|Capítulo 1|

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La oscuridad envolvía todos y cada uno de los rincones de la habitación. La ventana, apenas entre abierta, permitía que se filtrasen algunas ráfagas de aire leves típicas del mes de septiembre. A juzgar por la oscuridad del cielo y las pequeñas estrellas asomándose entre las nubes, debían ser aproximadamente las nueve de la noche. Fuera sólo se escuchaba el sonido de algún coche que pasaba de vez en cuando, por todo lo demás, silencio.

Sentado en el suelo, apoyando la espalda contra la cama, un joven de apenas dieciocho años se encontraba cabizbajo con la mirada clavada en la alfombra. Vestía unos tejanos desgastados una o dos tallas más grandes de las que debería utilizar junto con una sudadera ancha y unas converse negras.

Sus rodillas estaban flexionadas contra su pecho, siendo agarradas con fuerza por sus brazos. Los dedos de sus manos temblaban por la presión ejercida sobre la tela del pantalón, a la cuál se aferraba como si su vida dependiese de ello. Como si necesitase ese ínfimo contacto para sentirse vivo, para reconfortarse a si mismo en medio de la soledad que lo consumía. 

El inesperado sonido de su teléfono móvil junto con una pequeña luz roja en la pantalla le indicó que tenía una notificación nueva. Manteniendo los ojos cerrados, sopesó durante varios segundos la decisión de encender el aparato para leer el mensaje o por el contrario, ignorarlo. 

Lo cierto es que no tenía ganas de hablar con nadie. No tenía ganas de que se entrometiesen en su vida. De que le molestasen. Mucho menos de enfrentar algún reclamo. 

Suspiró sabiendo que no podía esconderse eternamente y alargó la mano hasta su mesita de noche, agarrando el móvil. Estiró las piernas y optó por cambiar su posición a una que le permitiese estar más cómodo. 

En cuánto leyó el nombre de la persona que le había enviado el mensaje el rostro de su cara se volvió mucho más serio, si es que acaso eso era posible. SeokJin. Se mordió el labio en un acto de nerviosismo y se obligó a respirar tres veces profundamente antes de abrir la conversación. No se esperaba que le enviase un mensaje. No después de todo. 

Jin hyung~  
Oye Jimin, sabes que en algún momento tenemos que hablar. No puedes estar ignorándome y huyendo de mí siempre, lo sabes, verdad? [21:17]

Lo sabía. Por supuesto que lo sabía. Pero su situación no era nada fácil y SeokJin parecía que lo único que provocaba era complicarla más. 

Con gran molestia, apagó el teléfono sin contestar al mensaje y lo lanzó hacia algún lugar de la cama sin importarle demasiado su paradero. Se llevó ambas manos a la cabeza y escondió su rostro entre sus piernas, tratando de evadir la realidad. Las palabras de Jin eran lo último que necesitaba escuchar ahora y sin embargo, lo único que hacían era repetirse una y otra vez en su mente, golpeándolo.

Al mismo tiempo su voz interior también comenzó a hablarle cada vez más alto, recriminándole y echándole en cara lo cobarde y estúpido que era. Lo inútil que podía llegar a ser. 

Eres imbécil Jimin. Te mereces todo esto. Tú mismo te lo has buscado, ¿recuerdas? Seguro que ahora te va a dejar solo. Te dejará solo porque nadie te soporta, eres horrible.

Jimin escuchaba con atención cada palabra, cada insulto, cada desprecio que su propia mente le gritaba y se los creía. Y aunque se sentía como una mierda porque sabía que él era culpable de todo lo que le ocurría, le hacía daño escucharlo. Dolía tener constantemente esos pensamientos en su cabeza durante las veinticuatro horas del día. 

Las lágrimas comenzaron a humedecer sus ojos, pero se negaba a volver a llorar de nuevo. Se sentía demasiado débil e inseguro cuando no podía controlar sus emociones. 

Roto. » [NamMin] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora