XIX - Los aposentos del Diablo

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La marca de su cuello había vuelto a crecer y ahora rozaba su clavícula

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La marca de su cuello había vuelto a crecer y ahora rozaba su clavícula. Comenzaba a dolerle y tenía la impresión de que se estaba haciendo cada vez más oscura. Empezaba a parecer alquitrán emanando de su cuerpo.

Quedaba menos de un día para que regresara Luzbell, tal como dijo. Su hermano no había vuelto a tener ningún ataque de dolor, no al menos delante de ella. Sin embargo, estaba extraño. Se evadía mirando por la ventana con frecuencia y en ocasiones cuando hablaban, una preocupación se podía leer en las facciones de su cara de manera repentina. Nada de aquello era algo que la muchacha alcanzara a comprender.

Tampoco Elías había vuelto a salir. Sospechaba que algo sucedió la última vez que lo hizo, pues vino nervioso y aturdido, aunque no quiso contarle nada.

Permanecía asomándose al pasillo, desde su habitación, mirando las puertas que escondían los aposentos del diablo. Le había prohibido entrar, pero aquello solo lograba despertar en ella una mayor curiosidad. ¿Qué era lo que escondía que no quería que viera? Solo de hacerse tal pregunta, su deseo era mayor.

Le dijo que no sabía qué era ella, pero después de todo, ¿cómo confiar en su palabra? Las mentiras y el infierno iban de la mano. Quizá simplemente le ocultaba aquello porque le beneficiaba que permaneciera en la ignorancia. Aun no conocía a otro mortal que fuera capaz de arrasar con una posada y salir de allí sin un rasguño.

Y aquello solo despertaba en ella coraje para adentrarse en la boca del lobo. Al fin y al cabo, se sentía la única persona capaz de desafiar al en ocasiones conocido como Lucifer. Si ella no le plantaba cara, ¿quién más podría hacerlo?

Aunque había decidido entregarse a él para salvaguardar la vida de Elías, no iba a privarse de la oportunidad de descubrir algo invadiendo sus pertenencias.

Miró a su alrededor antes de reunir todo su valor para tirarse de cabeza al agua. Todo despejado, suponía que el castaño se encontraría en la planta baja. Aun así, se desplazó con brío y de puntillas, evitando hacer ruido.

Al sujetar el pomo sintió como una emoción se concentró en su pecho, haciendo que sus entrañas bailaran de expectación. Tan solo debía girarlo y entonces se adentraría al otro lado, lo que posiblemente era como arrojarse al más hondo precipicio. Cuando estuvo a punto de llevar a cabo tal acción, una voz aguda y familiar tras ella, la detuvo.

—¿Qué va a hacer?

Allí estaba el pequeño demonio sentado sobre sus patas traseras y mirándola con la cabeza inclinada hacia un lado con expresión dudosa en sus ambarinos orbes.

Ella se llevó el dedo índice de forma vertical a los labios para chistar, acompañando tal acción un guiño de su ojo izquierdo.

—Solo voy a entrar un momento —afirmó rotando la esfera—. No te preocupes, guárdame el secreto y no se enterará.

Rapsodia Celestial [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora