XXIV - La virtud tomada

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El tiempo puede resultar aterrador por lo efímero que resulta

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El tiempo puede resultar aterrador por lo efímero que resulta. Cuando queremos darnos cuenta, se nos escurre de los dedos. Eso mismo le había sucedido a Ceres, que dejó horas atrás la noción del tiempo. Hasta al propio diablo le había sucedido. Se había difuminado entre caricias, sudor, jadeos que decoraban aquellos aposentos.

Al igual que se había esfumado la cordura de Ceres, que había abandonado la vergüenza de su propio cuerpo y lo que representaba, de había desinhibido y solo disfrutaba de la creatividad del sexo en sus posiciones y ejecución. Jamás nadie le dijo que algo tan sucio podía ser tan divertido.

A veces, parecía que su conciencia despertaba para cortarle las alas, pero la acallaba rápido. Total, el daño estaba hecho. Llegados a tal punto, ¿por qué no iba a disfrutarlo un poco?

Luzbell notaba como por cada poro de su piel transpiraba una energía inmensa. Brotaba de su interior como una planta en el jardín del Edén. Aquel poder le hacía sentir eufórico e invencible y, en cierto modo, le hacía perder el control de sus acciones.

La reciprocidad de la joven a cada uno de sus movimientos hizo que se dejara llevar más de lo que había planeado. Siempre disfrutaba del placer que le generaba el sexo, notar la cálida piel de la persona, demonio u otro ser. Sin embargo, era como si con ella aquellas sensaciones se incrementaran.

Resultaba diminuta entre sus brazos, aunque no lo fuera, como una delicada muñeca de porcelana que de un momento a otro pudiera romperse. Lo que más le fascinaba y confundía era que por mucho que la estuviera corrompiendo, por mucho que se hubiera entregado al pecado, seguía representando la inocencia.

En un momento y sin ser consciente, su piel aceitunada se desquebrajó para dejar ver la luz a sus enormes alas, tan negras como el tizón de la madera.

Fue en aquel momento, que la joven dejó escapar un chillido placentero, mientras sentía como su mente colapsaba y un máximo sofoco se centraba en ella. Llegando nuevamente a un clímax que podía diferenciar de los anteriores. Un segundo después, cayó perdiendo el conocimiento.

Luzbell notó como su cuerpo se tornaba más pesado en aquella posición: ambos arrodillados, él tras ella. La sujetaba con sus brazos cruzando el torso de la muchacha.

—¿Estás bien?

No hubo respuesta.

—¿Ceres?

Aquella era la primera vez que se refería a ella por su nombre. Con facilidad, dio la vuelta a su pasivo cuerpo, sujetándola con una de sus manos, y coloco sus dedos sobre la arteria aorta para comprobar que tenía pulso. Tras ello, los alzó a su nariz y notó como el aire salía de ella.

Suspiró aliviado, todo parecía en orden. Salvo el hecho de que se había desmayado. Terminó de tumbarla en la cama y observó su rostro dormido. Lucía una imagen tan relajada, en armonía, no había cabida allí para ningún tipo de angustia ni preocupación. No había sufrimiento, no había recuerdos de agresiones ni desolación. Solo paz.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora