La posada
Llevaba un rato caminando sin rumbo fijo, esperando divisar algún pueblo a la lejanía. Desconocía cuanto tiempo había pasado y cuánto tardaría, por el momento le estaba resultando letárgico. Habían sido muchas las veces que había mirado por la ventana del internado y había imaginado cómo sería el mundo más allá de la frondosidad de los árboles y las montañas que se veían a lo lejos. No obstante, en aquel momento no lo estaba disfrutando, pues andaba desorientada.
Ya no tenía heridas en su cuerpo después de que Luzbell las curara y se enfadó al recordar que le mintió diciendo que no podía hacerlo cuando luego lo hizo.
Kiter seguía sus pasos a una distancia prudente, lo cual solo incrementaba su mal humor. Todo aquel tiempo desde que el diablo se marchó habían permanecido en un incómodo silencio, lo era hasta para el felino.
—Señorita... —comenzó a hablar, pero no pudo decir mucho más, pues Ceres estalló.
Se volteó para darle la cara, apuntándolo con el dedo.
—¡No oses a llamarme señorita!
A modo de acto reflejo, Kiter se puso en guardia, con la espalda encorvada, sus colas y pelaje encrespado mientras mostraba sus fauces. Incrédula bajó la mano, pero su mirada continuaba siendo desafiante.
—Discúlpeme —dijo poniéndose de nuevo en una posición normal.
—Miserable ser... ¡Os aprovechasteis de mi buen hacer para engañarme y espiarme!
—Su majestad estaba preocupado por usted porque... —Cerró la boca cuando fue consciente de que estaba a punto de meter la pata.
Ceres puso los brazos en jarras.
—¿Porque qué? —insistió.
—Porque la invocación que usó del Necronomicón así lo requiere, es un proceso obligatorio.
Salió del paso con tal afirmación, bien sabía que aquella no era la razón.
Escuchó aquella excusa y enarcó una ceja.
—¿Obligado por quién? ¿Por la magia?
La pregunta era tan estúpida como la excusa inicial.
—Así es.
—¿Y eso era motivo de preocupación para el mismísimo rey del infierno? —Kiter se encontraba entre la espada y la pared, deseando que aquella conversación cesara. Era muy torpe y si se iba de la lengua, sería indudablemente castigado. Por fortuna para él, Ceres suspiró y continuó hablando—: Me preocupé mucho por ti cuando te encontré malherido. Si te llegan a encontrar las monjas podrían haberte matado acusándote de demonio —entrecerró los ojos—. Qué poco se equivocaban...
—Le estoy eternamente agradecido por ayudarme. —Agachó su pequeña cabeza hasta rozar casi el suelo con el fin de mostrar sus respetos. Era cierto, pero le debía lealtad a Luzbell y no podía revelar la información pertinente a los poderes curativos de Ceres—. Mi rey me ha encomendado protegerla en su ausencia y lo haré gustoso.
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Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]
FantasyLibro I • Cuando Ceres pierde a su único familiar, siente que el mundo se le viene encima. Resguardada en una institución religiosa, reza por su alma esperando a que Elías regrese. Sin embargo, su dolor y su anhelo atraen a Luzbell, el rey del infie...