CAPÍTULO 8: SUPOSICIONES

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Najuk, 23:04 de la noche

-¡Una hora! ¡Una maldita hora esperando para entrar al baño!-se quejó Jaemin airadamente, negando con la cabeza y alzando la voz por encima de la estruendosa música que provenía de la puerta abierta del salón, unos cuantos metros por delante.-¿Te lo puedes creer, Renjun?

Éste se encogió de hombros con resignación, situándose detrás de Jaemin y caminando de esa incómoda forma, ya que el enorme gentío que todavía quedaba en la fiesta les impedía moverse de otra manera.

-Me lo creo porque lo acabo de vivir.-respondió Renjun con suma decepción, dando un resoplido.-He perdido una hora de mi vida en un baño. Increíble.

-No la habrías invertido en nada productivo, Renjunie, y lo sabes.-se burló Jaemin, volviendo la cabeza hacia detrás con cuidado de no chocarse con nadie y observándole a la vez con extrema diversión.

-Eso es verdad. Jeno y tú habríais terminado dándoos el lote, como siempre...-contestó Renjun, poniendo los ojos en blanco y contemplando cómo Jaemin apartaba de un empujón a una persona para poder entrar al salón.-¿Nos ha guardado Jeno el sitio o ha sido el alma caritativa que es y se lo ha dejado a alguna damisela en apuros?

Jaemin suspiró pesadamente, mientras se abría paso y entraba finalmente en el salón tras esa interminable y cansina hora.

-Renjun, eso es bastante machi...-comenzó a decirle lentamente, como si le estuviera regañando.

De pronto, Jaemin se quedó inmóvil en mitad del salón semivacío, deteniendo de golpe la frase que estaba diciendo. Fue tan repentino que, al seguir Renjun caminando distraídamente, se chocó contra su espalda y tuvo que hacer movimientos bastante ridículos para mantener el equilibrio y no caer el suelo.

-¿Jaemin? ¿Qué ocurre?

Éste no respondió, y Renjun tuvo la sensación de que ni siquiera le había escuchado. Seguía parado en mitad del salón, sin darle ninguna explicación a su amigo y obstruyendo sin querer el paso a la gente que iba detrás de ellos y que pretendían entrar también a la habitación.

-¡Moveos, idiotas, moveos!-gritó una furiosa voz femenina desde atrás.-¡Aquí hay gente que también quiere entrar!

Sin inmutarse, Renjun le respondió alzando por encima de la muchedumbre el dedo medio de su mano, y caminó hacia Jaemin, apartándolo suavemente y tratando de averiguar qué era lo que le había hecho detenerse de esa brusca manera en mitad del salón.

Sin embargo, lo que estaba ocurriendo era tan increíblemente obvio y claro que no tardó en descubrirlo.

Antes de que pudiera hacer nada, Jaemin emitió un fuerte sollozo y se giró hacia él con la respiración entrecortada. Renjun se dio cuenta de que tenía los ojos enrojecidos y la mandíbula desencajada, y sus manos temblaban con violencia cuando se las llevó a la cara para ocultar la mueca de asco, angustia y furia que se había formado en su rostro.

-Jaemin...-comenzó a decir Renjun con suavidad, intentando mantener él también la calma ante esa situación. Sin embargo, su amigo negó débilmente con la cabeza y, sin previo aviso, salió corriendo en dirección a la puerta principal de la casa, perdiéndose entre la espesa multitud.-¡No, Jaemin, espera!

Su amigo no volvió. Renjun estuvo a punto de ir tras él, pero se dio cuenta de que había algo importante que debía hacer antes de ocuparse de eso. Atravesó el salón en un par de rápidas zancadas, sintiendo que con cada paso su creciente enfado y el nudo en su estómago aumentaban. Cuando estuvo situado frente al sillón, apartó bruscamente y sin pensarlo dos veces a la chica rubia, totalmente desconocida para él, la cual cayó con fuerza en el otro lado del sillón y le observó con confusión e ira.

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