CAPÍTULO 3: CAÍDA

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Najuk, 16:09 de la tarde

Ser el hijo del alcalde de Najuk era toda una odisea.

Cualquiera podría pensar que Soobin solo veía ventajas en eso, y al principio había sido así. Cuando era más pequeño los demás niños le tenían respeto, y sentían un ligero miedo que no compartían con nadie de que Namjoon pudiera hacer algo si se metían con él. Sin embargo, a medida que crecía, comenzaron a ver que el ser el hijo del alcalde era algo que podían utilizar en su contra, y casi sin quererlo Soobin había terminado creyéndoselo.

En ese momento caminaba rápidamente por los pasillos desiertos y silenciosos del instituto, deseando con toda su alma irse de allí lo más pronto posible. Había tenido que quedarse una hora más debido a que era miembro del consejo estudiantil, y aunque él nunca había querido apuntarse a eso, sus padres le habían medio convencido medio obligado a hacerlo, alegando que le ayudaría a ser más disciplinado y a mantenerse el primero de la clase. Namjoon era el más estricto con respecto a los estudios, las notas y el instituto, pero Jin siempre solía doblegarse a sus ideas sin apenas discutir.

No hacía falta decir que Soobin estaba completamente harto de todo eso.

Abrió la puerta de salida de cristal del instituto, colocándose el asa la mochila sobre el hombro y rezando para que su padre se hubiera acordado de que ese día salía más tarde. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera bajar las escaleras que llegaban a la carretera, escuchó unas voces y unas risas unos metros a su izquierda.

Por pura curiosidad, alzó la mirada. Ojalá no lo hubiera hecho.

-Pero quién tenemos aquí...-comenzó a decir un chico con diversión. Soobin lo reconoció a duras penas como miembro de la pandilla, aquella que estaba también el día anterior fuera del instituto, y sus sospechas se confirmaron cuando sus compañeros no tardaron en aparecer detrás de él.-¿Se ha olvidado tu querido padre de venir a recogerte?

Soobin era consciente de que no debía meterse en un lío como aquel, por el bien de él mismo y de la tranquilidad de sus padres, pero no soportaba seguir escuchando más comentarios de parte de aquel idiota.

-No.-contestó Soobin entre dientes, haciendo todo lo posible por ignorarlos y continuar caminando hasta el muro donde solía esperar siempre. Sin embargo, uno de ellos lo agarró del brazo sin demasiada fuerza, haciéndole parar en seco.-¿Qué narices haces?

El que parecía el líder del grupo, el mismo que había hablado antes, se cruzó de brazos y observó la escena con una fría sonrisa en el rostro.

-Fíjate, si ni siquiera dices palabrotas... Tus padres deben de estar muy orgullosos de ti.

En ese momento otro de los miembro del grupo se acercó a él con un cigarrillo encendido entre los labios y una caja de tabaco semivacía en la mano, que le ofreció a Soobin con desinterés.

-¿Quieres?

-No fumo...-masculló Soobin, que tuvo que apartarse para no toser al sentir el humo del cigarrillo del chico en toda su cara.

Soobin hizo ademán de seguir caminando, pero una voz lo interrumpió y le hizo detenerse a mitad de la escalera.

-Tu padre no ha llegado todavía, ¿por qué no te quedas un rato con nosotros?-inquirió el líder de la pandilla con una media sonrisa, señalando al grupo con un gesto de la cabeza. Éstos se entretenían pasándose una botella de cristal y la caja de tabaco entre los siete.-Puede que el alcalde tarde un poquito más de lo usual, ¿no, chicos?

Soobin comprendió entonces lo que estaba ocurriendo, y esa conclusión le aterrorizó.

-¿Qué habéis hecho?-preguntó, respirando con dificultad y sintiendo que su corazón daba un vuelco.-¿Qué le habéis hecho?

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