CAPÍTULO 11: DEL ODIO AL AMOR SOLO HAY DOS BALONAZOS

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Najuk, 18:31 de la tarde

Renjun leyó por enésima vez aquel gigantesco e incomprensible párrafo de su libro de historia, que estaba abierto de par en par sobre la mesa de la silenciosa biblioteca del instituto.

Llevaba más de una hora intentando estudiar para el examen de aquel viernes, pero no había manera de que su cerebro retuviera ni una sola palabra del tema. Se sentía distraído y pensativo, y lo que más le exasperaba era no encontrar un porqué lo suficientemente válido o uno que no quisiera olvidar para siempre. Había estado toda la semana dándole vueltas al tema de Jaemin y Jeno, y que el grupo estuviera separado por primera vez en muchísimos años no le estaba haciendo ningún bien. Había pasado cada segundo del día acompañando a su destrozado amigo, salvo por aquellos momentos que debía aprovechar para centrarse en sus responsabilidades como alumno, por lo que no había tenido ni siquiera tiempo para pensar en nada más fuera de la fiesta de Lucas y del cansino tema de historia.

Se terminó rindiendo del todo al darse cuenta de que no recordaba ni siquiera de qué trataba aquella página abierta ante él. Alzando la cabeza por encima de los aplicados estudiantes que también se encontraban allí, observó a través de la diminuta ventana de la biblioteca las canchas aparentemente vacías y un trozo de cielo nublado y grisáceo.

Era bastante probable que lloviera en las próximas horas, y además con intensidad, según las noticias meteorológicas de aquella mañana, pero aún así Renjun cogió el libro de la mesa y se alejó en silencio hacia la puerta de la biblioteca que conducía a las desiertas canchas. Encendiendo su móvil y conectando los auriculares, se llevó éstos a las orejas, subiendo el volumen casi al máximo y rezando para que el aire fresco le despejara la mente y le ayudara a estudiar de una vez por todas.

Se dispuso a caminar de un lado al otro de la cancha, con la vista enfrascada en las páginas del libro de historia y la estruendosa música ahogando cualquier sonido externo. De alguna manera, y tras varios minutos, consiguió memorizar el primer párrafo del tema, sorprendiéndose a sí mismo y descubriendo que quizás salir al exterior no fuera tan malo como pensaba.

Sin embargo, cambió bruscamente de idea justo cuando aquella pelota de baloncesto aparentemente salida de la nada impactó sin demasiada fuerza contra su costado.

-¿Qué demonios?-gruñó, librándose de sus auriculares rápidamente y buscando al culpable a su alrededor, con el libro de historia en alto, totalmente dispuesto a usarlo como arma.

-Renjun.-le saludó una divertida voz a unos cuantos metros de él, una que conocía muy bien pero que hacía siglos que no escuchaba pronunciando su nombre.-Te he estado llamando durante un largo rato, pero no parecías escucharme.

Éste volvió la cabeza hacia él lentamente, dirigiéndole una mirada fulminante a medida que lo hacía, pero bajando el poco amenazante libro de historia casi a la misma vez.

-¿De verdad me has lanzado un balón, Yangyang? ¿No se suponía que estábamos en esa maldita tregua?

-Sinceramente, creo que te lo debía después de lo de las olimpiadas.-respondió él, esbozando una media sonrisa y recuperando la pelota de baloncesto del suelo. Después contempló a Renjun con seriedad.-Además, la tregua es realmente aburrida si no puedo molestarte. ¿Dónde has estado todo este tiempo?

-No es de tu incumbencia. Ahora, si me lo permites, tengo que estudiar.-replicó mordazmente, poniendo los ojos en blanco y comenzando a caminar de nuevo mientras leía el siguiente párrafo de la página.

-Renjun, espera. Me he enterado de lo de Jaemin y Jeno.

-No me im... ¿Qué has dicho?

Aquella simple frase de Yangyang consiguió que Renjun se volviera de nuevo hacia él, parándose en mitad de la cancha, absolutamente atónito.

TO MY YOUTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora