Capítulo 3

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En el aula, el ambiente estaba cubierto por la impaciencia y la emoción.

—¿Dónde está Marinette?— preguntó Nino a Alya, indicando el puesto vacío frente a ellos.

—No lo sé, no contesta mis llamadas— respondió la morena con inquietud —Ella no se perdería algo como esto.

Antes de que pudiesen hacer alguna especulación, la señorita Bustier entró en el salón y captó la atención de todos. Anunció que, tal como había dicho desde semanas antes, los dos nuevos compañeros llegaban ese día y estaban esperando tras la puerta. Hasta el momento, nadie conocía sus identidades, aumentando la tensión.

Tras las palabras de la profesora, uno tras otro, Adrien Agreste y Kagami Tsurugi entraron en la sala causando un grito de impresión colectivo y gran alboroto. Ante sus ojos tenían al hijo modelo del mejor diseñador de París, y junto a él a su novia, campeona nacional de esgrima. 

Ambos se presentaron tímidamente, recibieron los regalos y procedieron a tomar asiento. Nino decidió darle espacio a la pareja para sentarse donde él estaba solo, y aprovechó la ausencia de la azabache para sentarse al lado de Alya.

—Disculpe señorita Bustier, ese es el puesto de Marinette— mencionó Nathanael una vez que el silencio retornó al salón.

—Tienes razón, ya veremos como lo solucionamos cuando ella llegue— respondió la profesora, sabiendo que la azabache no haría de eso un problema.

Sin saber de quién hablaban, los recién llegados se sonrieron aún nerviosos y se dispusieron a prestar atención a la clase. Sin embargo, Adrien no pudo evitar estar ligeramente distraído, lo familiar que se le hizo el ambiente dentro del salón terminó haciéndolo sentir extraño.

En las cercanías del río que cruzaba la ciudad, en una pintoresca banca, Marinette reposaba sobre el hombro de Luka mientras dibujaba y él improvisaba ciertas melodías en su guitarra. No le era necesario pensar en nada, la simple compañía de la azabache era suficiente para que sus dedos se deslizaran por las cuerdas y sonara agradable.

Así estuvieron gran parte de la mañana, concentrados en sus propias actividades pero sintiendo la presencia del otro e inspirándose de ello. Más tarde dieron un paseo por la ciudad, inventando juegos, corriendo de un lugar a otro, deteniéndose en una u otra esquina para poder abrazarse y darse un beso.

—Pronto tendré que irme, mañana tengo un par de exámenes— anunció Luka con tristeza.

Un puchero apareció en los labios de Marinette, pero desapareció tan rápido como Luka la besó para hacerla sonrojar. A pesar de la ternura del momento, se vieron interrumpidos por el sonido de un celular.

—Creo tener una idea de por qué faltaste hoy— habló Alya desde el otro lado, pícaramente —No te quitaré mucho tiempo, sólo quiero recordarte que mañana tenemos examen, sé que lo olvidaste. ¡No creerás quiénes son nuestros compañeros nuevos, nos vemos!

Con el sonido de la finalización de la llamada, la azabache suspiró, había olvidado por completo a sus compañeros nuevos y sobretodo ese famoso examen. Tendría que ir a buscar sus casi inexistentes apuntes antes de que cerraran la preparatoria. Sin más opción, le dio un último abrazo a Luka y avanzó en dirección al Françoise Dupont.

Cuando estaba subiendo las escaleras para entrar, vio a alguien bajar al mismo tiempo que ella subía. La curiosidad la hizo detenerse a mitad de camino y voltear para ver quién era, dándose cuenta de que esa persona hizo exactamente lo mismo.

—Tú...— susurró Adrien, reconociendo sus ojos y su cabello.

—¿Adrien Agreste?— preguntó Marinette, incrédula —Hijo de Gabriel Agreste... ¿¡Eres tú, aquí!?

Claro, ella no podía reconocerlo, pensó Adrien bajando un poco la mirada. De todos formas, encontrársela ahí era una gran y agradable coincidencia.

—Sí, hoy me integré a un curso— respondió Adrien, simulando estar tranquilo —¿Estudias aquí?

Con el paso de los minutos, Marinette le explicó que posiblemente eran parte del mismo curso, pero no se habían visto debido a su ausencia. Tras intercambiar un par de palabras más, ambos declararon tener cosas pendientes que hacer y decidieron seguir con su camino.

—¡Espera!— gritó Marinette corriendo hacia él, antes de que pudiese subirse al auto —Olvidé darte esto, ¡bienvenido! ¡Hasta mañana!

Ligeramente sorprendido y sonrojado, el rubio recibió entre sus manos un pequeño obsequio, sobre el cual estaba escrita la firma de "Marinette". A penas alcanzó a darle las gracias antes de ver a la azabache corriendo en dirección contraria otra vez, moviendo ambas coletas y dejando un rastro de alegría por donde pasaba. No entendía qué le estaba pasando, pero le costó volver a pensar en subirse al auto. 

Sin embargo, cuando ya fue capaz de volver a la normalidad, su corazón se detuvo por un momento. Lo único que sintió fueron los brazos de su guardaespaldas tomándolo y corriendo con él lejos del establecimiento y del móvil al que estaba a punto de subir.

Frente a sus ojos, la preparatoria a la que acababa de integrarse, estaba convertida en miles de pedazos.

No importa cuándo [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora