CAPÍTULO 13: INOFENSIVO

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Najuk, 20:05 de la noche 

Si Soobin pensaba que antes lo estaba pasando mal, ahora sus condiciones eran completamente pésimas. 

El nítido recuerdo de la noche del accidente, ocurrido una semana antes, todavía perduraba amenazadoramente en su memoria. Al igual que lo hacía todo lo que había seguido a aquel desastre, todo lo que no le permitía dormir por las noches y conseguía que las lágrimas brotaran de sus ojos sin poder dejarle mostrar control alguno sobre ellas. 

Nunca le apetecía recordarlo, pero siempre, de alguna manera, acababa haciéndolo. 

Lo primero que le venía a la cabeza era su brusco despertar de la momentánea pérdida de conocimiento, dándose cuenta casi inmediatamente de que no tenía memorias recientes de nada de lo que había ocurrido en las últimas horas. No sabía cuándo se había hecho repentinamente de noche, ni por qué el coche de su padre estaba ligeramente colisionado contra una farola y con él como como único conductor en su interior. 

Recordaba haber bajado del vehículo, trastabillando, con la esperanza de que el frío aire nocturno de Najuk le despejara las ideas. Sin embargo, aquello no había surtido efecto, y la situación había comenzado a superarle. Recordaba haberse sentido perdido, confundido, sin tener una mínima idea de qué debía hacer en esos momentos. 

Intentaba con todas sus fuerzas no llorar y sucumbir a la peligrosa impotencia, pero finalmente se había acurrucado en el bordillo de la acera con la cabeza entre las rodillas, muy cerca del capó destrozado del coche de su padre. Se había rendido a lo terrible e inevitable de la situación, con su espalda agitándose con violencia debido a los sollozos y rezando para despertar de una vez de esa oscura pesadilla. 

Entonces, de pronto, había sentido una mano firme sobre su hombro. Al principio había pensado que eran simples imaginaciones suyas, pero tras varios segundos había terminado alzando la cabeza, sorprendiéndose de ver a las ocho y familiares personas que estaban paradas frente a él en la carretera. 

Lo siguiente eran recuerdos parciales y confusos. Soobin les había explicado todo lo que sabía, que era más bien poco, pero mostrando que lo único de lo que estaba seguro era de que Namjoon le mataría si veía el coche en ese estado. Tras una conversación de la que casi no formó parte, Jongho, otro miembro de la pandilla, acabó llamando a su hermano Wonho, que por increíbles casualidades era el mecánico del pueblo.

A pesar de que era prácticamente medianoche, éste había accedido, tras las insistencias de Jongho, a intentar arreglar el destrozo del capó del moderno y carísimo automóvil. 

De alguna manera, los nueve habían pasado un par de largas horas en el taller de Wonho. Hongjoong se había ofrecido a acompañar a Soobin a un hospital, pero éste le había asegurado que se encontraba bien. De hecho, solo sentía una pequeña contusión en la muñeca derecha y el labio inferior ligeramente hinchado y partido, aunque los daños emocionales que no se atrevía a expresar iban más allá de lo que se podía tratar en un simple hospital. 

Afortunadamente, el coche quedó como nuevo. Sin embargo, cuando Soobin se disponía a pagar con el dinero que su padre escondía en la guantera, Hongjoong se había adelantado prácticamente enseguida. Le murmuró algo a Wonho en el oído, y éste entonces le prometió a Soobin que el arreglo del coche corría por su cuenta y que no iba a cobrarle esa noche. 

En otra ocasión, Soobin probablemente hubiera discutido y habría terminado pagando lo que debía. Sin embargo, lo único que quería era irse a su casa, arrebujarse entre las cálidas mantas de su cama y rezar para dormirse y que, con suerte, al día siguiente todo lo malo hubiera desaparecido como por arte de magia. 

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