VI - El beso

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El beso

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El beso

Una expresión victoriosa se podía leer en el rostro del demonio, el cual miró la señal dibujada en el techo de la celda y con su mano recta, realizó un seco movimiento que hizo que una grieta se dibujara desquebrajando con ella aquel símbolo. Hizo otra oscilación con su extremidad, esta vez partiendo el grillete que encerraba el tobillo de Ceres.

Ella se apresuró a quitárselo y se colocó frente a la puerta del calabozo.

—Está amaneciendo —advirtió Luzbell—. Abriré aquí, pero deberéis escapar sola de este lugar.

Ceres se tensó al escuchar aquello y asintió con la cabeza, aunque sin entender por qué tenía que terminar de escapar sola.

Con un simple chasquido de los dedos, abrió la puerta.

—Nos vemos luego... —siseó mientras su cuerpo se desvanecía en una nube negra junto con Kiter.

Apretó los puños al verse sola y luego se dio un par de palmadas en las mejillas.

—Bien. Salgamos de aquí —se dijo a sí misma con el fin de darse ánimos.

Comenzó a andar por el pasadizo que conducía a las escaleras para salir de la mazmorra, apoyada en la rocosa pared con una de sus manos e impregnándose de la humedad que se concentraba en aquel lugar.

Llegó hasta la puerta que daba al otro lado del castillo y acercó su oreja a la superficie de madera para comprobar si oía a alguien cerca.

Silencio.

Abrió con sumo cuidado y lentitud para asomarse previamente por una rendija.

Una vez se hubo asegurado de que era segur, salió de puntillas con el fin de hacer el menor ruido posible y avanzó por el pasillo de la primera planta en dirección al recibidor. No creía lo sencillo que le estaba resultando; tan solo tendría que girar un par de esquinas y atravesar un pequeño patio interior para llegar hasta la puerta principal.

Sin embargo, ahí terminaba su suerte: el patio no estaba vacío. Había varias monjas sentadas en los bancos o en pie, charlando sonrientes, pareciera que nunca hubieran cometido disparates tales como encerrar a una joven a la fuerza.

La joven se ocultó tras una de las anchas columnas de aquel lugar, temiendo haber sido descubierta. No obstante, ningún alboroto parecía delatar que alguien había reparado en ella. Permaneció varios segundos reflexionando qué debía hacer. No había otro modo de llegar al recibidor si no era pasando por allí y debía hacerlo antes de que el castillo se llenara de gente.

Solo vio un modo. No el más fiable, pero sí el más rápido. Solo debía confiar en ella. En su mente podía visualizar el recorrido que debía hacer para salir del Santa Cecilia.

Agarró la sucia falda de su vestido para que no rozara sus pies e inhaló y exhaló unas buenas bocanadas de aire con el fin de calmar sus nervios levemente. Sin mayor dilación, echó a correr hacia la otra salida del patio.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora