XVI - El colgante

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El colgante

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El colgante

Llevándose una cucharada del guiso de ternera que había preparado el cocinero, Ceres se mantenía absorta pensando en la conversación que había tenido con Kiter. Tenía muchas cuestiones sobre esos acuerdos con Caelum, no les veía sentido. Cuantas más vueltas les daba, más confusa se encontraba.

Tampoco descartó la posibilidad de que su conversación con Kiter fuera algo ideado por el propio Luzbell para embaucarla haciéndole creer que no tenía opciones y que no era decisión del rey.

Miró de reojo al culpable de todo, mientras la comida daba vueltas en su boca sentada en el centro de aquella larga mesa de carácter señorial, los dos varones presidiendo sus extremos.

Extendió su brazo para pinchar un poco de la ensalada que se exhibía junto a otros platos de acompañamiento. Algo bueno dentro de esa jerarquía en la que se encontraba era que ella podía alcanzar diversos platos sin necesidad de que el mayordomo se los sirviera.

Sus ojos se balanceaban como dos péndulos al ir de un extremo a otro. Se posaban en Elías, que tenía una sonrisa de suficiencia en el rostro, para luego dirigirse a aquel que se escondía bajo el nombre de Alejandro. Un escalofrío recorrió su espalda al percatarse de que ambos se debatían en un duelo de miradas. Algo había sucedido aquella mañana entre ellos dos, estaba convencida, no era común ver a su hermano expresando desafío.

Carraspeó incomoda, tratando de captar la atención del uno y el otro. Cuando ambos dejaron aquella batalla silenciosa a un lado, decidió lanzar una pregunta casual que le interesaba en exceso.

—Si no resulto indiscreta, ¿qué han estado haciendo esta mañana?

El primero en responder fue su hermano.

—He acompañado a Alejandro en sus obligaciones como marqués.

Frunció el ceño y se giró al aludido.

—¿Obligaciones como marqués? ¿Qué obligaciones se supone que tiene un marqués?

Realmente no tenía idea.

—Querida —posó su mano sobre ella e inclinó sus labios hacia un lado, generando una sonrisa cargada de pedantería—, le estaba mostrando a su hermano la vida desde la tranquilidad y desde los lujos. Esas son las obligaciones de un marqués, divertirse.

Ceres abrió la boca indignada por semejante recochineo y se sintió avergonzada de que Elías lo escuchara presumir de su poder. No había sido su elección y ni siquiera era real, pero ¿qué pensaría de ella al comprobar que se había comprometido con un aristócrata que fardaba de tanto teniendo otros tan poco?

—No deberíais hacer esos comentarios —reprochó en un fingido tono de cariño.

Él enarcó una ceja, hizo una incisión en su carne y tras habérsela llevado a la boca y masticarla con parsimonia, dio un trago a su copa de vino.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora