Capítulo 1

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Mientras los estudiantes del Françoise Dupont permanecían en clase, fuera no dejaba de llover. Gota tras gota la concentración de Marinette se dispersaba y sólo volvía a ella cuando se le ocurría una idea y se sentía en la necesidad de dibujarla. A medida que la preparatoria se terminaba, cada vez deseaba más convertirse en una famosa diseñadora de moda. Era algo que realmente le apasionaba, aunque últimamente también lo usara de excusa para huir de una sensación extraña. 

—No olviden que mañana recibiremos dos compañeros nuevos y deben prepararles algún pequeño obsequio de bienvenida— fue lo único que escuchó en todo el día.

Sin embargo, pese a su constante distracción, también le gustaba pasar tiempo con su novio, sus mejores amigos y ayudarle a sus padres en la pastelería. Esa misma tarde les colaboraría permaneciendo en la caja. Los días de lluvia siempre eran más calmados, poca gente pasaba por ahí.

—Buenas tardes, pastelería Dupain-Cheng...— dijo inmediatamente al oír a alguien entrar por la puerta, pero pronto se quedó en silencio.

Acababa de ingresar un hombre alto vistiendo un traje y una máscara púrpura oscuro, tenía un broche de mariposa en su cuello y un bastón en su mano. Su presencia fue tan fuerte que la dejó sin palabras mientras que la azul y penetrante mirada de él recorría todo el lugar, algo buscaba. 

Su vista reposó en ella tan sólo unos segundos, y antes de que se atreviese a decir algo, desapareció frente a sus ojos. Sin tener tiempo de cuestionarse lo recién sucedido, un fuerte ruido en su habitación reclamó su atención. Dejó el delantal sobre el mostrador y subió rápidamente, asustada. Al llegar hasta su cuarto, se encontró con un anciano empapado y temblando, tirado en el piso mientras abrazaba una caja con todas sus fuerzas.

—Lamento la intromisión— susurró. Pese a que se estaba escondiendo de algo, parecía tener asuntos más importantes que preocuparse de ella —¿Puedo permanecer aquí un momento?

—Sí...— respondió sin mucha seguridad, pero sé acercó para intentar ayudarlo —¿Está bien?

El anciano se giró a verla y se quedó atrapado en sus ojos. La bondad y ternura de Marinette era totalmente visible a través de sus celestes pupilas, y el anciano, se sintió capaz de confiar en ella e incluso de contarle sus más peligrosos secretos. Tal vez en un futuro ella le sería de ayuda, pero por el momento y por la seguridad de ella misma, el anciano prefirió mantener su identidad en secreto.

—Estoy bien— dijo con firmeza.

—¿Tiene usted algo que ver con el caballero de máscara y vestimenta púrpura de hace un momento?— preguntó la azabache, con mucha curiosidad.

—¿¡Él estuvo aquí!?— exclamó el anciano levantándose de un salto —Pensé que podría quedarme un momento, pero es mejor que me vaya ahora mismo. Aquí no es seguro, ¡nos vemos!

Antes de que ella pudiese volver a decir algo, él ya se había escabullido por su balcón. Dos apariciones muy peculiares acababan de suceder en su propia casa y ella casi las sintió como normales, sabía que era extraño, quizá ni siquiera habían sido reales y no valía la pena comentárselas a alguien, la existencia de ambas personas era cuestionables.

Mientras volvía a su lugar y se colocaba su delantal, se preguntó si el famoso héroe con traje y orejas de gato habría aparecido si alguno de los dos personajes hubiese sido potencialmente peligroso. Si le hubiese hecho esa misma pregunta a Alya, ella habría exclamado que sí sin siquiera pensarlo y luego se haría la ofendida.

—¿Marinette?— dijo su madre, Sabine, entrando en el lugar —¿Podrías hacernos el favor de ir a comprar estas cosas? Tu padre y yo seguimos bastante ocupados.

Sin ningún reclamo,  la joven asintió y tomó la lista que su madre dejó a su alcance. Después de casi convencerse de que ella misma había inventado esas apariciones para distraerse con algo, pues no era posible que sus padres ni siquiera las hubiesen notado, creyó que sería bueno tomar un poco de aire.

Tomó un paraguas, una bolsa y salió. Sin embargo, reconsideró la opción de abrir el paraguas y en lugar de protegerse de la lluvia se soltó el cabello para disfrutar de ella. No había apuro, no podía perderse la oportunidad de dar vueltas en las desiertas calles de París. Avanzó tranquilamente mientras seguía lloviendo, hasta que un fuerte quejido llamó su atención.

Se giró en dirección a lo que acababa de oír y en el suelo, en medio de un montón de cajas, vio una figura inconfundible. Se acercó para confirmar su sospecha, abrió su paraguas y lo puso sobre él. Ahí estaba, el famoso héroe de París, inconsciente. ¿Sería otra ilusión?

—Chat Noir... Chat Noir...— susurró ella mientras lo movía gentilmente.

Esa fue la primera vez que dijo su nombre en voz alta. Al menos eso creía.

No importa cuándo [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora