II - El rey

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El rey

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El rey

Escuchaba cada palabra que emanaba de la boca de aquel ser sin tener capacidad de réplica alguna. Tanto era así, que había lanzado una cuestión al aire sin haberle permitido responderla. Únicamente paseaba alrededor con suntuosidad mientras estudiaba su persona.

Ceres sabía que estaba siendo juzgada, lo que no comprendía era el porqué. No solo estaba analizando su físico sino también sentía como atravesaba su cuerpo y miraba directamente a su alma. Todo movimiento que llevaba a cabo era el inevitable tembleque de sus piernas y manos, ocasionado por los vertiginosos nervios que albergaba. Por lo demás, permanecía estática como una estatua de mármol.

Trataba de seguir al demonio con su mirada, aunque era incapaz de mantenerla cuando coincidían, pues el terror se manifestaba cada vez con mayor fuerza. Aquel hombre con largos cuernos como el carbón se detuvo frente a ella para observarle la cara por última vez antes de liberarla del embrujo. Fue entonces cuando Ceres pudo sentir como se erizaba toda su piel; cuando aquellos dos sádicos rubíes que tenía por ojos impactaban en los suyos.

Supo que ya no era víctima de ningún hechizo cuando repentinamente sus piernas fallaron y cayó de rodillas en el suelo, profiriendo una exclamación ahogada, asustada a causa del inesperado movimiento. Permaneció unos instantes impactada por lo que acababa de suceder, hasta que finalmente ordenó en su mente lo que estaba sucediendo.

—¿Qué tipo de negocios? —preguntó con miedo latente en su voz.

—Es bastante sencillo. ¿Acaso no estudiáis la biblia aquí? —Sus ojos se desplazaron hasta un crucifijo que había en la pared.

La joven frunció el ceño, aún en el suelo.

—¿Quiere mi alma?

—Veo que ya va entendiendo de qué va esto.

Le resultaba llamativo tratarse con cortesía con un monstruo, pero él había mantenido esa forma desde el inicio y ella la imitaba casi instintivamente.

—¿Para qué quiere mi alma?

El demonio profirió una malintencionada carcajada y con absoluta parsimonia dio un par de pasos y se agachó hasta estar a su altura. Agarró su quijada con una mano, hundiendo sus dedos en su piel.

—Un alma vale mucho, más aún un alma devota. ¿Para qué quiero la suya? —Le mostró una pérfida sonrisa antes de acercar su boca hasta su oído y susurrar—: Para corromperla, querida; para tenerla bajo mi yugo por toda la eternidad.

Su voz era suave y gentil, a la par que perversa. El corazón de Ceres se detuvo en el momento que pudo sentir el aliento de la bestia contra su oreja. Se apartó de golpe.

—No voy a pactar con usted —declaró firmemente, recomponiéndose poco a poco y acostumbrándose al demonio que tenía a escasos centímetros.

—¿Está segura? —cuestionó en un tono que le resultó atrayente e hipnótico—. ¿No hay nada que desee, algo que añore por encima de todo?

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora