XXII - Una misión

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Torció su torso mientras apoyaba una mano en una de las tejas, rotó entonces su cadera y colocó la rodilla en la superficie mientras dudaba si ponerse de pie o no, pues era complicado mantener el equilibrio

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Torció su torso mientras apoyaba una mano en una de las tejas, rotó entonces su cadera y colocó la rodilla en la superficie mientras dudaba si ponerse de pie o no, pues era complicado mantener el equilibrio.

Quizá estaba soñando.

—Esto no puede ser real... —musitó parpadeando aceleradamente, esperando que lo que estaba viendo se disipara de un momento a otro como un espejismo.

—Sí que lo es, viejo amigo. —Sonrió el ser, que voló con sosiego hasta él.

Con mayor cercanía pudo apreciar más su aspecto. Su rostro era delicado, dando sus rasgos un aspecto andrógino. Su largo cabello resplandecía en la noche como si fuera la propia luna, y sus iris de gran tamaño parecían dos perlas; no sólo eran grisáceas, sino que además brillaban como si lo fueran.

El aura que lo rodeaba transmitía calma y paz. Daba confianza pese a estar frente a algo desconocido para el hombre.

—¿Quién es usted?

Una amplia y cálida sonrisa se extendió por su cara.

—Mejor será que lo recuerdes directamente —declaró con la voz suave.

Con diligencia apoyó tres dedos –índice, corazón y anular-, en la sien del chico. Una ráfaga de imágenes se sucedía en la mente de Elías. No era como en otras ocasiones, en aquella ocasión se apreciaban con total claridad y llegaban en orden, otorgándole sentido a todas ellas.

Un jadeo ahogado salió de la boca del muchacho, una vez finalizó la lluvia de recuerdos.

—Gabriel —murmuró mirándole.

Se abrazaron de un modo fraternal, ambos demostrando la alegría que tenían de verse.

—Creí que nunca dejarías de jugar a los humanos.

Extendió su mano para agarrar el colgante del chico y cerró su puño. Al cabo de unos segundos, dejó al descubierto su palma, donde el objeto se había convertido en un polvo dorado que, con una ráfaga de aire, surcó el cielo perdiéndose en él.

—¿Por qué has hecho eso?

—Ese colgante era el sello que bloqueaba tu forma original e impedía que recordaras quien eres.

Un grupo de pájaros voló fulminantemente de los árboles cercanos, decorando con su aleteo el silencio de la noche y poniendo en guardia a Gabriel.

—Debo irme —volvió a hablar—. No olvides la misión por la que se te envió aquí, pronto vendré de nuevo a verte para completar la primera fase —observó uno de los ventanales de la casa—. No dejes que te descubra.

En un haz de luz que parecía un rayo de sol veraniego, se esfumó del lugar.

Elías no terminaba de comprender quién no debía descubrirle. Pensó en Ceres, él era su protector, el encargado de que nadie se aprovechara de ella para fines oscuros. Esos fueron los deseos de su señor.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora