Deseó encontrarse con TaeHyung de mil formas distintas durante años sin que ninguna llegase a suceder en realidad. Trató de ponerse en contacto con cualquier tipo de persona que pudiese proporcionarle la más mínima información sobre su paradero, obteniendo siempre las mismas respuestas incoherentes que le hacían dar vueltas en círculos.
Era como si de repente se hubiera esfumado de la faz de la tierra sin dejar rastro. Y es que tal vez eso era lo que TaeHyung había necesitado, desaparecer. Con ese pensamiento en mente y tras seis meses fallando en el intento de saber algo más sobre él, NamJoon tomó la decisión de desistir con la búsqueda.
Al principio fue muy duro, se sentía mal consigo mismo por no haber sido capaz de lograr su cometido y con el pasar de los días, cada vez era mayor el sentimiento de decepción que crecía en su interior. Se sentía jodidamente culpable por no haberse dado cuenta de cuáles podrían haber sido los motivos que habían provocado la desaparición de TaeHyung; por su falta de atención hacia él e incluso su ausencia en muchos momentos en los que tal vez le había necesitado.
Se hacía las mismas preguntas cada día: ¿Soy un buen amigo? ¿Un buen novio? ¿Lo habré apoyado lo suficiente? ¿TaeHyung me odiará?
Pero por mucho que se las repitiese constantemente, nunca conseguía hallar una respuesta que lograra tranquilizar a su conciencia, pues sabía que la única persona que podría darle una verdadera respuesta no estaba presente.
A pesar de que durante el día NamJoon intentase seguir con su vida con aparente normalidad, por la noche se permitía quitarse la máscara y dejar de fingir que todo estaba bien. La culpabilidad lo carcomía.
En una de esas noches en las que se encontraba yendo a casa mucho más tarde de su horario habitual, le pareció ver a TaeHyung cerca de una tienda contigua a la avenida principal del centro. Desde entonces, empleó todas y cada una de sus horas libres en recorrer hasta la última calle cercana a esa zona con la esperanza de que sus caminos se cruzasen de nuevo.
Aunque no creía en Dios, le rogaba a todo lo que existiese que le permitieran verlo otra vez. Con eso le bastaba. Si existía el destino, confiaba en que tenía que ser a su lado.
NamJoon podría haber jurado en cientos de ocasiones que le había vuelto a ver. Que fue capaz de reconocer su sedoso pelo en el de otros hombres, sus piernas delgadas pero esbeltas en otros pantalones tejanos que no eran los suyos; e incluso siguió a un muchacho durante más de un cuarto de hora porque le parió que tenía su mismo lunar en la punta de la nariz. Pero no ninguno era TaeHyung.
Creyó volverse loco. Fracasó en el intento durante los años más valiosos de su vida y llegó a la conclusión de que lo mejor era dejarlo.
E irónicamente, ahora que por fin había rehecho su vida y su recuerdo había dejado de atormentarlo, tenía a TaeHyung delante suyo sentado en el sofá.
— ¿Puedes dejar de mirarme cómo si fuera un fantasma?
Se quitó la gorra negra que llevaba, mostrando un cabello teñido de un color rubio platino que definitivamente NamJoon no recordaba. Luego ladeó su cabeza con altanería, dejando al descubierto gran parte de su cuello y provocando que varios mechones de su pelo se moviesen de su lugar. Los colocó de forma descuidada apartándolos de su rostro, dándole un aspecto juvenil y rebelde.
NamJoon observó en silencio sus movimientos, hipnotizado con la belleza de sus facciones y el tan característico lunar de su nariz.
— ¿Vas a seguir mirándome así mucho tiempo? — Resopló cansado — No sé si sabes que es de mala educación eso de mirar a la gente fijamente sin decirles nada.
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Roto. » [NamMin] EN EDICIÓN
Teen FictionPark Jimin estaba roto y no era consciente del momento en que comenzó a quebrarse. Su vida se había convertido en el peor de los infiernos con apenas dieciocho años, siendo él mismo su propio y más peligroso enemigo. La única manera de aliviar su...