchese.

Tengo dinero.

No es suficiente.

Encogiéndome de hombros, tomé lo que parecía ser una pequeña piedra de mi bolsillo y la coloqué sobre la mesa. Un ojo inexperto no entendería, pero sospechaba que estas viajeras sabrían su valor real.

Mansión de las Furias (Adaptación) (En Edición) | KookV/KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora